Número 47, julio 2013

EDITORIAL
Retrato con asesino

 

Hace unos días la portada de la revista Rolling Stone despertó un fuerte debate en Estados Unidos. Algunos puntos de venta –farmacias y supermercados– se negaron a venderla, y muchos lectores pisotearon la foto de la tapa una vez superado el arrebato de curiosidad. El protagonista elegido para abrir la edición de agosto fue el joven Dzhokhar Tsarnaev, acusado de poner las bombas en el cierre de la maratón de Boston. Tsarnaev aparece serio y mirando al frente, con un gesto más reflexivo que retador, y con el nombre de la revista como corona. Días antes The New York Times había publicado la misma fotografía sin mayores consecuencias. La diferencia la hizo el encuadre más cercano y la iluminación sobre la cara del presunto terrorista. En el periódico era la foto corriente de un estudiante taimado; en la revista, la imagen lustrada de un posible asesino. La pregunta, entonces, es cómo deben presentar los medios a los acusados de grandes crímenes: ¿Es posible prestarles un destello de mansedumbre? ¿Es justo darles un aire de prestancia? ¿Vale la pena dulcificarlos o entregarles un aura, más allá de la tragedia? Para los más críticos la foto es una forma de exaltación o una frivolidad ofensiva, y no faltaron quienes dijeron que su pelo revuelto y su mirada penetrante recuerdan a Jim Morrison y otros íconos juveniles.

Un editorial de The New York Times consideró el alboroto como una histeria provocada por el fuerte verano, y recordó que Hitler, Osama y Manson habían sido protagonistas de algunas primeras páginas. Nadie puede decirle a Rolling Stone que ese no es uno de sus temas naturales y que los asesinos no están hechos para sus portadas glamurosas. Ellos les hablan a los jóvenes, y ahí está el retrato de uno de ellos. Nadie gritó en Noruega cuando Anders Breivik, el asesino de Utoya, apareció en las portadas sonriente o desafiante con su brazo en alto. Sin embargo, hay algo muy limpio en la foto de Tsarnaev en Rolling Stone, y buena parte del público no se conformó con la palabra monstruo que acompañaba el titular. Los lectores de noticias se han acostumbrado a exigir el escarnio y la condena.

Un fotógrafo de la policía de Boston añadió nuevos ingredientes a la guerra de imágenes. Su indignación lo llevó a publicar fotos inéditas de la captura de Tsarnaev. "Este es el verdadero terrorista de Boston", dijo Sean Murphy al entregar las imágenes a los medios. En ellas aparece el joven Tsarnaev herido en la cara, saliendo del bote donde se ocultaba como un gato asustado, con el punto rojo del láser de un francotirador en su frente.

Mirar el rostro de los asesinos en la prensa es un derecho de las víctimas y de los ciudadanos en general. Que los retratos sean francos y reveladores, y que no ayuden a encubrir o justificar los crímenes, depende de la calidad de quienes los hacen y de la seriedad de quienes los publican. Mientras en Estados Unidos se discutía si es válido usar un poco de Photoshop en la foto de un joven acusado de terrorismo, en Colombia hablaba por radio alias 'Payaso', acusado de apuñalar a un agente de la DEA en medio de un atraco. En la entrevista el sindicado habló de sus temores al momento del robo y del desenlace inevitable. Es lógico que nuestro circo sea más colorido. Y es posible que en el momento del juicio las cámaras y las grabadoras ya estén en otra parte. UC

 

Rolling Stone

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