Nunca he visto en acción a un controlador aéreo, pero creo que Puntilla es muy parecido. Sin salirse del pequeño cuadrado que forman el mostrador, la vitrina, dos impresoras del porte de lavadoras y un computador amarillento, al mismo tiempo que le indica a una novata que mueva el maus para que se le ilumine la pantalla y a otro que marque 593 para llamar a Ecuador, le pega la foto 4x4 a la hoja de vida que un muchacho acaba de fotocopiar. Todo eso sin dejar de mantener aterrizada nuestra conversación y darse el lujo de bromear con un cliente: “Le devuelvo con monedas porque los billetes de mil están más escasos que los de cincuenta”.
No sé si deba extrañarnos o preocuparnos, pero lo cierto es que La Tienda del Humor de la Plazuela Uribe Uribe, en pleno Centro de Medellín, es papelería, fotocopiadora, central de llamadas internacionales, alquiladero de internet, menudeadero de minutos, y últimamente puesto de exhibición de las cremas y lociones que ofrece la esposa de Puntilla. De otra forma no se mantendría en pie, pues lo que es el surtido de libros, afiches, videos, cidís y revistas de humor poco se mueve.
Y es un buen surtido. Abarca desde la recopilación de chistes del clásico Montecristo hasta libros extraños como Cuentos humorísticos y sentimentales, de Christian Andersen, pasando por las películas de Cantinflas y Chaplin, los dibujos de Fontanarrosa, los videos de Tola y Maruja, los de Benny Hill, los de La Nena Jiménez, los de Les Luthiers, los de Los Tres Chiflados, los de Risaloca, los del Águila Descalza, los de los Tolimenses… y un elepé de los otrora célebres payasos Gaby, Fofó y Miliki.