EDITORIAL
Diccionario de virosismos
Aislamiento social. Estar virtualmente solo. Reemplazar la experiencia directa del mundo por la vicaria mediación de una imagen. / Cambiar la pandilla por la pantalla. / Consolarse con frases como: El infierno son los otros, de Sartre, o Ningún hombre es una isla, de John Donne. / Paraíso de los misántropos y de los sociópatas. / Baladas recomendadas: Like a virus, de Madonna y Cambalache: “Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo manoseados”.
Aplanar la curva. Expresión sacada de la manga de los noticieros. Pequeña muralla levantada contra el tsunami que arrasó urgencias, unidades intensivas y cementerios en España e Italia. / Ingenua fortificación hecha de la argamasa de la ciencia y los ladrillos que acumula la prensa hora a hora. También se ha usado como llave maestra de epidemiólogos. Además de ser pizca de fe con algo de estadística. Luego de las primeras semanas de encierro perdió algo de valor. Ya la gente sabe que se trata de alargar el tedio, posponer el drama, mermar el dolor. / La curva se ha aplanado, se ha hecho órbita en torno al mismo miedo. / Una cuerda de la que cuelgan las rutinas.
Bioseguridad. Una de las primeras palabras que se coló en el lenguaje común de los noticieros, las alocuciones de los mandatarios, las conversaciones entre amigos. Remite a protocolo, autocuidado, distancia, lavado de manos, uso de tapabocas, encierro. En fin, es una de las palabras, después de “coronavirus”, que quizá se ha repetido más durante estos meses. / Ya no basta con la seguridad ordinaria, ahora necesitamos una “seguridad viva”, una que nos cuide del “enemigo invisible” y mortal. / Las normas de bioseguridad, antes solo practicadas por expertos, médicos y biólogos, se popularizaron, y ahora los ciudadanos se ven obligados a lavar un banano, un paquete de pastas, a rociar alcohol en las suelas de los zapatos, mantener la distancia, tapabocas y guantes. El mundo entero se transformó un laboratorio clínico.
Cuarentena estricta. Viene con familia incluida: cuarentena inteligente, aislamiento preventivo obligatorio, cuarentena por la vida. Sin embargo, es más fuerte y más inflexible que las demás. / Incluye toques de queda, ley seca, cierres de vías aledañas a la ciudad, cancelación de los horarios en los que se permite hacer deporte. / El aumento de los contagios propicia su ejecución. Si bien, la “primera cuarentena” fue estricta, esta lo será aún más, incluso con un nombre que haría salivar al mismísimo Georg Wilhelm Friedrich Hegel: cuarentena total. La ciudad es ahora una matrioska de cuarentenas, una adentro de la otra, adentro de la otra, adentro de la otra.
Distanciamiento. Vade retrovirus. / Todo el que se acerque a mí está apestado, hasta que no se demuestre lo contrario. Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. / “Aquí en el edificio siempre estuvimos distanciados, pero ahora ya es oficial”, dice una vecina, de lejos. / Canción pegajosa: Contigo en la distancia. / Testimonio de un sepulturero brasileño: “Mejor no estar con finados”.
Distanciamiento inteligente. Adivinarle el caminado al virus para esquivarlo es hacerle inteligencia. En este sentido, la OMS aprueba las chuzadas de control, reunir las pruebas y espiar en cuerpo ajeno. Se trata de un virus marrullero, que no cree ni en Poncio y su lavado de manos. Y al final hay que transar con él y darle su pedazo en el pastel de estadísticas, darle contentillo, pero que no se quede con todo. / Con mucho cuidadito hay que salir a ganar el pan en la pandemia.
Pico. Culmen tan temido como anhelado. Recuerda el esperado grito en las películas de terror. Se podría decir que sigue la trayectoria del tiro paradójico. / Triste expectativa de un desastre, ritmo inesperado de un fantasma. / Es normal que traiga a la parca de la mano. La dura realidad dice que el pico bien puede ser meseta o cordillera. / Puede asimilarse a una mejoría colectiva, un momento en que los contagiados y fallecidos, a manera de anticuerpos de una sociedad, comienzan a entregar una cierta inmunidad al rebaño. / Agonía antes del descenso.
Protocolo. Recitativo televisivo que acusa la forma de una letanía inocua. / El protocolo muta como el virus. Ejemplo: el tapabocas en un comienzo era solo para los que cuidaban contagiados, ahora es obligatorio, y los hay de marca: el Armani tapa más. / Ver: burka. / Un último consejo: si al desinfectar su huevo le echó demasiado alcohol, hágalo flambeado. / El amonio cuaternario es tan fuerte que solo su nombre ya espanta al virus.
