Número 44, Abril 2013

Colombia number one

Carlos León Gaviria Ríos

 

Del libro Colombia en la Guerra de Corea: memorias veteranas, escrito por Carlos León Gaviria Ríos y próximo a publicarse. Fragmentos que alumbran esas lejanas batallas traspapeladas entre las muchas locales.

 

 

El Batallón Colombia fue asignado, luego de su entrenamiento, al 21 Regimiento de Infantería Gimlets (Taladros) de la 24 División Victory del VIII Ejército norteamericano. Una vez el Batallón Colombia ocupó su lugar en el campo de batalla, la radio de Peiping, bajo control comunista, lo saludó en español: "Bienvenida a los soldados colombianos en su llegada a línea de fuego. Esperamos conocer el valor de estos suramericanos". El 7 de agosto de 1951 comenzaron las pruebas de valor. En su primera patrulla ofensiva, con la que quisieron conmemorar la batalla del Puente de Boyacá, fueron heridos once soldados. Desde su posición el Batallón envió patrullas de reconocimiento ofensivo, lo que le costó, el 7 de octubre, sus primeras tres bajas: el sargento David A. Hurtado, el soldado Oliverio Cruz y el cabo primero Helio de Jesús Ramos, autor de la letra del himno del Batallón Colombia.

Tras su brillante desempeño en la Operación Nómada el general norteamericano James Van Fleet dijo que el Batallón Colombia "había sido importante factor en el triunfo"; otros oficiales se refirieron a su actuación diciendo: "Ellos fueron los primeros en esa acción, son muy bravos". Desde ese momento la unidad colombiana y sus integrantes fueron conocidos con el título de Colombia number one.

"Era muy bueno cuando a uno le veían las distinciones y le decían Colombia number one. Al principio era raro, pero uno se acostumbra. Imagínese que hasta las Papá Sam o Mamá Sam (así llamaban a los ancianos coreanos) nos empezaron a decir así. Ya nos reconocían como los mejores soldados en Corea, porque nos tocaba pelear en unas partes muy duras y siempre salíamos bien; hasta cuando nos tocaba retirarnos nos felicitaban por no salir huyendo, sino siempre dando la cara al enemigo. Imagínese uno ir por la calle, de permiso, y cualquier persona de allá nos gritaba ¡Colombia number one! Eso me hacía sentir que éramos importantes. Antes a los turcos también los llamaban así, pero después a nosotros", dice Jesús Enrique Zapata Restrepo, veterano de esa guerra.

Ni odio, ni pesar
Al preguntarle qué sentían por sus enemigos, el mismo veterano responde: "No sentía ni odio, ni pesar, ni nada. Es un trabajo y lo que no hace uno en contra del enemigo, él lo hace en contra de uno o de un compañero. Uno se limitaba a realizar su trabajo, nada más, nada menos".

Mario Francisco Ramírez Calle también dice que "nada. Ni por los chinos ni por los coreanos, simplemente cumpliendo el deber de soldado. Estábamos en una guerra apoyando, pero ni sabíamos bien el motivo, ni siquiera por qué se separaron las dos Coreas".

"Odio no. Los que tenían odio por los norcoreanos, siendo casi hermanos, eran los surcoreanos. Esos sí tenían por qué aborrecerlos, porque ellos dividieron el país. Creo que en la guerra uno no siente un odio por nadie, a uno porque lo obligan a pelear, para no dejarse matar o que maten un compañero", concluye Pablo Emilio Chalarca Cano (qepd).

El que no se sintiera desprecio u odio hacia los enemigos se ratifica con el buen trato que el Batallón Colombia dio a los prisioneros que capturó.

"El primer prisionero que hicimos casi se enferma, le dieron comida y cigarrillos y que una cosa y que la otra; ese hombre estaba feliz. Así fue con los otros prisioneros, pero ya más tranquila la cosa porque había pasado como la novedad", cuenta Francisco Antonio Carvajal (qepd).
 

