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Número 21 - Marzo de 2011 

Antimateria

 
El caso TIPico
 

En el mural periódico Ayahuasca, en el bloque 9 de la Universidad de Antioquia, un dibujo salido de madre expresa lo que está en la cabeza de la comunidad estudiantil después de la implementación de la TIP: el lienzo de ladrillo se llena con un grueso policía antidisturbios cuyos ojos son un par de calaveras. A sus pies campea un lema de apaleada creatividad: "Ellos tienen las armas, nosotros el saber". Algo más que paranoia inspira el grotesco monigote: en las afueras del campus —con fidelidad de enamorado que hoy atisba desde Barranquilla y mañana desde El Ferrocarril—, hace su ronda un carro antimotines. Es verdad que, por la profundidad de su reposo, casi se confunde con un carrito crispetero, y que poco falta para que un "compañero" acabe de arraigarlo al Alma Máter estampándole una "pinta" —algo como "¡Apoyar la guerra en Nepal!"—; sin embargo, a diferencia de lo que se pensaba hasta septiembre del año pasado, ahora se sabe que semejante burro de Troya puede colarse a los predios universitarios el día menos pensado.

Mientras tanto, las demás "anomalías" tienen sin cuidado a los estudiantes. Las ventas informales toman un segundo aire y reconquistan el espacio perdido durante las redadas administrativas del año pasado: ya se ven cobijas haciendo las veces de mostrador, así como surtidos selectos de viejas joyas bibliográficas descontinuadas. Hacia la trastienda, los penachos de humo de la Cannabis sativa y las demás especias malditas se levantan que es un primor. De robos y otros delitos se habla poco, aunque hay quien dice que el año pasado, la mismísima semana en que se reabrió la universidad, hubo atracos a medio día, en pasillos repletos y con uso de pasamontañas naranjados de tonalidad "Defensa Civil"; una especie de "Aquí estamos y aquí nos quedamos", como dicen que en su momento dijo Ernesto Samper.

 

Las directivas saben bien lo que se está cociendo, y han actuado u opinado con tanta blandura como radicalidad. A veces apelan a la sublime noción del "libre desarrollo de la personalidad" y con dulzura exhortan a los implicados a apagar el bareto, cerrar el chuzo o poner pies en polvorosa; o se llama a la comunidad rebelde a carnetizarse, con un jolgorio civil de día electoral. Por otro lado, se ejerce en las puertas un control de acceso que ya envidiaría el reino de los cielos: escolares y conferencistas no entran si no se acreditan debidamente. Hace poco, el rector dijo a la prensa que si es preciso acabar con los cursos de extensión —puerta de entrada de personal no matriculado—, ¡los acaba!

En suma: tirios y troyanos se encuentran en la sensación de que los enemigos más temibles están afuera.

 
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