Poema de Amor a su Medellín exultado
Por Gabriel Jaime Caro (Gajaka)
Estoy rodeado de tangos,
el estadio lleno, las fachas rojas y azules,
y verde y blanco, parecen felices.
Son las tres de la tarde de un domingo de suicidas (crucial conocido
por nuestros antepasados):
el arte de morir siempre seduce al lector.
Donde hay amor hay fuerza y asalto a posteriori; te dicen
con la mirada torva: después será hermanito.
Las ganas de parar el tiempo (de 3 a 6 de la tarde, de un domingo
Medallero).
Nos roe la fatalidad de una mala noticia de nuestros antípodas.
Sube el sol, el regalo para la cabeza.
“Nuestros estados sucesivos”.
Baja lo orgánico y letrinoso.
Las más bellas antioqueñas barroquisan una corte marcial.
Cualquiera se pega a sus ruedas. Cualquiera peca.
Mata por la peca.
1-1, ¿Quién ganará? Como siempre Nacional.
En las copas de los árboles, centelleando un fruto desencantado
de veranos ciegos.
Lapidario, 2-1, por un lado las fachas verdes y blancas ganadoras,
y por el otro extremo las fachas rojas y azules; que como mínimo
van a ver la novia después de los chorros (aguardienteros),
y a su mamá (la cucha que vive todavía): “No tema mijo, mañana se
le olvida en el frente de batalla”.
O sea los lunes de animal paupérrimo.
La mocita lava la camiseta, y la noche se fue en el turbión,
con tremendo aguacero polar.
Ahora manda la malignización celular.
“Medellín a solas contigo”
Soy un chiflado, pues creo cambiar el mundo con mis presencias,
mis críticas cochinas, cochinas, cochinas.
Y saco la lengua con placer; porqué con los orígenes se juega,
aunque el ser sea extranjero momificado.
Medellín se empieza a querer con la facha azul y roja, y
termina uno follando con el verde.
A Rocío Pineda, entre tanto imperativo categórico.