Habla Pío Baroja en sus Memorias de una niña que fue internada en un convento de clausura (no recuerdo las razones). Allí creció, allí se ordenó de monja, allí transcurrió su vida, sin abandonar nunca esas cuatro paredes. Ya vieja, sus sobrinos la covencieron de que saliera, "a conocer el mundo". La subieron a un carro, y con ella recorrieron el pueblo, sus plazas, las fachadas de sus templos y mansiones, las calles, los parques. De regreso al convento, sus compañeras la indagaron sobre aquel paseo. Ellas respondió que ya había conocido el mundo, y que no le había gustado.
Llama una señora a un programa radial nocturno. Se presenta, dice que es ama de casa, y abuela, y que siempre ha escrito versos, que sólo conocen los suyos. Lee varios de ellos. Retuve uno: "Porque me ves hermosa, soy hermosa".
"Yo he estado muchas veces en la cárcel, señor Borges. Pero siempre por homicidio". (De un compadrito de Buenos Aires).
Tal vez el más bello verso de la poesía colombiana (en este caso, dos), esté en el poema De noche, de Rafael Pombo:
"Feliz el que consulta
oráculos más altos que su vuelo".
Tiene al menos dos lecturas, como suelen decir los críticos literarios en casos parecidos. La primera alude, por supuesto, a la vida. La segunda, a la poesía.
"De modo que, en estricta lógica, las masas humanas no pueden salvarse ni ser educadas. En cambio, siempre se podrá disparar sobre ellas". De Juan de Mairena, alter ego de Antonio Machado.
"Qué lindas son las mujeres. Inútil pensar que es por el vestido". (De un poema de Manuel Bandeira).
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Murió hace poco Boris de Greiff. Con su muerte, y en un intervalo de meses, muere por segunda vez este año el ajedrez colombiano. Gran estudioso de la obra de su padre, poseía una sólida cultura, y una cultura ajedrecística inmensa. Jugador de primerísima línea, analista, investigador incansable y siempre actualizado del complejo universo de los escaques. Era un hombre afable y sosegado. Ejercía mecenazgos. Para el mundo de nuestro ajedrez, es y será irreemplazable.
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