I
La ciudad intenta trazar una línea alta sobre las montañas. Un misterio hizo que la decisión fuera construir un corredor para paseantes. Una trocha con “mobiliario”. La idea es que la ciudad no siga subiendo. Pero cuando el Estado compra todo sube. Y ahora la gente quiere llegar al borde, la gente quiere el límite, la gente prefiere la frontera, los pillos consultan los planos. El Estado traza el cerco pero casi nunca sirve. Un nudo, un corte, un paso, un golpe hacen que los dueños de las fronteras sean quienes cuidan la raya y quienes las rompen. El Cinturón Verde es solo un escalón para saltar el límite que era invisible. Las paradojas de la fuerza pública.
Zonas de reservas, zonas de páramo, zonas de indígenas, zonas mineras, zonas de rumba extendida. Rayas.
II
El gerente de la Fábrica de Licores de Antioquia dijo hace poco que el guaro contramarcado no puede llegar al noroccidente de la ciudad; ni al norte, donde Bello también tiene su bemol. Las cuentas en la mesa de la cantina hablan de cien mil millones de pesos al año para el alambique artesanal. Las arepas y el guaro son las primeras fichas del comercio ilegal en busca de los productos legales. Lo prohibido se acerca a lo lícito mientras lo corriente encuentra sus reglas lejos de la contabilidad oficial y cerca de la policía. Tal vez sea más grave que se pierda la cobertura de la FLA que la de EPM. Un nuevo monopolio rentístico. Cuando el Estado conserva una ley arcaica sobre quién puede vender su “jarabe” y quién no, siempre aparecerán empresarios dispuestos a destilar por su cuenta.
Tiendas vetadas, cantinas aisladas, billares señalados, discotecas luquiadas, esquinas animadas. Leyes.