Número 55, mayo 2014

La villa de Mulhouse
Silvio Bolaño. Ilustración: Cristina Castagna

Cristina Castagna

 
 
 

El circo Arlette Gruss levanta dos veces al año sus carpas blancas con llamas rojas, como la bandera de la villa, en el Square Arlette Gruss. Una placa en una jardinera con las banderas de la UE, Francia, Alemania y Mulhouse, recuerda a la fundadora del circo. Las carpas están en un baldío que sirve de parqueadero al estadio de fútbol del Illberg, que casi nunca se llena dado que los lugareños prefieren el hockey y el balonmano. Cuando no están la inmensa araña del circo y sus contenedores con animales y heno, la arena es el lugar ideal para jugar a hacer trompos en los carros. También es un espacio útil para el paso de los caminantes de la ribera del río Ill.

En Mulhouse sucede que las palabras tienen la pretensión de indicar las cosas con cierta ortodoxia, de manera que si pides una cerveza de primavera de la Abadía te la sirven en una copa de cerveza de primavera de la Abadía, que no en un vaso de soda Perrier. Igualmente, en la ribera del río, un caminante observará a las gallináceas donde el cartel indica el lugar de las gallináceas. Es cierto que de acuerdo a la hora el caminante podrá avistar nutrias, cisnes, patos, palomas, gansos y cuervos en la orilla correspondiente a las gallináceas, pero el desorden onomástico responderá a que se trata del momento en el que los caminantes van a tirarle pan a los avichuchos. El camino de la ribera del Ill se llama Quoi des Cicognes, y es común, en cierta época del año, encontrar en él a las presumidas cigüeñas alsacianas.

Las cigüeñas de Mulhouse han decidido trenzar sus nidos en los techos de los edificios vecinos a la residencia de estudiantes, en la pequeña montaña que da a las calles Frédéric Chopin y Albert Camus. En esta montaña las cigüeñas caminan, con sus patas plásticas y sus langarutas rodillas invertidas, y desde ella largan el vuelo hasta la ribera, el zoológico y el jardín botánico. De tanto atisbar a las cigüeñas he comprendido el porqué del mito en el que son ellas quienes traen los bebés a la humana especie. Dada la importancia del hallazgo, me permito citar dos ejemplos de mis observaciones ornitológicas. Hace tres años, en primavera, una familia de tres cigüeñas reinaba desde la pequeña montaña hasta el Bosque de los Filósofos, la universidad y el Ill. Podían verse juntas a las tres hasta que llegó el verano, cuando fueron dos. Días más tarde fue avistada la pareja en compañía de otro volátil más pequeño, al cual habían adoptado en sus rutinas. Esta pareja, habituada al tres, acogió a un tercero para continuar en trío ante la ausencia de su crío.

El segundo ejemplo no es menos notable: un día de otoño me fue dado presenciar una instrucción de vuelo en la Quoi des Cicognes. La cigüeña adulta voló desde la cancha de vóleibol hasta un poste sobre el cual describió un círculo antes de planear en el césped donde la aguardaban las dos cigüeñas jóvenes, quienes repitieron los movimientos de su antecesora. Si tres años de observaciones casuales me bastaron para descubrir ciertos hábitos paternales, los alsacianos han tenido tiempo de sobra para crear leyendas sobre las cigüeñas desde la época en que se pintaban de azul para espantar a los romanos.

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Existen dos leyendas sobre la fundación de Mulhouse. Ambos relatos recrean la secuencia de un soldado herido en combate, quien llega a la vecindad de un molino donde es sanado por una mozuela con la que se casa y prospera; luego arriban mas soldados y los hechos se repiten alrededor del molino, donde florece la villa. Una de las leyendas afirma que el soldado pertenecía a los ejércitos con los que Julio César expulsó a los germanos hacia el otro lado del Rin, en el año 58 a.C; la otra versión argumenta que el guerrero pertenecía a las huestes de Atila, quien azotó la región en el 451 d.C. Los años que separan dichas guerras nos dan cuenta de la formación de una villa pre-romana en torno al agua y a la agricultura, así como de la hospitalidad de sus muchachas. Mulinhouson es el primer nombre con el que se encuentra inscrita la ciudad en un registro, cuando la tierra fue entregada al monasterio de Fulda en el 803 d.C. No hace falta ser filólogo para sospechar que hablamos de molinos y de casas. Mìlhüsa es la forma en que se pronuncia el nombre afrancesado de Mulhouse en el dialecto de Alsacia, lo cual evoca al Mühlhausen de Turinga. Es razonable que una ciudad entre Suiza, Alemania y Francia haya pretendido su independencia, a la imagen de Florencia. En los últimos siglos la villa ha sido gobernada por Strasbourg y por los Habsbourg, ha firmado alianzas de defensa con los cantones suizos de Berne y de Soleure, pero ha sido anexada a Alemania o Francia de acuerdo a los tratados en los que concluyeron las guerras modernas. Tras tantos siglos de querellas, los descendientes de los molineros han aprendido a usar a su favor la fortuna que les otorga la vecindad y alianza con los suizos, la cercanía lingüística y cultural con los germanos, tanto como su nacionalidad y administración francesas.

