Número 28 - Octubre de 2011
Buscar farsantes es un impulso natural. El ojo y el cerebro humano están diseñados para identificarlos. Hace parte del instinto de supervivencia. Pero quitarles la máscara, envolverlos en una telaraña pegajosa y digerirlos poco a poco no es tan fácil. Entregamos una reflexión sobre el disfraz de todos los días y cuatro víctimas para que se diviertan.