A la memoria del muerto
La tradición popular colombiana agenda para el mes de noviembre el recuerdo de los fieles difuntos. Si bien estos homenajes hoy en día se hacen discretamente, con ofrendas florales, visitas a las tumbas o misas y rezos fervorosos, a finales del siglo XIX y principios del XX la muerte de un ser querido era una buena oportunidad para ir a hacerse un retrato familiar.
A los ojos del siglo XXI, una foto con un muerto destinada a ser incluida dentro del álbum familiar o para mostrarla en las visitas resultaría grotesca y hasta increíble. Pero para las familias de principio de siglo XX, hacerse una fotografía con el difunto era un homenaje muy honorable, no solo porque era costoso sacar el registro visual, sino porque el recuerdo tangible de un acontecimiento era el único medio para guardar, entre otras cosas, su propia historia de alegría y dolor.
Retratarse con un difunto en su lecho de muerte o con niños sin vida —foto que por lo general incluía a todo el grupo familiar— pretendía dejar para la posteridad la imagen de la pérdida, lo que a su vez hacía parte del duelo para quienes recién sufrían esta pena. Fotógrafos como Melitón Rodríguez y Benjamín de la Calle retrataron este tipo de escenas que se conservan en el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto.
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