Ciento once kilos de músculo y hueso corriendo a 28 kilómetros por hora con un balón ovalado en el nombre de Jesús. Ese es Tim Tebow. Un gigante de 24 años, casto y puro hasta el día de hoy a pesar de haber sido, durante 4 años consecutivos, el mejor jugador del equipo de fútbol americano de su universidad, los Gators de la Florida. Eso dice él. Y a Tim Tibow todo el mundo le cree.
Tim Tebow: Se pronuncia ti-bou. Su nombre sale de la boca disparado por la aliteración y explota en un final abierto, onomatopéyico: ¡Bou! Un metro noventa y un centímetros de puro blanco, anglosajón, bautista, americano arrodillado sobre la cancha, rezando.
¡Bou! Un mentón imponente, ojos azules inocentes y pelo castaño claro mirando al cielo después de una anotación. ¡Touchdown!
Tim Tebow… nadie en Estados Unidos pude dejar de repetir su nombre, de verlo en la televisión, de comprar sus camisetas. Es la Tebow-mania. Todo comenzó en lejanas tierras filipinas, Tebow entró al mundo con un sino marcado desde el alumbramiento: triunfar contra todos los pronósticos. A su madre, la esposa de un misionero bautista que evangelizaba en la ciudad de Makati, le dio disentería mientras estaba embarazada. La purgaron y sufrió una separación de placenta. Temiendo la muerte del feto los médicos le recomendaron que abortara. En cambio, tenemos a Tim Tebow, el jugador de fútbol americano que nació untado de la salsa milagrosa, de la fe que sí funciona.
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¿Tocado por Dios?
En la noche fría del 8 de enero, contra todos los pronósticos de su impreciso juego de pases largos, del brazo izquierdo de Tibow salió un balón perfecto disparado sobre las cabezas de los once contrincantes de los Steelers de Pistburg. Los Broncos de Dallas, que lideraba Tebow como mariscal de campo, estaban empatados luego de haber perdido los tres primeros partidos de los playoffs, y corría el sobretiempo en el cuarto juego de la seria a siete. A 73 metros Demaryius Thomas recibió un pase perfecto y corrió hasta la línea de fondo. En 11 segundos quedó sellado el partido: los Broncos remontaron y le dieron vida al sueño de llegar al Superbowl.
Esa noche Tebow lanzó 316 yardas en la suma de sus pases conectados, un record de los playoffs en la NFL. Tuvo un promedio de 31.6 yardas por pase. Y en la cadena CBS su actuación marcó un raiting de 31.6 puntos.
Sus fanáticos de las épocas universitarias con los Gators recordaron inmediatamente que Tebow solía pintarse el nombre de Juan, el avangelista, en una mejilla, y un "3:16" en la otra. Las redes socales explotaron:
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16)
Después de ver a Demaryius anotar el touchdown, Tebow dejó caer una rodilla al piso, se tomó la cabeza, y rezó.
Al día siguiente "Juan 3:16" fue la búsqueda más popular en Google. Contra todos los pronósicos la biblia se conviritió en trendig topic, de la mano de Tim Bebow, el chico de la fe que sí funciona.
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La caída
Los expertos en fútbol americano, ese deporte indescifrable para el resto del mundo, que arranca y para y arranca, interrumpido por trapitos de colores lanzados entre las montoneras, concuerdan en que Tebow es bueno, pero tiene defectos graves como mariscal de campo.
No es un Payton Manning, un Bret Favre, o un Dan Marino. Sus balones no surcan el aire girando limpiamente sobre su eje. Son generalmente granadas potentes que vuelan un poco torcidas. Es un jugador demasiado dependiente de su juego corporal. Comete muchos errores. ¿Por qué entonces un jugador menos que excelente se ha convertido tan rápidamente en la figura más popular de la historia del deporte Americano? ¿Del juego que define al self made man estadounidense? Hay algo irracional y exagerado en esta fascinación inmerecida dentro de la cancha, dicen muchos.
Al final de la temporada que terminó a principios de este año, cuando los Broncos finalmente fueron eliminados por los Steelers en el quinto juego de los playoff, Tebow fue vendido a los Jets de Nueva York.
Hoy está banqueado. Como ya lo había estado en el pasado con los Broncos, antes de entrar y romper una racha de derrotas y llevar al equipo a las finales de la NFL. Pero con la ayuda del señor, Tim Tebow, el chico de la fe que sí funciona, contra todos los pronósticos, resurgirá de la desgracia pasajera. Si es que es Tim Tebow, el único y verdadero. Y podrá cambiar el mensaje de sus pómulos.
"Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz." Miqueas 7:8
!Bou!
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