Retorno al cómic periodístico
Mario Cárdenas
A mediados del siglo XX la fotografía sustituyó en su totalidad a los dibujantes en la prensa escrita, y el uso de las viñetas en el periodismo quedó relegado a la caricatura política o las tiras cómicas infantiles. En los últimos años, el cómic periodístico ha ido reapareciendo como opción para contar historias de no ficción, para hacer reportajes, entrevistas, testimonios, crónicas y perfiles.
A pesar de que la gran prensa atraviesa diversas crisis, el interés por el cómic ha ido ganando espacio por su auge comercial —cada año se editan más libros de cómic— y por su capacidad de encontrar nuevos lectores. Los cómics periodísticos pueden ser un puente, un estilo, una variante del nuevo periodismo, algo que Sarah Glidden, autora de los reportajes gráficos Una judía americana perdida en Israel y Oscuridades programadas, ha descrito no solo como un mecanismo, sino como una posibilidad para interesantes mutaciones del oficio. Así lo explica Glidden: “Los cómics periodísticos pueden ser una entrada a otros temas. Estamos bombardeados por imágenes y noticias, a través de Facebook, Twitter... y hay mucha gente que no quiere escuchar nada más de guerras y refugiados. Cuando esto mismo te lo presenta un cómic, la cosa cambia. Tal vez en el futuro el cómic sea considerado un medio más, como las fotos o los videos, pero ahora todavía conserva el encanto de lo hecho a mano, invita a leerlo. Es un truco que aún puede pescar a la gente”.
El cómic, que en muchos casos ha sido mal visto por su apariencia infantil y subvalorado para abordar temas serios o de interés público, parece estar saliendo de su burbuja para explorar espacios, técnicas y estilos, a la vez que el periodismo tradicional está poniendo los ojos en él, dándose un encuentro entre ambos, un retorno a ese viejo aliado que había sido desplazado por distintos avances tecnológicos. Retomando herramientas que hoy en día se usan cada vez con mayor frecuencia; tal y como ha mencionado el periodista Diego Marinelli: “El periodismo se trasladó al mundo de los cómics. El cómic periodístico se trata de un grupo de autores que llevan años dando testimonio de varios de los grandes conflictos del mundo a través del lenguaje de la historieta. Nada de superhéroes ni fantasías para adolescentes: el ‘cómic periodístico’ es un género para lectores adultos, que toma los recursos clásicos de la crónica (entrevistas, investigación de archivo, fuentes, vivencias en primera persona) y los combina con el despliegue gráfico de la historieta”.
Ha sido nombrado de diversas maneras según la lengua o el país; en Italia sus promotores del Semanario Internazionale lo han llamado giornalismo a fumetti, en el área anglosajona graphic journalism (o comic journalism), en Brasil y Portugal jornalismo em quadrinhos, en Francia reportage de bande dessinée, y crónica gráfica o cómic periodístico en Hispanoamérica. Estas son algunas de las etiquetas, que editores, lectores y críticos han acuñado en los últimos años para agrupar los diversos trabajos que se mueven en tres grupos: aquellos que hacen el reportaje, escriben y dibujan, que son una variante de lo que por mucho tiempo se ha llamado nuevo periodismo narrativo; los que hacen colaboración para revistas, semanarios o suplementos culturales apoyados en el trabajo de periodistas; y aquellos que trabajan para artículos de divulgación científica o histórica.
Por otro lado, las potencialidades narrativas del género aún están en exploración, no hay un método definido, ni un estilo o trabajo que caracterice la forma de hacer reportajes gráficos, los autores de cómic periodístico están en constante proceso evolutivo, buscando sobre todo, en el pasado, herramientas y materiales que puedan servir para contar historias del mundo contemporáneo. Sin embargo, antes de ello, se sigue luchando contra algunos prejuicios de lectores y editores que lo tildan de imposible y poco fiable por la supuesta incapacidad que tiene para contar historias importantes, y por lo subjetivo y riesgoso que supone informar con dibujitos y viñetas. Por ello, el camino de validación está apenas en tránsito, tal y como lo afirma el crítico de cómic español, Álvaro Pons: “El cómic ha recorrido un largo y doloroso proceso de reconocimiento, en recurrente exigencia de la demostración de sus capacidades, que recoge hoy frutos al quebrantar toda frontera impuesta (o autoimpuesta). Una de esas transgresiones sigue el camino de Töpffer para entrar de lleno en la aplicación de las potencialidades de la historieta en el terreno de la no ficción”. Unas potencialidades que apenas reconocemos debido a la estrecha validación que existe en ámbitos donde el cómic todavía es un material exótico.
