En Colombia hay una tradición poética que tiene que ver con el crimen, imágenes del bajo mundo, metáforas alusivas al universo de la muerte y el delito. Los poemas deambulan y conspiran desperdigados en periódicos, libros y revistas sin unidad temática. La antología que ha reunido Emilio Restrepo —lector, autor y gestor del género— es un primer intento que pondrá en aprietos a quien se atreva al segundo. Joyas que brillan en la oscuridad, resplandores desde la escoria, tesoros en el basural.
En estos poemas no se resuelve el asesinato, incluso es posible que en algunos de ellos no haya ni asesino, ni víctima, ni investigador. Pero verso a verso aparecen la atmósfera opresiva, los callejones, las búsquedas que no conducen a ninguna parte. Y están los retratos de ciudad rodeados por el temor, la pobreza, la maldad o el abandono; en resumen, por los estigmas que recrean la esencia del género negro.
En el género negro son primordiales los asuntos éticos, además de los estéticos. Su objetivo artístico es ahondar en los aspectos del proceder humano y social, sobre todo en las sombras de las figuras abyectas, ocultas, perversas, violentas. Caminando a su lado debe estar el lector-espectador respirando con miedo, ansioso y malpensado.
El Ars poético que podría definir esta colección lo escribió Mario Escobar Velásquez en el acta de jurado en la que se premió Manos ineptas, un libro de Carlos Trejos que ganó el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia en 1995.
“Muy difícilmente hubiera podido creer, antes del libro Manos ineptas, de Carlos Héctor Trejos Reyes, que pudiera hacerse poesía verdadera y honda sin una sola palabra untada de belleza o de bondad o de optimismo o de salud o de cielo o de esperanza o de verde […] poemas que hablan de cosas lúgubres, solamente, como tinieblas, ahorcamientos, Judas de Kerioth, condenas a fracturas y amputaciones, y malos tinos de la vida, y destrucciones, y naufragios, y trampas y muertes y fantasmas y partidas y muertes —para los de las buenas venturas— y ebriedades y sentencias y herencias de miserias y dolores y manos ineptas, como tullidas y engarabatadas...”
Los autores de Entre el miedo y el mal recorren cerca de ciento cincuenta años de poesía y crimen en Colombia. Un amplio grupo de autores que dan cuenta de una realidad que oprime afuera y adentro... Nadaístas como Gonzalo Arango, Eduardo Escobar y Jaime Jaramillo Escobar, representantes de la generación desencantada como José Manuel Arango y Juan Manuel Roca, del grupo Mito como Fernando Charry Lara y Álvaro Mutis, y poetas que no han sido incluidos en ninguna generación como Helí Ramírez, Piedad Bonnett, Raúl Gómez Jattin, Bernardo Arias Trujillo, entre muchos otros, que abordan temas como el miedo interior del hombre común, la vida de la cárcel, el pillaje, el suicidio, la guerra, nuestra guerra tan particular, que cada vez más asume la forma de la delincuencia.
La primera referencia de la búsqueda detectivesca emprendida por Restrepo apareció en un libro publicado a finales del siglo XIX, donde un ‘gato’ planea y ejecuta sus vueltas. Con esos versos infantiles de Rafael Pombo los invitamos a buscar y a leer Entre el miedo y el mal.
Sigan, habrá “francachela y habrá comilona”.
“Ya le he robado a papá / daga y pistolas; ya estoy / armado y listo; y me voy / a robar y matar gente, / y nunca más (¡ten presente!) / verás a Michín desde hoy”.