Colombia number one

 

El miedo

Los veteranos José Agustín Urrego Beltrán, Abel Camargo Infante (qepd) y Jesús Enrique Zapata Restrepo coinciden respectivamente en que el miedo no los desamparó en Corea.

"A mí me tocaba salir de patrulla, lejos, bajar a una hondonada y volver a salir. Y eso era peligroso porque caía mucha artillería del enemigo. El enemigo dispara a la loca, sin ver nada, a ver si coge gente haciendo cualquier vaina. Uno llora, yo lloré varias veces; sentirse uno en esas condiciones, quince días sin bañarse ni cambiarse, metido en uN hueco donde si llueve se vuelve un barrial y uno ahí como un marrano".

"Lo más desmoralizador, se puede decir, eran los ataques de artillería. Los hacían más bien por la noche, pero también en el día. Recuerdo como unas tres o cuatro veces que fueron muy fuertes, oía uno en el aire 'suschhhh' y cuando caía el proyectil volaba la candela; uno no sabía dónde meterse. Eso era horrible, uno le tenía miedo hasta al ruido. Si uno veía que caían cerca, decía: 'Dios mío que no, que no'; si por el contrario estaba muy callado el asunto, eso era malo porque de pronto significaba que ya venían a atacar. Como quien dice, uno nunca estaba tranquilo del todo allá en la línea".

"Al principio yo sentía un miedo tremendo, sentía que se me subían las bolas aquí. Yo me decía: 'no vuelvo a Colombia, pero como tengo que sobrevivir me tengo que defender'. A los meses ya lo controla uno y se acostumbra. Daban la orden de que había que ir a un combate, y uno iba y atacaba como realizando un trabajo".

Masacre de lao y lao
En la defensa de la colina Old Baldy, en el área principal de resistencia de las Naciones Unidas, y cerca de la capital norcoreana Pyongyang, el Batallón Colombia enfrentó el combate más fuerte. Los 250 colombianos que la defendían resistieron tres asonadas enemigas, y debieron abandonarla tras agotar sus municiones y sufrir más bajas que en el resto de las operaciones en que habían participado hasta esa fecha (95 muertos, 97 heridos, treinta prisioneros y dos desaparecidos).

"Esos combates eran muy fuertes. Por ejemplo, el de Old Baldy fue como una masacre de lao y lao, porque esos chinos se le tiraban a uno en manada; uno pone el fusil y caen muchos, y ellos siguen y siguen llegando en una gritería y con un fanatismo muy verraco. Nosotros estamos orgullosos de la labor que cumplimos allá y del alto nombre con que dejamos a Colombia, pero no se puede negar que el costo fue muy alto, tanto en vidas de colombianos como chinas", recuerda el veterano Hildebrando Vélez Velásquez.

 

 

 

 

Colombia number one

  
 

 

Otro veterano, Joaquín León Gaviria Espinosa, describe los combates "como estar en un infierno. Uno ve a los compañeros caer heridos o volar en pedazos. Aunque uno tiene cómo defenderse y el otro también, no deja de ser una matanza".

El testimonio completo del veterano Ricardo Antonio Giraldo Rodas, quien combatió en el Old Baldy y allí perdió a todos sus compañeros, nos pone en escena con mayor precisión:

