Desvío Visual
Oswaldo Osorio. Fotografías: Archivo Desvío Visual
desvisual.tumblr.com
Desvío Visual no es un colectivo; es una banda de salvajes de Medellín que le arranca imágenes a la vida, las somete a la transgresión y luego se las vuelve a tirar a la cara. Los colectivos audiovisuales son una forma “honrada” y optimista de ganarse la vida y hacer carrera en un medio harto desagradecido y competido como el de la realización audiovisual. Por eso la mayoría de colectivos llevan la doble vida de hacer varios trabajos alimenticios por un proyecto propio, generalmente están afiliados a una causa social o cinéfila, y padecen la endemia de querer contar historias (y participar en festivales).
Estos desviados visuales, en cambio, han tomado alguna distancia de esas características optando mejor por lo que parece un trabajo de “guerrilla”, atacando desde los márgenes, por fuera del buen gusto, lo políticamente correcto y lo aceptado socialmente. Esto queda ilustrado con elocuencia en Decadence (2013) y Elegante como el pegante (2013), dos comerciales que promocionan el uso de la heroína y el sacol, respectivamente.
Cada uno de estos videos está concebido con la lógica de esos spots publicitarios que, en lugar de apelar a la gritería, a los mensajes explícitos y al suministro vertiginoso de información, producen una pieza audiovisual sugerente, que pone en juego un estilo y unos valores estéticos, sin diálogos ni locuciones, solo acompañada por una sutil melodía y un eslogan al final. La diferencia es que en lugar de estar promocionando una loción de Hugo Boss o una sofisticada marca de ropa, Desvío Visual lo hace con drogas, productos que representan la antítesis de lo social y lo legalmente aceptado, por lo que nunca podrían ser anunciadas institucionalmente.
Estos aberrados y subversivos también han realizado otros productos de difícil clasificación en relación con los discursos establecidos en el audiovisual. Cortometrajes como Perdidos en el paraíso (2013), A mí me encanta comer mierda, ¿a usted no? (2013) y Gadabout Kika (2013) juegan con los códigos del relato de ficción, el performance, el video arte y el videoclip. Y no necesariamente es un juego consciente, es decir, no es tanto que a partir del conocimiento de estos discursos decidan integrarlos o combinarlos, sino que anteponen el impulso creativo a las estructuras de los géneros; en ese sentido están más cerca de los artistas plásticos y los poetas que de los realizadores audiovisuales.
Desvío Visual está definido, para bien o para mal, por los imperativos de la juventud: su obra es rabiosa, caótica, provocadora, delirante y hasta inconsecuente. A partir de este carácter construyen su trabajo audiovisual y fotográfico, orientado principalmente hacia las perversiones y los vicios, la escatología y la provocación sexual, lo aberrante y lo ilícito, el erotismo homosexual y la androginia. Son devotos de los espacios sucios o derruidos, a los que les impregnan, con los valores propios de la imagen, una atmósfera enrarecida y sofisticada al mismo tiempo.
En una ciudad que tiende a caracterizarse por su moralismo y miedo al qué dirán (una moral de la que parece excluida la violencia), la producción audiovisual, que por lo general es un reflejo de su contexto, resulta ser muy timorata y se autocensura constantemente. Es por eso que llaman la atención arremetidas como la de Desvío Visual, una iniciativa tanto estética como ética, como debería ser, la cual, por lo pronto, está aprovechando la relativa libertad (ya les censuraron un video) que ofrecen las redes sociales para provocar y escandalizar, pero también para estimular y fascinar con una propuesta inteligente y sugestiva en su aspecto formal.