Reinventarse. Inventarse otra vez. / Se usa para pretender que, pese a todo, siempre hay una opción para seguir adelante. / Remite casi exclusivamente al aspecto económico de la vida social. Cerraron los restaurantes, las discotecas, los bares, las canchas sintéticas de fútbol. Cerraron todo, entonces hubo que encontrar la manera de sobrellevar, por un camino distinto, el día a día. Los comerciales de publicidad acapararon la palabra, los coach, el gobierno. / La única opción viable que se veía en el panorama era adaptarse al paisaje. Se virtualizaron las clases, los trabajos, las fiestas. Se transformaron los productos, las relaciones intrafamiliares. Al parecer el mundo cambió, se inventó de nuevo. Pero entre tantos giros, reformas, variaciones, quedó casi igual al que ya conocíamos.
Tapabocas. Embozo obligatorio, máscara contra el fantasma viral, cachivache designado para salvar vidas. Durante años se reconoció como el principal protagonista del tiempo sin aliento. Adquirió connotaciones políticas al ser despreciado por la mueca del guasón de algunos mandatarios. Otros, por su parte, lo erigieron como sanctasanctorum de la nueva religión salubrista. Actualmente hay pequeños santuarios en su honor al igual que sectas anarquistas donde se les quema por miles. / Es reconocido también como “máquina del desengaño” por eso de que ojos vemos, mentones no sabemos. / Entre los humanos más apegados a su uso la sonrisa franca ha comenzado a ser identificada como un gesto vulgar. / Desde hace una década, el 11 de diciembre, día del paciente cero por coronavirus en Wuhan, se celebra en el mundo el día mundial sin tapabocas.
Teletrabajo. Tortura doméstica bajo el cómodo cepo de la piyama. / Se ejerce de manera intermitente en jornadas de hasta 18 horas diarias. La desconcentración, acompañada de cierta glotonería, es una de sus principales características. Su ejercicio continuado ha convertido las deliciosas hipocresías bajo micrófono apagado en un derecho laboral inalienable. Una de sus fases más avanzadas es el trabajo sonámbulo y las órdenes bajo los métodos de hipnopedia. / Son los tiempos difíciles de Un mundo feliz.
Toque de queda. Cierre y trunque de puertas. / En los últimos tiempos la corneta hace sonar su sermón vía Twitter. / Usado por mandatarios para proteger, asustar, controlar e impresionar a sus ciudadanos… y poder conciliar el sueño. / Expresión salida de los cuarteles, por eso es una debilidad de los mandamases civiles. Vestir el uniforme sin llevarlo es una fantasía muy común. / Normalmente se entregan salvoconductos a vendedores de pizza y perico, patinadores de fierros y prepagos, ambulancias y vendedores ambulantes, barrenderos y carros de valores, policías y ladrones.
UCI (Urna de Curaciones Improbables). Camastro para los infortunios y los privilegios. Por lo general está anclado en medio de la única habitación con cinco pantallas que miran hacia adentro. / Silencio y sondas. Los sedantes son su dieta blanda, mullida, indispensable para soportar los cuidados puerta adentro. / En tiempos de pandemia los interesados en el inquilino solo pueden mirar por una escotilla en la puerta. El ingreso de los terapeutas se hace algo teatral y riesgoso, como la entrada del domador a la jaula. Al salir, algunos de sus residentes dicen que las paredes de la habitación se contraen y se expanden con dificultad.
Zoom. Plataforma de trabajo, fiestas, reuniones con clientes, con la familia, hasta sexo. / Medio de comunicación audiovisual que manda la parada en un mundo aislado. / Fuego nuevo que convoca el tejido social a la distancia. / Oráculo, confesionario, vehículo de emociones y sensaciones. / Sustrato digital de la sociabilidad. ¿Me oyen, me escuchan, ahora sí me ven? / Las barras de los bares se digitalizaron, lo mismo que las clases de los colegios y universidades. También corrió el rumor de su inseguridad. Hackers malintencionados ingresaron en las reuniones, limpiaron alguna que otra cuenta de banco y se entrometieron entre los diálogos. Pese a eso, los usuarios la siguen utilizando, hacen fiestas de salsa, concierto de rock, misas, comités editoriales. No se sabe a cierta hasta cuándo la gente se verá reducida a la pecera.