Imagine que usted es jugador de fútbol de una selección nacional. Imagine que alguna noche, durante un partido oficial, su contrincante le mete 31 goles a su equipo y su selección no logra encajar, siquiera, el gol de la honrilla. Imagine un estadio repleto de hinchas del equipo contrario que celebran con júbilo el sabor de la victoria, y usted no hace otra cosa que sacar los balones de la red mientras se desbarata de la impotencia. Imagine, por un momento, que usted y su equipo son los peores del planeta con una pelota en los pies.
Aquello ocurrió en realidad el 11 de abril del 2001 en un partido por las Eliminatorias al Mundial de Japón y Corea. Le sucedió a Samoa Americana, un humilde equipo del Pacífico Sur que apenas se iniciaba en una eliminatoria mundialista. Esa noche Samoa terminó siendo goleada sin misericordia alguna por una crecida Australia, en un partido que pasó a la historia por el abultado marcador de 31 goles a 0.
El delantero de origen neozelandés, Archibald Gerald Thompson, 1,71 metros de estatura y 23 años, fue el protagonista del encuentro, el verdugo, el responsable de 13 de los 31 goles de la noche. El antagonista, el portero samoano Nicky Vitolio Salapu, 23 años y 1,86 metros de altura, quien quedaría registrado en las estadísticas como el peor guardameta de la historia del fútbol.
El equipo solo sabía perder y perder y hasta parecía normal que después de cada partido los jugadores regresaran a su casa con 8, 10, 12 y hasta 15 goles en el menaje del utilero. La historia se había repetido por varios años, desde que Samoa debutó internacionalmente con la Fifa, en agosto de 1983. Las cifras dicen que en sus apariciones por eliminatorias mundialistas Samoa Americana ha acumulado 131 goles en contra y apenas 5 a favor. En la primera eliminatoria mundialista en la que participó, Samoa Americana alcanzó a jugar cuatro partidos y encajó 57 goles. Para Alemania 2006 algo había mejorado: en cuatro juegos solo recibió 34 goles. Y en las Eliminatorias al Mundial de Sudáfrica 2010 la cifra aumentó a 38 goles. Por eso no parecía extraño que hasta hace unos meses –en noviembre de 2011– aquel equipo ocupara el puesto 204 en el ranking de la Fifa. Una posición poco decorosa para cualquier seleccionado.
"El fútbol es un deporte en el que se pueden dar tres posibilidades: ganar, empatar o perder. Para nosotros es un juego con una sola opción, perder", sentenció el ex seleccionador Tunoa Lui hace más de una década para describir la realidad del fútbol de ese país. Argumento que confirmaría años más tarde el entrenador holandés Thomas Rongen, al asegurar que la mentalidad del equipo en cada partido siempre había sido "poder encajar menos de 10 goles".
¿A qué se debe que una selección esté entre las más malas del planeta? ¿Qué méritos debe tener un equipo para quedar rezagado al último lugar de la tabla?
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Tal vez una de las causas sea la poca tradición en la práctica del fútbol que hay en este diminuto país con poco más de 60 mil habitantes, ubicado entre las islas Hawái y Nueva Zelanda. La Federación de Fútbol de Samoa Americana (FFAS) tiene pocos recursos para apoyar a sus futbolistas y su liga es demasiado joven. El único equipo de cierto nivel es Pago Youth, destacado en la liga masculina y femenina local.
Otros aseguran que el problema se centra en la baja autoestima de sus jugadores, mancillada por las constantes derrotas del equipo.
Es cierto que si de deportes se habla en Samoa Americana el rugby tiene más seguidores que el fútbol, pese a que en los últimos seis años la Federación viene recibiendo apoyo de la Fifa para estimular su práctica entre niños y jóvenes escolares, así como para la construcción de instalaciones adecuadas para este deporte. Podría pensarse entonces que algo de este proceso ya debería empezar a notarse en el equipo de fútbol de mayores.
La selección de ese país parecía estar destinada al fracaso, pero en la tarde del 22 noviembre de 2011 algo cambió para los protagonistas de esta historia.
Ese día, en el estadio Joseph Blatter, de Apia, la capital de la vecina Samoa Occidental, Samoa Americana venció por dos goles a uno a la selección de Tonga. Los jugadores Ramin Ott (minuto 43) y Shalom Luani (minuto 74) fueron los encargados de darle la alegría a todo el país que anhelaba una victoria. El descuento lo anotó Lafaele Moala (minuto 88). Unos 300 espectadores celebraron con emoción el primer triunfo de la blanquiroja oceánica. Era el primer encuentro que abría las Eliminatorias de Oceanía para el Mundial de Brasil 2014.
En la portería de Samoa Americana estaba Nicky Salapu, el mismo que diez años antes había visto caer su valla en 31 ocasiones. Salapu supo aguantar la presión del rival que en los últimos minutos del encuentro buscaba afanosamente el empate. Supo atajar dos balones de gol con la experiencia de un veterano de muchas guerras perdidas, y de cierta manera el triunfo fue mérito suyo.
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El árbitro puso fin al encuentro y lo que siguió a continuación fueron aplausos, alegrías y lágrimas de felicidad. El cuerpo técnico, con el holandés Thomas Rongen a la cabeza, celebró entre aplausos y todo el país se regocijó con la primera victoria del equipo en una competición Fifa.
"Es tremendo, es obviamente algo muy especial para las islas", sentenció al final del partido el técnico Rongen. "No creo que la gente sea realmente consciente de lo que ha pasado", dijo emocionado. "Siento que ahora el mundo sabe algo más acerca de esta pequeña nación, y le tiene un poco más de respeto. Es una victoria muy grande, es algo histórico…" .
Y continuó diciendo: "ahora somos un equipo que cree en sí mismo. Hasta ahora no habíamos creído que podíamos ganar un partido… Ahora creemos en nosotros…".
Lo que siguió a ese triunfo fortaleció el ánimo de sus jugadores, a pesar de haber quedado por fuera de la competencia para el Mundial de Brasil. Dos días después empataron a un gol con las Islas Cook y luego perdieron por un gol a cero con el equipo de Samoa Occidental. Ahora Samoa Americana se ubica en la posición 182 en el ranking de la Fifa y el colero tiene nuevo nombre: Turcas y Caicos, una isla caribeña cercana a Haití y República Dominicana, donde poco importa ser el peor equipo del planeta.
Pero sin duda, las palabras que quedan en la memoria, pese a que Samoa Americana no clasificó a la siguiente ronda, fueron las que el portero Nicky Salapu, entre lágrimas, le dijo al técnico Rongen luego de terminar aquel histórico encuentro: "ahora puedo decirle a mis hijos que soy un ganador".
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