"Eso fue cinco días después del ataque al cerro 180, que ya salimos para la línea otra vez. Éramos maliciosos y pensábamos que ahora sí nos iba a atacar esa gente, después del ataque que les dimos en el 180. Los chinos reaccionaron y dijeron: a esta gente hay que ponerle un tatequieto. Ya estábamos allá, en las posiciones. Como yo era especialista en la ametralladora .30, me mandaron a la posición adelantada. Presentí algo, me fui al dormitorio, al búnker, y saqué lo que eran fotos y le prendí una lamparita a una imagen que tenía de la Virgen del Carmen. Cuando volví, el cabo González me preguntó adónde había ido y le contesté que a prenderle una velita a la virgen. Me dijo que había hecho muy bien, porque él presentía que se venía algo grande. Estábamos en esas cuando… Eso era como cuando descargan una volquetada de piedra, así cayeron las explosiones encima. A mí me corrió una cosa por todo el cuerpo, me cuadré en la ametralladora y le apreté el gatillo a eso. Ya se oscureció y el otro cabo me dijo: 'esto se trabó'. Yo le dije 'véngase para acá', y cómo le parece que me quito yo, se para él en donde yo estaba y ahí mismo cae la granada. Sentí que cayó, no dijo nada, no dijo ¡ay! siquiera. Yo sí sentí como cuando sale una fuente de agua, era la sangre de él; mataron al compañero. Me paré en esa ametralladora, le corrí el mecanismo y funcionó. Le dije a otro soldado: 'agarre esa ametralladora ahí'. Él se paró y empezó a disparar, al rato ya no escuché más, lo mataron también. Esto ya se puso muy serio, pensé yo, ya sin quién me amunicione ni nada. Los pensamientos son rápidos, es un instinto bravo, fuerte. Entonces se vino un tierrero encima y me corrí para el lado y me enredé. Tuvo que ser con el otro soldado que estaba ya ahí tirado… muerto. En un medio reflejito de luz que hizo vi al teniente que estaba en un rincón, acurrucado contra el fondo del búnker, herido y asustado. Entonces lo agarré y le dije: '¿Nos vamos a dejar matar aquí, nos vamos A dejar sepultar vivos?. Vamos para afuera por esa zanja, para la línea'. Iba recostado y agachado cuando vi una cosa, un bulto. Como estaban lanzando bengalas vi clarito que el arma que tenía no era de las nuestras; es un enemigo y ya están encima, pensé. Bueno, a la mano de Dios. Cerré los ojos y apreté el gatillo de la carabina, no pensé sino en defenderme y proteger al teniente, que creo que iba detrás de mí. No me di cuenta si cayó, sí me di cuenta que pasé por encima de muchos caídos hasta que sentí que volaba por el aire. Quedé privado. Cuando abrí los ojos vi unos tipos con ojos rasgados y me dije: 'ay Dios mío, estoy prisionero'. Cerré los ojos y me quedé quieto otra vez, los oía hablando y no entendía ni pío. Al rato los volví a abrir con cautela y vi dos monos grandes, eran gringos, entonces me quedé con los ojos abiertos. Amanecí tirado a la orilla de la zanja. Cuando desperté era el otro día, tarde. No podía moverme. Con un intérprete pude preguntar por qué estaba tan hinchado. Me contestaron que era por los golpes de las ondas explosivas de las bombas y el fuego de artillería, además de la caída; parecía un monstruo. No sé cuántos días estuve hospitalizado. A lo último me mandaron donde estaba el resto del Batallón, con una orden de reposo y de observación, y lejos de cualquier arma. Duré mucho tiempo como despistado hasta que fui volviendo. Me pusieron por ahí a mirar, en labores suaves. Después supe que la posición en la que estaba fue arrasada de la línea. No volví a ver a ninguno de mis compañeros, el teniente murió allá; de mis amigos no volví a ver a ninguno. Eso lo golpea a uno en la mente".

Colombia number one

 
Estado de indigencia

Los diferentes gobiernos nacionales que se han sucedido desde el final de la guerra coreana han mantenido a estos veteranos en un olvido casi total. Estos hombres debieron esperar hasta 2001, cuando la Ley 683 creó un auxilio económico para ellos y los veteranos del conflicto con el Perú, un subsidio mensual equivalente a dos salarios mínimos vigentes; sin embargo, la ley señala que los excombatientes deben estar "en estado de indigencia" para recibirlo.

A pesar de los años, la camaradería entre ellos no ha desaparecido, y han conformado una hermandad que se ha fortalecido con el tiempo. En la actualidad, los soldados que integraron el Batallón Colombia continúan reuniéndose periódicamente, con el objeto de rememorar sus acciones, compartir anécdotas y honrar la memoria de los compañeros caídos en combate y de los que han desaparecido a lo largo de los años. Se reconocen entre ellos con una frase que día a día cobra más fuerza entre los que aún sobreviven: ¡Soldados veteranos: unidos en la guerra, hermanos en la paz! UC

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