 
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Acaso la leyenda de la hospitalidad de los molineros sea una realidad en la Mulhouse de 2014, donde habitan ciudadanos de 136 nacionalidades, uno de los más altos porcentajes de multiculturalidad entre las zonas urbanas de Francia. El tranvía es un gusano amarillo donde se escucha un constante atonalismo de acentos y lenguas, cual Babel repuesta en las llaves de un acordeón que suena gracias a la rueda que anima al fuelle de la ciudad. El molino está en la bandera y el escudo, como blasón que viene grabado en las tapas de las alcantarillas, las esquinas, las señalizaciones, los frescos, la publicidad. La omnipresente Rueda de Mulhouse representa un molino de agua con escudo de plata a través de una rueda de ocho aspas en sangre, lo cual asemeja a un engranaje, una tuerca o una mira de disparo. Esta rueda, símbolo de progreso y de equilibrio, es un escudo tan moderno como arcano, características ambiguas que le confieren un interesante hermetismo. En cierta fachada de la Rue des Tanneurs, la rueda de molino y la heráldica de otros frescos de Alsacia y Suiza se confunden con un compás, una regla y un curioso "AG" que ponen en evidencia la presencia de la francmasonería.

En 2012 tuvo lugar una exposición sobre la época de dominación del nazismo, en la cual exhibieron los retratos de grupos de mulhousianos uniformados y activos en los desfiles. La villa de Mulhouse, que desde 1466 tiene un pacto militar con Suiza y desde 1515 está asociada a los trece miembros de la confederación helvética, fue invadida durante cuatro años por el Tercer Reich. Tras la Segunda Guerra la región experimentó una época de progreso industrial, al explotar sus minas y descollar en la fabricación de textiles. Los dueños de la empresa legaron tras la quiebra una preciosa colección de coches de lujo que está expuesta en la Cité de l'automobile, uno de los museos de automóviles más valiosos de Europa. Un par de propiedades de las fábricas abandonadas han sido usadas como universidad y teatro, mientras las demás son ruinas que dan cuenta de la decadencia industrial, el despilfarro y la misma estética del graffiti-rap de todos los muros de Occidente. Alsacia, como otras regiones de Francia, recibió a cientos de inmigrantes de sus antiguas colonias para robustecer la mano de obra tras la Segunda UC Guerra Mundial. En 2014, los franceses que son hijos de segunda y de tercera generación de inmigrantes forman parte de una escena postindustrial donde no existe la cultura de la profesionalización y es cada vez mayor la apatía hacia la "república de bienestar" de la cual se benefician. Hay muchos niños franceses que no saben hablar bien francés, así como franceses de segunda y de tercera generación que no saben escribirlo. También existen aquellos que, hijos del mestizaje como los latinoamericanos, han adoptado un poco de todo al construir su identidad, y luego habitan a sus anchas en un mundo de interesante sincretismo.

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La villa de los molinos se encuentra en la vecindad de las fábricas de la Peugeot Citroên, y a cuarenta kilómetros de la central nuclear de Fessenheim, la más antigua del país y la más nuclear del mundo. Como la mayor parte de trabajadores habita en suburbios y las fábricas quedan en la periferia, la región ha desarrollado un eficaz servicio de transporte público, lo cual ha reducido el precio de los automóviles. En estos suburbios se lleva a cabo uno de los deportes nacionales de Francia del que la región de Alsacia es campeona: cada 31 de diciembre, equipos de energúmenos prenden fuego a carros particulares elegidos al azar.

Por esa misma época el centro de Mulhouse es un museo de la navidad alsaciana: para el mercado de Noël la comuna levanta tiendas con productos típicos frente al Templo Saint-Étienne (la iglesia protestante más grande de Francia), donde el olor del vino caliente se mezcla con el de las salchichas, los morrones, los bretzel, la tarte flambée y el tradicional pan de especies. El resto del año el centro presenta sin maquillaje alguno esa tensión existente entre la villa tradicional, con construcciones de arquitectura alsaciana como casas de chocolate, y el engendro del rascacielos llamado Tour de l'Europe; el templo destinado a actividades laicas como exposiciones de arte y conciertos; el suelo de piedra, las placas históricas y los homenajes a Guillermo Tell, quien diera un salto cuántico en la historia al encajarle el tiro a la manzana, aunque no hubieran existido; las tiendas de moda y los restaurantes esnob no lejos de los comederos halal de los inmigrantes; las oficinas del partido socialista frente al supermercado de cadena (ambos abren el primero de mayo); el histórico Hôtel de Ville con las virtudes teologales pintadas como frescos, su museo, su sala destinada a las reuniones del concejo y su inmenso nido de cigüeña que gobierna en el techo de la Place de la Réunion.UC
Mulhouse, Alsace, 4/5/2014

 
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