¡Y sin embargo se mueve!
Galileo Galilei
En la plaza de Santa Croce practicamos desde el medioevo el Calcio Storico florentino. Todos los 24 de junio, día de San Juan Bautista, la parte Güelfa inunda de arena la plaza ubicada frente a la fascinante Basílica franciscana.
Dos equipos, cada uno de 27 jugadores vestidos con libreas coloridas, se organizan en alineaciones de 4 arqueros, 3 defensas, 5 volantes y 15 delanteros. Tambores y músicos vestidos de gala alegran el comienzo de una batalla en la cual, usando tanto las manos como los pies, los jugadores deben llevar la pelota hasta el arco del rival. Todo golpe les está permitido para detener el paso del adversario. El monumento maldito del poeta Dante Alighieri contempla a los jugadores desde un ángulo de La Plaza, al lado izquierdo de la iglesia gótica donde reposan los restos de Miguel Ángel, Galileo y Maquiavelo. Allí también hay una tumba vacía (cenotafio) esperando la llegada de Dante, pero el poeta murió en Ravennna ya que fue exiliado, para siempre, por los florentinos. En época romana ésta era la Plaza de Júpiter. O de Saturno.
Al lado derecho está el río Arno, al cual antiguamente debían conducir la pelota, luchando entre los barrios de Il Comune di Firenze. Los legionarios romanos trajeron su juego de balón hasta esta parte del río. Y desde acá lo exportaron los ingleses a la Universidad de Cambridge, para imponerle sus estilizadas reglas victorianas. Hasta ese punto llegaban los muros de la ciudad, de los cuales aún quedan sus puertas, invadidas por malvas y malezas que nos recuerdan los pactos de honor que se hicieron en los extramuros. Tres puentes atraviesan esta parte del río, de los cuales Ponte Vecchio se impone como una alhaja desprendida de la inquieta e inquietante imaginación florentina, ciudad que en 300 años vio nacer al 40 por ciento de los genios de Occidente. Desde una esquina de este puente Dante recibió el único saludo de Beatrice Portinari, meses antes de que ella ascendiera al firmamento (debería llamarse movimiento — decía Galileo, sentado en ese muro, mientras se rascaba el pelo). Este fuera el único puente que Hitler ordenó dejar en pie, tras la caída de Mussolini, para detener el flujo de los barcos. En la actualidad se pueden comprar joyas espléndidas y darse besos, mientras se come il gelato al cioccolato y se observan nadar a los patos y a los topos en sus aguas sucias. En italiano llamamos a los ratones "topo", directamente.
En la colina, saltando el Arno, la Plazoleta de Miguel Ángel saluda a las montañas jugosas del valle toscano, el cual cada 24 de junio resplandece con colores pastel, propios de las pinturas de Don Eladio Vélez. Al frente se encuentra la colina de Fiesole, donde vivía Leonardo Da Vinci. Allí el maestro hacía sus experimentos de ingeniería hidráulica haciendo uso de geometrías iluminadas y de substancias pictóricas que él mismo producía. La mayoría de sus cuadros fueron pintados con la intención de experimentar con texturas perecederas. Y desde estas alturas estudiaba el vuelo de los pájaros que dejara en libertad, tras de haberlos comprado en el Mercado de San Lorenzo, en el centro. Hoy en día el camino hacia el Mercado de San Lorenzo se encuentra rodeado por obras del joven Michelozzo, y puedes encontrar allí desde una máscara del carnaval de Venecia hasta el modelo de la camisa Adidas (de segunda) que usara Johan Cruyff. También se pueden comprar papas, tomates y berenjenas.
Desde esta colina, coronada por otra copia del telúrico David de Miguel Ángel, se puede contemplar la perfecta e inacabada doble cúpula de Brunelleschi: en aquel centro donde los arcos se cruzan, la gravedad se sostiene y pueden pasar los hombres caminando. Las principales edificaciones de la ciudad están unidas por laberintos y pasadizos. Miguel Ángel los conocía y, según cuentan los cronistas, se refugió en la cúpula de Brunelleschi durante un mes, defendido por los sacerdotes, cuando fuera expulsado de Il Comune. Esto sucedió antes de que se fuera a trabajar como picapedrero, llenando de gloria San Pedro y la ilusión Sixtina. Acá la cúpula está inacabada y su inexactitud sostiene el proyecto de la construcción de una edificación pensada para la eternidad, como lo es el Duomo (Basílica) de Santa María.
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Santa María dil Fiore representa la Flor de Lis de la promesa que hicieran Francia y Florencia por la redención del mundo. Promesas de remesas entre los banqueros de la Casa Médici y de la corona, cuya cabeza cortara la Revolución. Ella reluce los mármoles de Carrara, Siena y Pisa, con sus colores blanco, verde y rojo, recordando la nobleza de Jesucristo. Todas las piedras tienen símbolos inscriptos. Diseñada en 1296 por Arnolfo di Cambio, sus puertas fueron terminadas en 1903 y en la actualidad se encuentra en proceso de remodelación. Lo cual quiere decir que no ha sido terminada en 8 siglos. O que siempre se encontrará en construcción, ya que su propósito es inagotable.
Como el Santo de la ciudad es San Juan Bautista, al frente de la Iglesia está el Battistero, cuya forma exagonal celebra el equilibrio místico de la Plaza que lleva el nombre del santo decapitado. Antiguamente el Battistero se encontraba a las afueras del muro, ya que su estructura era romana y conservaba misterios de Grecia y de Keops. Ella dibuja la rosa de los vientos, ubicada con exactitud en el plano, y el ojo de su cúpula sabe reflejar la sombra y la luz al interior, donde se encuentran los mosaicos dorados de El Juicio Final. Su ojo celebra el paso del Sol según el misterio egipcio que los sacerdotes católicos rescataran en el alto medioevo. Los niños florentinos son bautizados allí, donde la luz y la sombra celebran la hazaña espiritual de Italia. Bastarían 15 vidas para atisbarlo todo y ellas multiplicadas por 15 para narrar los acabados de sus mosaicos. No hablo de querer entenderlos. El oro reluce indicando la decadencia del cuerpo y la inminencia del Dios. Nadie ha pasado por ella sin sentirse acongojado. Miguel Ángel decía que era la puerta del Paradiso. Sus puertas reflejan los misterios que el catolicismo sintetizó de su herencia pagana. El metal noble hace resaltar la levedad del árbol de la ciencia.
La última vez que estuve allí, los caballos pura sangre de la policía montada comían de unos costales que decían "Café de Colombia". La ciudad se preparaba para el juego del Calcio Storico, era el 24 de junio, día de San Juan. El día en que Cuzco celebra la llegada del sol o Inti Raymi, tras el solsticio.
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