Número 2, diciembre 2008

No hay que olvidar que es el arte y la cultura, no el tropel y la agresión, la verdadera vocación del Parque del Periodista y sus calles circundantes.
 

 
 
 

EDITORIAL
Un Patrimonio Cultural Intangible

UC

Tiempo atrás, el concepto de patrimonio cultural hacía referencia a los edificios emblemáticos y a las obras físicas asociados a los valores simbólicos de una civilización o una sociedad. Hoy ese concepto ha evolucionado, se ha ampliado y diversificado. La sociedad contemporánea comprendió que el patrimonio cultural no es sólo material; también lo integra esa parte invisible que reside en el espíritu mismo de las culturas, constituida por elementos tan disímiles como la poesía, la música, la cocina, los modos de vida, las fiestas, los ritos, las danzas, la medicina tradicional, la religiosidad popular, los trajes típicos, los mitos y leyendas, entre muchos otros.

Hoy entonces hablamos de “patrimonio cultural intangible”, noción que prácticamente coincide con la definición general de cultura, definida ésta como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad y que, más allá de las artes y las letras, engloba los estilos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

En ese orden de ideas bien podemos decir que también ciertos parques y lugares públicos pueden constituir patrimonio cultural intangible de una ciudad, no tanto por los monumentos y equipamientos que tengan (aunque también por eso), sino por la particularidad de los grupos sociales que los frecuentan y que son los que, al apropiarse de ellos, los impregnan de un rasgo distintivo y peculiar.

Un buen ejemplo de patrimonio cultural intangible en Medellín viene a ser entonces el Parque del Periodista y sectores aledaños. La calle Maracaibo, con los cruces con las carreras El Palo, Girardot y Córdoba, conforman uno de los tejidos urbanos más inquietantes y atractivos de Medellín. En ninguna otra parte se vive con más intensidad el drama de la interculturalidad, entendida como el espacio de la coexistencia enriquecedora y armoniosa de diferentes grupos humanos, cuestión primordial en la vida de las ciudades modernas.

En efecto. El Parque del Periodista es el epicentro donde confluyen y coexisten gentes—jóvenes en su inmensa mayoría— de todas las procedencias y clases: estudiantes, profesionales, artistas, teatreros, malabaristas, viajeros; así como representantes de las diferentes grupos y tendencias sociales, las llamadas “tribus urbanas”: punkeros, metaleros, góticos, raperos, etc. Paisaje urbano y paisaje humano allí se entremezclan y conforman un complejo y sorprendente conjunto multirracial y pluriétnico, donde no tiene cabida la segregación ni la ley del más fuerte.

 

Es un lugar donde impera el discurso de la aceptación plena del otro, como única garantía de convivencia armónica. Es un espacio, en fin, donde cada cual tiene la libertad de practicar su credo y su culto sin que nadie lo cuestione o lo perturbe.

Pero el que este espacio haya llegado a ser lo que es, no es fruto de la casualidad ni la generación espontánea. Quienes queremos y defendemos esta zona llevamos veinte años construyéndola, reinventándolo cada día a pesar de las vicisitudes y estigmatizaciones. Es precisamente por eso que hoy tenemos que manifestar también nuestra preocupación por sucesos y situaciones que están ocurriendo y que ponen en riesgo la continuidad de esta zona como territorio de cultura ciudadana. Es preocupante la injerencia que están teniendo ciertos actores y factores externos, que se traducen en perturbación y acciones de violencia ajenas a la naturaleza y la vocación de la zona.

Como ciudadanos interesados en que Medellín sea un sitio más amable para vivir, tenemos el deber de defender la zona de Maracaibo y el Parque del Periodista como un bien público, como un patrimonio cultural intangible de la ciudad. No podemos permitir que pierda esa esencia. Por eso creemos que las acciones de vigilancia y control que usualmente hacen las autoridades, no son las más convenientes para la zona. Los operativos sorpresivos de la policía, en los que alzan a todo el que encuentren en la redada, incluso a personas que simplemente pasan, no es la mejor manera de acabar con los problemas de seguridad. Además distraen la verdadera solución, que no es otra que la presencia continua y permanente de la autoridad en una tónica más vigilante y amistosa. No hacerlo es dejarle la puerta abierta a la desintitucionalización.

Asimismo, de la Administración Municipal reclamamos mayor compromiso e intervención en lo que le corresponde, o sea en materia de amoblamiento y apoyo a la actividad cultural, algo en lo que esta zona es bastante prolija. Pues no hay que olvidar que es el arte y la cultura, no el tropel y la agresión, la verdadera vocación del Parque del Periodista y sus calles circundantes. Queremos que la zona siga siendo un referente cultural, el caldo nutriente del nuevo arte urbano, y la única manera de lograrlo es incorporando a toda la ciudadanía en el proceso revitalizador en que estamos empeñados.

Ya lo dijo Barba Jacob en su tiempo: ¡Frente a la muerte, coros de alegría! UC

 
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