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     Número 37 - Agosto de 2012


EDITORIAL
¡Cómo cambian los miedos en la vida!
Ana Cristina Restrepo Jiménez. Ilustración: Pablo Jaramillo

Recuerdo cuando vi la película Encuentros cercanos del tercer tipo (Spielberg, 1977), creí que no volvería a dormir del pánico que me producía la idea de que los extraterrestres vinieran por mí. Al mismo tiempo, la literatura me mostraba caminos sombríos: la posibilidad de que mi padre me abandonara como a Hansel y Gretel, o vivir condenada a tender las camas de siete enanos en un bosque. Pasaban los años y los miedos continuaron en ascenso con los cuentos de Edgar Allan Poe y, ya en la juventud, adoptaron un matiz mucho más complejo al leer el pensamiento político de Carl Schmitt (teórico, antisemita radical y consejero del Partido Nazi).

Sin embargo, después de ser madre y explicarles a mis hijos que no hay monstruos dentro del clóset ni debajo de la cama, he descubierto qué es el miedo (el de verdad)…

Todo empezó una tarde cuando descubrí que el expresidente Álvaro Uribe Vélez iba a dar una conferencia en el colegio de mis niños. No era una charla en horario escolar ni era obligatoria, pero los alumnos de grados superiores estaban invitados. Antes de preocuparme, busqué los contenidos de la ponencia llamada Liderazgo, la cual ofrece desde hace algún tiempo en colegios privados (http://www.youtube.com/watch?v=4esrimQUxAA).

Entonces, con la compañía de otras dos mamás del colegio, nos entregamos la tarea, infructuosa, de sugerir un interlocutor para la conferencia del expresidente o tratar de enmarcarla en una programación de cátedra pluralista. Carlos Gaviria Díaz e Iván Marulanda gentilmente habían accedido a participar en conferencias posteriores, sin costo alguno para el colegio. Con las firmas de unas veinte parejas de padres de familia intentamos buscarle una segunda y tercera voz a la de Uribe. Tiempo perdido. A toda sugerencia de interlocución o formación pluralista nos respondieron: no.

Pluralismo era lo único que pedíamos.

Pero, como dice un costeño que vende mango biche por mi casa: "¡eso por acá no pegó, seño!".

Crecí en un hogar muy conservador. A mi padre, quien participó en política, jamás se le ocurrió ni siquiera insinuar que su verdad era la única. En los anaqueles de la biblioteca de mi casa estaban La Biblia al lado de las obras de Nietzsche, las Confesiones de San Agustín con Las flores del mal de Baudelaire, y Mi lucha, de Hitler, lomo a lomo con el Romancero gitano de García Lorca.

Liderazgo

No había obras prohibidas ni comentadas con suspicacia: solo estaban ahí, esperándonos a mi hermano y a mí.

¿De qué tengo miedo después de haber ido a la conferencia Liderazgo por Álvaro Uribe Vélez?

Miedo de ver a jóvenes creyendo en un líder y no cuestionando y razonando a través de él. Miedo de observar a adultos cuya definición de país se resume en carreteras seguras. Miedo por la indiferencia de las directivas y juntas de padres de algunos colegios ante las inquietudes de corte humanista. Miedo porque en nombre de las mayorías, las minorías somos pisoteadas e ignoradas. Miedo porque sé que hay padres de familia que piensan como yo (muy pocos, tal vez) pero no son capaces de dar la cara… ¡el silencio es la fuerza, el alimento del autoritarismo!

¡Miedo de que haya niños que crezcan bajo "la luz" de una verdad absoluta e irrefutable y no sean capaces de mirar más allá de las montañas de este valle!

¿Cómo decantar el discurso aislado de Álvaro Uribe Vélez sin haber leído antes a Platón, a Hanna Arendt, a Bertrand Rusell, a Fernando González, a Estanislao Zuleta?... ¿o al menos sin haber leído las noticias por la mañana?

Álvaro Uribe Vélez no está haciendo nada ilegal ni prohibido: él puede hablar donde quiera. Tiene derecho a la libre expresión. Mientras no existan procesos penales en su contra, no habría razón para censurarlo en un espacio escolar.

Pero a papaya dada, papaya partida: si en un acto de ingenuidad política, los colegios invitan al expresidente como discurso único y aislado, él hace lo propio: habla sobre su liderazgo, el que lo erige como caudillo y héroe, gracias a sus obras como servidor público.

Sin posibilidad de maniobra y sin una versión que contraste, quedamos en manos del criterio, ojalá pluralista, de los profesores de sociales.

Ya sé que los extraterrestres no me llevarán. Desde la infancia mi padre conjuró mi miedo al abandono: ni siquiera después de muerto me ha dejado sola. Y sí hay algo peor que vivir en el bosque con siete enanos desordenados: deambular en un reino donde el rey permanece rodeado de espejitos que le repiten sin cesar: ¡eres el más bello de todos!

Llegó la hora de confesarles a mis hijos que sí había monstruo dentro del clóset. Uno real, tangible: el adoctrinamiento. UC