CAÍDO DEL ZARZO
DUEÑA DE LOS JARDINES
Elkin Obregón S.
Una mañana, regando flores
Dueña de los jardines
De los jardines de mis amores.
Hace no sé cuántos años estuvo en Medellín por primera vez Totó La Momposina. Poco más que una NN, pisó tierra en el estadero Las Margaritas, y allí se presentó con su grupo, entre desfiles de caballos, copas de aguardiente y bandejas paisas. Tres jóvenes entusiastas —uno de ellos, quien esto escribe— la abordaron después para felicitarla, y de este abordaje nació una linda amistad. A partir de aquello los tres insolventes imaginaron modos más o menos fantásticos de obtener dinero para hacer un LP con la novel artista y lanzarla de una vez por todas al conocimiento del público. La fama, pensábamos, vendría por añadidura, y solo en ese punto acertamos.
Porque, claro, dinero no había, ni pudo haberlo; a cambio surgió, ya se dijo, una bella amistad, prolongada en visitas sucesivas y varias y estupendas veladas rociadas con canciones, charlas, anécdotas, ilusiones y proyectos.
Intermedio: El grupo musical de la momposina era en ese entonces muy pequeño. Su brazo derecho (durante un buen tiempo recordé su nombre, ya no) era un universitario, tal vez estudiante de Derecho; era, también, el único blanco de la tropa. Entre los demás sobresalía Batata, un veterano de muchos saberes populares; hacía parte, vine a saber después, de toda una dinastía de Batatas. Uno de sus miembros, ignoro si el que conocí, es el autor de Dueña de los jardines, quizás uno de los más bellos temas de Totó, y cuya primera parte tiene el sabor —o al menos a mí me lo parece— de algún viejo madrigal español; pero Dueña… no integraba aún el repertorio de la cantaora en esos días felices e indocumentados. Vino después.
Y después vino también el reconocimiento, las múltiples grabaciones, las innumerables presentaciones, los muchos honores y premios y galardones. Luego de aquellas veladas iniciáticas, jamás volví a ver a Totó, ni hice nada por contactarla. Tengo casi la certeza de que hoy, después de tanta agua llovida, no guarda memoria de sus tres mosqueteros.
P. D. Hace algunos meses vi en Señal Colombia un excelente documental, en donde la antropóloga Gloria Triana y Totó evocan, con humor y sana nostalgia, los días locos en que ellas, y muchos otros danzarines, músicos, cantores, periodistas y fotógrafos acompañaron, en una fiesta de cien horas, al hombre del “liqui-liqui”. Título sugerido: Cuando Estocolmo olió a guayaba.