En un análisis esclarecedor acerca de poder documental de la narrativa gráfica titulado Disaster Drawn, Hillary Chute dice que “los cómics documentales son capaces de representar sin fisuras acontecimientos que se acercan a lo irrepresentable, a veces mejor que los medios más convencionalmente asociados a la documentación, como la fotografía y el cine”. En su libro, Chute se refiere a Goya como ese “primer reportero visual moderno en la guerra”. Un camino que durante el siglo XIX continuarían los artistas enviados al frente de batalla para dar testimonio con sus dibujos; medios como el Illustrated London News y la revista Harper’s apostaban por reporteros como Thomas Nast, que en lugar de entrevistas hacía sobre el terreno bocetos al natural de los acontecimientos; como la campaña militar de Garibaldi, en Italia, o la Guerra Civil norteamericana. Sumado a esto, a mediados del siglo XIX se dio un auge de las revistas ilustradas y del papel del corresponsal gráfico, muchos ilustradores eran enviados al campo de batalla para hacer bocetos a lápiz de los acontecimientos históricos de la época. No solo la prensa se servía de los dibujantes y pintores para documentar sus trabajos. En Colombia proyectos como la Comisión Corográfica entre 1850 y 1859, usaron dibujos y pinturas para describir visualmente las condiciones físicas del paisaje cultural y las costumbres regionales.
En este retorno de la ilustración, del dibujo y del cómic como medios para el periodismo, Joe Sacco es el referente contemporáneo más nombrado. Un autor que empezó en el terreno de los comix underground, influenciado por los cómics autobiográficos de Robert Crumb. Sacco ha sido referencia de una tradición que ha tenido pausas, y que ha encontrado en su trabajo un eslabón fundamental, no solo por la aceptación y el reconocimiento de lectores que miran con recelo al cómic, sino porque su obra se mueve muy bien en los dos terrenos, tanto por su formación periodística como por la influencia estética que obtuvo como lector de cómic.
Desde la publicación de Palestina, su primera incursión en el campo del cómic documental, Joe Sacco ha hecho reportajes en lugares como Chechenia, Irak, o sobre una de las últimas olas de migración africana en Europa, episodios unidos entre sí por el hecho de ser notas a pie de página de los grandes conflictos mundiales, tal y como lo ha hecho en otros trabajos de largo aliento: Gorazde: zona protegida, la crónica de un pueblo bosnio sitiado por la guerra de los Balcanes; la investigación que realizó sobre la fragilidad de la memoria, en Notas al pie de Gaza; sumada a La Gran Guerra, un trabajo histórico que relata a través de una ilustración desplegable la batalla del Somme, una de las más terribles de las libradas durante la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de bajas entre los dos bandos.
La obra de Sacco es apenas la puerta de entrada al cómic periodístico para contar historias que de otra forma podrían no ser igual de atractivas, de una lectura tan aparentemente fácil y que tiene ventajas y limitaciones frente a otras formas tradicionales. Algunas de esas ventajas son mencionadas por el investigador español Xavier Melero en un ensayo titulado El cómic como medio para el periodismo, donde Melero comenta: “Entre las ventajas de partida del medio están el atractivo visual y la facilidad de lectura. El cómic invita a la aproximación. Su naturaleza verbo-icónica evoca una explicación sencilla, incluso del tema más sofisticado”.
De modo que el cómic puede entrar en un terreno de complejidad narrativa utilizando sus elementos atractivos, como el color, la flexibilidad del dibujo, entre otros. Además puede situar al lector ante un tema que antes no habría sido de interés. Como dice Melero: “La habilidad para presentar un gran volumen de información sobre un asunto complejo, en una forma concisa y accesible. Al resumir una materia polémica en unas cuantas páginas, los lectores tienen la posibilidad de familiarizarse con relatos de actualidad que de otra manera habrían ignorado. Y más allá, al representar visualmente los personajes y sus acciones, el artista puede recrear visceralmente un sentimiento, y activar un impacto emocional que despierte de la apatía sectores poco sensibilizados”.
El trabajo de Sacco ha dejado una fuerte impronta en la línea del cómic periodístico, en el cual hay diversos registros y estilos; entre los que se cuentan las crónicas de viaje de Guy Delisle, los cuadernos rusos y ucranianos de Igort, los cómics históricos de Jacques Tardi, la reconstrucción de la historia y la memoria en Los surcos del azar de Paco Roca, los documentales de Étienne Davodeau, los reportajes de Sarah Glidden y Jesus Cossio; o libros entre la entrevista y el testimonio como La guerra de Alan, de Emmanuel Guibert, los artículos de divulgación de Dan Archer, Susie Clage, Josh Neufeld y Ted Rall, y El hábito de la mordaza de Germán Andino, ganador del premio Gabo en la categoría innovación en 2017, un cómic multimedia que narra el fenómeno de las pandillas en Honduras a través de un tira cómica de cien metros de largo.
