Faltan pocas semanas para las elecciones presidenciales y ya es claro que esta vez no habrá ola ni debates ni ideas. Las noticias de los últimos días sobre la campaña hablan del regreso de un estilista venezolano al que llaman J.J. Rendón, de unas encuestas falsas que animan al Centro Democrático contra los escrutinios indeseados, y del humor de Marta Lucía Ramírez que se remangó con jabón de barra en un aviso contra la corrupción. Pacho Santos pronostica el desastre sin el valor para pronunciar la palabra "hecatombe", y las Farc dicen que los gobiernos pasan y los "procesos" quedan.
Los candidatos solo se miran a sí mismos y las comparaciones quedan limitadas a las encuestas. Trabajan los grupos estratégicos y se adormece la opinión pública. Hace cuatro años un profesor silencioso y confundido logró desatar una supuesta avalancha. Hoy, la opción de los aburridos, los desentendidos, los desencantados y los abstencionistas es el voto en blanco. Una quimera reluciente. El péndulo entre guerra y paz que ha elegido presidente en los últimos años, sea por la silla vacía o la silla de montar, ahora es el fantasma de una posibilidad. Y los grandes conflictos del agro, la salud, la justicia y la educación pasan por debates que se surten lejos de los presidenciables. Además, como un castigo del infierno que les pertenece, cuando parecía que iban a ser protagonistas se murió García Márquez y les robo una semana. Después, un tribunal de restitución de tierras le devolvió el balcón a Petro y alcaldía de Bogotá mata presidencia.
Ahora más que nunca serán más importantes los coordinadores logísticos que los programáticos, eso quiere decir que es más relevante el encargado de contratar los buses para el 25 de mayo, que quien traza la política de transporte urbano para lidiar un Transmilenio desbordado en Bogotá y siete quebrados en las demás capitales. Lo ideal es que la elección de Congreso se pareciera cada vez más a la presidencial: más sencilla, más libre, menos prometedora para las primas y los sobrinos. Una elección aunque no soberana, despreocupada de la urgencia. Pero según parece los congresistas, los diputados, los gobernadores, los alcaldes y los concejales serán los animadores de las presidenciales. Y lo harán entre las sillas Rimax de los directorios. Por eso en la campaña de Santos se burlan de la de Peñalosa, que anda en bicicleta y no ha contratado un solo bicitaxista. Y se ríen en silencio de Uribe que volvió a la lucha contra "la corrupción y la politiquería".
La apatía desbordante tiene explicaciones suficientes en las duplas del tarjetón: Lo más emocionante de la campaña de Oscar Iván fueron los recitales poéticos de Uribe. Por lo demás las "zetas" de ese zorro de Pensilvania inducen al sueño. Los estrategas todavía deciden si él debe acompañar a Uribe sus correrías o si Uribe debe acompañarlo a él. Ni Oscar ni Iván ni Zuluaga saben ponerse bravos, entre los tres no logran convocar a Telecafé y sus propuestas no las comenta ni Juan Lozano. No vende el zorro que sigue a pie juntillas al pastor.
Marta Lucía no ha logrado salir de precandidata. Hasta hace unos días libraba más una pelea con los directorios del conservatismo que una batalla por la presidencia. Su papel fue sobre todo el de quien crea un cisma entre barones regionales, caminadores de concejos y congresistas de escalinata. Será la última con un agravante: no nos ha hecho reír tanto como Noemí hace cuatro años.
Peñalosa es un ciclista solitario, de esos que salen del lote desde el comienzo de la etapa y luchan contra el viento de cara durante horas, siempre mirando más hacia atrás que hacia adelante. En los últimos días lo más resonante de su campaña fue una gresca de repartidores de volantes y policías bachilleres. Y la escasez de los avales partidarios lo llevó a tener alianzas con sus enemigos naturales. Se le reconoce haber nombrado una amiga como fórmula vicepresidencial.
Clara López y Aida Abella caminan de gancho mientras repiten con menos vehemencia la cartilla del Moir de Robledo. Como muestra de las paradojas que traerá un supuesto acuerdo de paz, la candidata a vice, la mujer más a la izquierda de la democracia legal, estuvo cerca de ser asesinada por el ELN. Petro les ha robado las marchas y algo del descontento espontaneo, ahora dependen de la dignidad papera. Además la gente recuerda el amarillo de Samuel Moreno.
Santos, a quien ahora llaman Juan Manuel, ha terminado a la sombra de Vargas Lleras. No tanto por desproporción entre los jefes como en el caso del Centro Democrático, si no por simple estrategia. El presidente oculta su carisma tras la garra de Germán Vargas. Santos solo tiene una gracia. El presupuesto. Pero su campaña sí ha tenido una revelación política, una figura renovadora que transmite propuestas y esperanzas, Tutina, la llaman en confianza.