Tiempo atrás, el concepto de patrimonio cultural hacía referencia a los edificios emblemáticos y a las obras físicas asociados a los valores simbólicos de una civilización o una sociedad. Hoy ese concepto ha evolucionado, se ha ampliado y diversificado. La sociedad contemporánea comprendió que el patrimonio cultural no es sólo material; también lo integra esa parte invisible que reside en el espíritu mismo de las culturas, constituida por elementos tan disímiles como la poesía, la música, la cocina, los modos de vida, las fiestas, los ritos, las danzas, la medicina tradicional, la religiosidad popular, los trajes típicos, los mitos y leyendas, entre muchos otros.
Hoy entonces hablamos de “patrimonio cultural intangible”, noción que prácticamente coincide con la definición general de cultura, definida ésta como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad y que, más allá de las artes y las letras, engloba los estilos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.
En ese orden de ideas bien podemos decir que también ciertos parques y lugares públicos pueden constituir patrimonio cultural intangible de una ciudad, no tanto por los monumentos y equipamientos que tengan (aunque también por eso), sino por la particularidad de los grupos sociales que los frecuentan y que son los que, al apropiarse de ellos, los impregnan de un rasgo distintivo y peculiar.
Un buen ejemplo de patrimonio cultural intangible en Medellín viene a ser entonces el Parque del Periodista y sectores aledaños. La calle Maracaibo, con los cruces con las carreras El Palo, Girardot y Córdoba, conforman uno de los tejidos urbanos más inquietantes y atractivos de Medellín. En ninguna otra parte se vive con más intensidad el drama de la interculturalidad, entendida como el espacio de la coexistencia enriquecedora y armoniosa de diferentes grupos humanos, cuestión primordial en la vida de las ciudades modernas.
En efecto. El Parque del Periodista es el epicentro donde confluyen y coexisten gentes—jóvenes en su inmensa mayoría— de todas las procedencias y clases: estudiantes, profesionales, artistas, teatreros, malabaristas, viajeros; así como representantes de las diferentes grupos y tendencias sociales, las llamadas “tribus urbanas”: punkeros, metaleros, góticos, raperos, etc. Paisaje urbano y paisaje humano allí se entremezclan y conforman un complejo y sorprendente conjunto multirracial y pluriétnico, donde no tiene cabida la segregación ni la ley del más fuerte.