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Número 32 - Marzo de 2012     

Antimateria
El sexo en la lengua
Fotografía Juan Fernando Ospina

 

Quinientos académicos de la RAE de la lengua se pusieron de acuerdo en que hay ciertas maneras de referirse a los seres humanos en la gramática española, de modo genérico, así que cuando decimos, por ejemplo: la ciudadanía, estamos aludiendo por igual a hombres y mujeres; sin que sea necesariamente discriminatorio no acudir a formas como medellinenses y medellinensas, con la intención de ser más incluyentes, ya que esto puede conducir al uso artificioso y hasta absurdo de la lengua.

Después del informe firmado por un miembro masculino, Ignacio Bosque, se dejaron venir cientos de cartas, de los y las, que consideran un atropello a la razón tolerar lo que se ha llamado hace rato "uso sexista" de la lengua. Los entendidos(as) afirman que si bien muchas palabras provienen de años en que nadie hablaba de género y el mundo era solo de los meros machos, hoy resultaría inútil y hasta confuso corregir locuciones de viejo cuño que ya se ganaron su identidad en el mundo. Si lleváramos esta lógica todo el tiempo al lenguaje lo cierto es que no podríamos hablar. Un animador tendría que empezar diciendo "querido público" y "querida pública", verbigracia. Y a nuestros amigos del Metro de Medellín habría que corregirles, cuando dan avisos, y llaman a todo el mundo: "señor usuario", olvidando a la "señora usuaria". Así que, si tratamos de forzar las estructuras de la lengua para ajustarla a cualquier otra lógica que no sea la del idioma, corremos el riesgo de armar una babel peor que la guerra de sexos.

Fotografía Juan Fernando Ospina
Fotografía de la serie besos, Juan Fernando Ospina

 
Ya teníamos suficiente cuando en las tiendas nos corregía el tendero: "No se dice bolsa de leche, se dice bolsa con leche". Ya nos basta con el uso extremo del Buen día, en vez del Buenos días, dizque porque se trata de un solo día el que se saluda y no de varios días. Un problema ya no de género sino de número.

Por lo pronto, creemos que hay otros lugares donde es más urgente atender la exclusión de los géneros y la discriminación, que la propia lengua. Dejemos a la lengua tranquila, ya que harto nos sirve, incluso hasta en el propio sexo. UC

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