Número 99, agosto 2018

De proles y otros excesos

Fotografía de la prole de don Emiliano Botero y doña Rosario Gómez, en su finca de Pácora, 1916

Fotografía de la prole de don Emiliano Botero y doña Rosario Gómez, en su finca de Pácora, 1916.

Fotografía iluminada a partir de la fotografía de la Familia Botero Gómez, 1916

Fotografía iluminada a partir de la fotografía de la Familia Botero Gómez, 1916.

 

Esta imagen que ilustra la prole de los esposos Emiliano Botero (Sonsón) y Rosario Gómez (La Ceja), y datada en 1916 en su finca de Pácora, fue encontrada en el archivo personal de Marceliano Posada que pertenece a la Sala Antioquia de la Biblioteca Pública Piloto.

Es ya un lugar común que la identidad paisa se sustente en abusos sobre lo circunstancial, en una adulación y exageración sobre lo considerado normal, muchas veces a través del esguince del lenguaje, la conseja y el repentismo; ese culebrerismo propio de trovadores, humoristas y políticos mentirosos. Pero esta imagen, que tiene como espejo el registro fotográfico de la misma, no es esguince, es la patética verdad del exceso que nos legaron nuestros abuelos.

Es igualmente recurrente en la literatura y prensa del pasado el mito sobre la fecundidad antioqueña referida a las mujeres que al acercarse a quebradas a bañarse o lavar la ropa, como La Miel en Caldas, La Ayurá en Envigado e incluso a la Santa Elena en Medellín, terminaban preñadas por ósmosis de las fértiles aguas, dotando a sus esposos de inmensas proles, familias telerín que iban desde el joven mozo de veintitrés años hasta la recién nacida párvula de exiguos meses, completando familias de doce, quince y hasta veintiún hijos.

¡Diecinueve hijos! Observe lector la fila de los dieciocho de izquierda a derecha. Por el momento se quedará preguntando por el otro, por el diecinueve. Y tendrá que detallar algo para distinguirlo. Allí, en el centro del cuadro, sobre el suelo, entre dos materos, acostado y en actitud de morderse el pie izquierdo está el último retoño de esta extraordinaria familia. Estos, más otros dos que murieron, uno por un rayo y otro siendo infante. No es exageración, es el realismo mágico de esta cultura.UC

 
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