CAÍDO DEL ZARZO
ELOGIO A LOS ELOGIOS
Elkin Obregón S.
La bola de nieve sobre el acoso sexual alcanzó en un coletazo al tradicional piropo. Crasísimo error. Para no entrar en honduras, consulto el María Moliner: “Alabanza dirigida a una persona (…). Particularmente, cumplido o requiebro dirigido a una mujer”.
Sentada esa premisa, no se intentará aquí, líbrenos el cielo, una antropología del piropo. Pero diremos un par de cosas, centradas, para mejor simplificación, en el segundo ítem, aquel que está hecho para oídos femeninos. Primera, que el piropo de alto vuelo es en esencia hiperbólico, o al menos metafórico; miles de poemas, coplas y canciones así lo ejemplifican. La poesía, pues, tiene la palabra. Una copla anónima, que viajó de España a instalarse en una canción colombiana, no tiene desperdicio:
Desde la noche sombría
Tus negros ojos brillaron,
Y hasta los gallos cantaron
Creyendo que amanecía.
La larga vida del piropo sabe llevarnos al siglo XVI, y al inmortal madrigal de Gutierre de Cetina, que comienza así: “Ojos claros, serenos / si de un dulce mirar sois alabados…”.
Cierro el poemario con este galante verso de Ciro Mendía, síntesis, podría decirse, de la copla citada arriba: “Cuando tú te desnudas, sale el sol en tu alcoba”.
La segunda cosa es su especialización corporal: se centra en ojos, labios, cabellera y poco más. En cuanto al cuerpo, atención: los pies, solo para llamarlos diminutos; y el talle, siempre esbelto. Lo demás, ni con el pétalo de una rosa.
En cuanto a la frase procaz, dicha casi siempre al amparo de la calle, es apenas una burda ofensa, merecedora cuando menos de un carterazo. Nada tiene que hacer en este modesto recuento de galanterías.
Pero el halago sincero siempre es limpio, vista el traje que vista; sabes bien de qué hablo: te recuerdo, lector, las palabras que pronuncias en tus faenas amatorias, al abrigo de la noche. No podrían existir en otro ámbito, por supuesto. Como diría Ingrid, lo que pasó en el lecho, en el lecho debe quedarse.