Antes de la construcción del estadio Atanasio Girardot el fútbol en Medellín se jugaba en mangas más o menos adaptadas para que rodara un balón: en la grama interior llena de parches de arenilla del antiguo hipódromo San Fernando, por ejemplo, que en realidad quedaba en Itagüí. Así fue hasta 1937 cuando se puso en consideración un proyecto para construir un estadio con todas las de la ley. Pero fue solo en 1946 que se adquirieron los terrenos para hacerlo: unos lotes inmensos en una zona llena de descampados que se llamaba Otrabanda y donde se planeaba levantar “el Medellín del futuro”. El proyecto de estadio no consistía solamente en una gramilla con tribunas, sino que era una amplia ciudadela deportiva con varias canchas para más deportes, adornada con bulevares y plazoletas como bien puede verse en los dibujos hechos por el arquitecto Nel Rodríguez — una vista general del estadio y el detalle de la circulación bajo las graderías— y en la maqueta a escala, que es de 1940.
Como suele pasar, todo el proyecto se retrasó y en marzo de 1953 se entregó un estadio solitario. Pero Medellín tuvo por fin un lugar para que sus equipos jugaran fútbol de manera decorosa y eso alegró a la gente. Luego, año a año, se fueron construyendo e integrando otros escenarios hasta conformar la Unidad Deportiva Atanasio Girardot que conocemos hoy en día.