Sumada a la aparición de estos autores, existen proyectos dedicados exclusivamente a la publicación de cómic periodístico como La revue Dessiné, una revista francesa fundada en el año 2013. La revista que fue creada por autores de cómic, sirve de enlace entre periodistas y dibujantes. Una publicación con una periodicidad trimestral, en versión digital y papel, con un tiraje que alcanza las veinte mil copias; presenta un poco más de doscientas páginas de información a través de documentales, crónicas, entrevistas, columnas de opinión y noticias dibujadas.
En Colombia es conocido el libro Caminos condenados, un trabajo publicado por el sello Cohete Cómics, que funde el resultado de la investigación académica de Diana Ojeda y el guion de Pablo Guerra, el dibujo y la narración gráfica de Camilo Aguire y Henry Díaz. El proyecto 4 Ríos que cuenta historias del conflicto armado en Colombia. Los reportajes ilustrados de Pablo Pérez (Altais), un periodista que ha ilustrado entrevistas y columnas de opinión para diversos medios nacionales. El trabajo que adelantó el colectivo Globoscopio donde representaron gráficamente los territorios de Tulapas (en Urabá) y La Palizúa (en Magdalena), dos lugares atravesados por el despojo paramilitar. Algunos trabajos sueltos como la adaptación a cómic de Joni B de la crónica “Cuando los muertos hablan”, del periodista Daniel Rivera. El sabor de la tierra de Edmond Baudoin y Troubs, dos autores franceses que hace unos años viajaron al departamento del Caquetá para retratar cómo a decenas de miles de campesinos les han arrebatado su tierra y han sufrido desplazamientos masivos, secuestros y masacres por el enfrentamiento entre paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes. Estos trabajos tiene un antecedente, las cuatro historietas gráficas que fueron compiladas bajo el título: Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica, ilustradas por Ulianov Chalarka en los años setenta; un trabajo que tuvo como objeto reconstruir la historia de la tenencia de la tierra, del despojo y de la organización de los movimientos campesinos en estas zonas del país a los largo del siglo XX.
Algunas de las características singulares del cómic periodístico se desligan de la impronta objetivista del periodismo. Es decir que dibujar reportajes en primera persona en muchos casos pone de antemano el estilo del autor, no hay un filtro como sucede con la edición convencional y el texto: “El reporterismo en cómic desactiva todas las convenciones del realismo objetivista. Por lo general está narrado en primera persona, no tiene intención fotográfica y recurre a los recursos de un lenguaje (el icono, el símbolo, la onomatopeya, la caricatura...) que distorsiona por principio, que no sabe ni quiere ser literal”, concluye el escritor español Jorge Carrión. Así mismo, es engañoso pensar que una cámara fotográfica o de video tiene una naturaleza más objetiva que un lápiz, las imágenes de todo tipo pueden ser intervenidas, con encuadres y retoques que muestran una idea parcial de una historia.
Sin embargo, algunos trabajos como El Fotógrafo de Emmanuel Guibert, Didier Lefèvre y Frédéric Lemercier, y La grieta de los periodistas Carlos Spottorno y Guillermo Abril han integrado la fotografía al cómic, a su espacio y su sintaxis narrativa; en el primero, Guibert ancló a una narración gráfica las fotografías que había tomado Lefèvre en una misión de médicos sin fronteras en Afganistán en los años ochenta. En La grieta, no hay dibujos, no hay un trazo de lápices o tintas, solo hay fotografías en secuencia, para ello Spottorno hizo un tratamiento de la imagen que difuminó sus contrastes y profundidad, acercando cada fotograma al trazo del dibujo realista, en lo cual utilizó un programa que convierte fotografías en ilustraciones. En ese sentido, el cómic periodístico no ha instalado fronteras creativas, se expande, haciendo uso de herramientas, alternando formatos y estilos, puesto que sus materiales pueden ser tanto el lápiz, la tinta o la cámara.
Ya han pasado más de treinta años desde la primera publicación de Maus de Art Spiegelman en la revista Raw, y el posterior premio Pulitzer. Maus, que hace parte de la llamada “generación del 86” junto a Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons y Batman The Dark Nigth Returns de Frank Miller y Klaus Janson, supuso una vuelta de tuerca en el curso de los cómics, una publicación que de alguna forma lo cambió todo y abonó el terreno para que muchas barreras cayeran, lo cual hizo que el periodismo dejara de fijarse tanto en el futuro y pareciera estar regresando a sus orígenes; al reportaje de papel y lápiz, cambiando progresivamente la percepción que hoy tenemos de lo que es un cómic, como comentó Spiegelman refiriéndose a las posibilidades de este arte: “Tengo la impresión de que el cómic ha pasado de ser un icono del analfabetismo a uno de nuestros últimos bastiones del alfabetismo”.