Número 2, diciembre 2008

marihuana 
 
CRÓNICA VERDE

La marihuana, asesina de jovenes

 
 
 

La marihuana tiene una larga relación con los códigos de occidente: el derecho penal, los impuestos, las reglas sobre las colonias y la apelación a los siquiatras como carceleros calificados. Después de la curiosidad de los científicos y los consumidores llega el turno para la excitación de los senadores y los abogados. El papel de arroz de los códigos y la marihuana son excelentes compañeros.

En Inglaterra y Estados Unidos, precursores de la prohibición, los primeros informes de los expertos desmintieron las alarmas de los políticos. Pero el prejuicio siempre le ganará a los razones de los informes especializados.

Inglaterra fue el primer país en encargar un estudio con intenciones científicas y sociológicas sobre la marihuana. La Comisión sobre las Drogas del Cáñamo Indio (1893-1894) se encargó de mirar con su lupa la vida cotidiana del cannabis en la India, donde era un simple aromático para el descanso de los nativos y la relajación de algunos comisarios ingleses. Tres preguntas de un miembro del parlamento inglés dirigidas al Secretario de Estado para la India motivaron el referido estudio: “Sabía que los manicomios de Bengala estaban llenos de fumadores de Ganja?; ¿No sabía que en la zona sur de Burma, donde se había prohibido la droga, se había beneficiado mucho al pueblo? ¿Qué opinaba de extender la prohibición a toda la India?”.

El pragmatismo indicaba que no es necesario prohibir la marihuana en todo el territorio. De un lado no estaba demostrada su conexión con los crímenes y de otro se perderían los impuestos derivados del comercio de la ganja. Las conclusiones del estudio fueron las siguientes: “En lo tocante a los efectos morales de las drogas, la Comisión es de la opinión que su consumo moderado no produce ningún prejuicio moral. No existe el fundamento suficiente como para creer que afecta perniciosamente el carácter del consumidor… En lo relativo a sus relaciones con la sociedad, incluso el individuo que consume cáñamo en exceso suele ser inofensivo”

En Estados Unidos el primer informe sobre el cannabis apareció también motivado por sus deberes coloniales. En 1929 el ejército estadounidense descubrió que los soldados destinados a la zona del Canal de Panamá habían desarrollado una íntima amistad con la hierba. Necesitaban saber que tanto afectaba el pulso y la disposición de sus hombres y ellos mismos se encargaron de un estudio compuesto de entrevistas y análisis de expertos. Las conclusiones fueron similares a las de los ingleses en la India: “No existen evidencia de que la marihuana, tal y como se cultiva y se consume en la zona del canal, sea una droga que cree hábito, o que tenga una influencia apreciablemente deletérea sobre el individuo que la consume”. Y recomendaba a las autoridades no dar ningún paso para evitar la venta o el consumo de marihuana.

Pero puede más un cruzado con imaginación que las comisiones de especialistas. Los policías, los fiscales y los periodistas querían un demonio para vender su trabajo y muy pronto encontraron los titulares que marcarían el inicio de la guerra contra la marihuana. Harry J. Ansingler fue en encargado de liderar la campaña de histeria como comisario de narcóticos desde 1930 hasta 1962. Necesitaba fondos para su Agencia estatal recién creada y se encargó de exhibir el artículo alucinados de las revistas de la época como su mejor publicidad. Los titulares son para una risa larga y aromatizada:

“La juventud se ha vuelto loca”, “La amenaza de la droga afrodisíaca”, “Té para un adicto”, “La marihuana, asesina de los jóvenes”. Un político en busca de fondos y varios periodistas en busca de lectores. Males suficientes para sellar la sentencia contra el moño.UC

 
UC

 

 
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