Cuando escribí algunos recientes artículos para el Universocentro mi pequeño equipo clonado de microcomponentes aiwa/samsung con cuatro rompevientos estaba empezando a experimentar ciertas manías de canibalismo con los cd. Desaparecían dentro de la bandeja ponedora de tres puestos cuando debían aparecer para cambiarlos, para irse quién sabe dentro de qué otra dimensión sonora. Simplemente, en la bandeja abierta no había ninguno de los tres cd, y físicamente ningún escondite apreciable en la esbelta silueta del aparato. Solo después de apagar y encender varias veces la caja y salir y entrar la bandeja sin nada en ella, volvían a aparecer en su lugar después de que la pantallita me advirtiera furiosa: “Error: no disk – Good bye”; hasta que, como por encanto de cuento, después de un cigarrillo verde allí estaban de nuevo sin dar señales de haberse ido a ninguna parte.
Esa historia digna de duende travieso me tuvo muy pensativo algunos días para atreverme a poner, luego de varios años y de un solo tacazo, los tres cd que componen la trilogía más bizarra de Tom Waits, Huérfanos: pendencieros, vociferantes y malparidos –que es una de las posibles traducciones de Orphans: brawlers, bawlers and bastards (2006), una de las más retrecheras obras anticonceptuales del rock en cualquiera de sus jodidas épocas, desde la tristemente célebre canción de navidad Quisiera ser el Diablo (1957) de Lisandro Mesa.
Pertenece a Waits la hermosa metáfora del piano que se queda solo, bebiendo bourbon como un corsario mucho después de que el pianista ha sucumbido bajo el banco y ronca junto a los pedales. La infame fama alcohólica de Tom W. lo ha perseguido aunque desde los años setenta, lo que completa casi media triste vida, haya dejado de rendirle culto a los líquidos cristales, y cada vez su voz es más pirata y más ronca y bronca, y en verdad podría decirse asustadora y siniestra aunque entone un villancico exorcista con los Ángeles Negros en la sacristía de las Madres Catódicas.
Creo que después de Huérfanos Waits ha producido otro par de… “Dígame usted cómo es que se llaman ahora los no-cd”, pero pienso que con la caja triple de 2006 puso la barra al tope y nunca más saltará más alto a ninguna nube.
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¿Cómo decirles esto, nenas? Tom Waits es un artista para hombres de oídos muy curtidos y es especialmente didáctico y/o pedagógico para cuando después de varios días de romance pegotudo con una poetisa ninfómana en un apartamento clandestino del centro, aunque muy ella Daiana Krall y muy Marianne Faithfull, te tiene los nervios a reventar mientras piensas: “bueno, y cuándo es que se va a ir esta señora para su casa con sus hijos”, entonces decides que este sábado por la mañana es el peor de los momentos para hacerle la trastada y desenfundas desde el fondo del baúl a los pobres tres huerfanitos de Waits, cierras todas tus doblesventanas, metes a la bandeja los plásticos y con el sonido al máximo le das start a la caja gris. Tu musa fingirá que el asunto le gusta a lo sumo media hora, toda la obra de 56 cortes y recortes ejecutados por 84 músicos dura como 300 minutos, y pronto la verás vistiéndose a la carrera para irse a casa a arreglar las cosas, mis amores. Y con seguridad no volverá si le dices que de hoy en adelante solo escucharás a Waits porque únicamente sobre este triple álbum vas a hacer tu tesis de incomunicador social transgénero durante un año para luego optar al cargo de presentadora de Telealcaldía como la exuberante argentina Florencia de la V.
La caja original de Orphans para coleccionistas tiene un libro de 94 páginas con textos, palimpsestos y cantidad de fotos, pero como yo solo alcancé a comprar el último álbum sencillo que quedaba en NY en el invierno del 2006, les ofrezco lo poco que he rescatado de allí, de mano propia del cantante de rock más feo que se conozca y en apariencia todavía vivo aunque en constante desintegración.
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Cuando yo era pequeño…
–…siempre pensaba que los escritores de canciones se sentaban solos ante sus pianos verticales en estrechas y pequeñas habitaciones llenas de humo y cenizas y que todo venía por la ventana, volando a través de ellas con el viento y pasando junto al piano se volvían como una canción…. Y de una extraña manera eso es exactamente lo que pasa.
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–¿Qué es Orphans? No lo sé. Orphans es un chico de un callejón sin salida que conduce un ataúd con grandes ruedas a lo largo del río Ohio, usando enormes gafas de soldadura, y un tipo que le pega a la mujer y lleva un volador prendido en la oreja.
–En el centro de este disco está mi voz. Hago lo mejor que puedo para atragantarme, pisar fuerte, llorar, susurrar, gemir, hacer sibilancias si usted sabe de qué se trata eso, eructar, encolerizarme, zumbar, seducir. Con mi voz puedo sonar como una chica, como el hombre que hace el boogie-boogie, como ese instrumento que se llama el theremin, como una bomba de cereza, un payaso, un asesino. Puedo ser tribal. O irónico. O parecer corrido de la teja. Mi voz es de verdad mi instrumento…
–Si un disco en verdad funciona como se debe, debe ser hecho como una muñeca de trapo hecha en casa, con lentejuelas a modo de pelo, conchas de caracol para las orejas y rellena de caramelos y monedas. O como el bolso de una buena mujer con una navaja del ejército suizo y un “kit” o juego para mordeduras de serpiente.
–Huérfanos tiene canciones para todas las ocasiones, según se miente con rima en los jingles. Algunas de ellas fueron escritas en medio del caos y grabadas en una noche en un carro en movimiento, otras se escribieron en cuartos de hotel y se grabaron en Hollywood durante épocas de grandes incendios. Aquí es cuando el conflicto de pequeña hierbecilla retoña como drama. De cualquier manera las que quedan fueron las que sobrevivieron a la inundación y fueron rescatadas de las ramas de los árboles después de que las aguas bajaron.
–En Huérfanos hay un mambo sobre un convicto que se escapa de la cárcel con una espina de pescado, una canción gospel de las que se cantan en los trenes sobre Charlie Whitman y John Wilkes Booth el asesino de Lincoln, un blues del delta sobre un vecino molesto, una pieza hablada sobre una mujer que fue alcanzada por un rayo, un madrigal del siglo XVIII acerca de una rivalidad asesina entre hermanos, una pastoral americana sobre un ahorcamiento. Incluso una canción de Jack Kerouac y un spiritual con mi propia y personal petición al Señor, con oración. Incluso hay una canción-espectáculo sobre un monaguillo viejo y una canción de vitrola sobre un joven que suplica que lo entierren.
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