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Número 24 - Junio de 2011   

Artículos
Los anti-disturbios.
Ricardo Cruz. Fotografías estudiantes U de A

  
Fotografías estudiantes U de A
 

En los seis años que lleva estudiando en la Universidad de Antioquia, Catalina nunca había sentido tanto pavor como ese 12 de mayo de 2011. Recuerda que tan pronto escuchó el sonido de la primera papa-bomba sólo pensó en una cosa: huir lo más rápido posible.

Razones tenía para sentirse así. Un mes antes, el 31 de marzo, más de 300 agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) se enfrentaron con los estudiantes, dentro y fuera de la ciudadela universitaria, por espacio de cinco horas. Era la segunda vez, que la fuerza de choque ingresaba a la Universidad de Antioquia luego de la directriz impartida por el gobernador de Antioquia, Luis Alfredo Ramos Botero, de “no permitir ningún tipo de alteración del orden público en el Alma Mater”.

Catalina estuvo ese día allí. Según sus palabras, lo que ocurrió el 31 de marzo fue un flagrante atropello cometido por miembros del Esmad que arremetieron con sus granadas de humo, bombas de aturdimiento y tanquetas de agua contra unos estudiantes armados de rabia e indignación. Y claro, una que otra piedra.

Hay quienes piensan que el ingreso del Escuadrón al campus de la U. constituye un acto legítimo del uso de la fuerza en aras de controlar una masa de revoltosos que, escudados tras una capucha, fomentan la anarquía en el centro universitario. Para otros se trata de un acto violatorio de la autonomía universitaria y de los derechos humanos.

Tratando de reconstruir los hechos de ese día encontré versiones que señalan que a eso de la 1:30 de la tarde, un grupo no superior a 10 encapuchados arrojaron varias “papas-bomba” junto a la portería de Barranquilla. Para quienes estudiamos en la Universidad de Antioquia, la escena de hombres con rostros cubiertos arrojando artefactos explosivos, consignando en las paredes del claustro frases de inconformismo social, reivindicando algún movimiento clandestino y desapareciendo con la misma rapidez y sagacidad con que emergieron de la nada hacen parte de la normalidad de un mundo gobernado por el reino de lo “excepcional”. Después del 15 de septiembre de 2010, este sonido característico se volvió más esporádico, lo que para muchos, se convirtió en un alivio.

“Pero ese 31 de marzo todo fue distinto”, recuerda Jorge, testigo de excepción de los acontecimientos. Minutos después de silenciados los “petardos” ingresó el Esmad. Sin mediar advertencia alguna comenzó la lluvia de gases lacrimógenos contra los estudiantes concentrados en las plazoletas, inundando con su estela tóxica los pasillos y las aulas por donde se supone se pasea diariamente lo más excelso del conocimiento regional.

Presos del pánico, muchos salieron en estampida buscando las porterías, pero la estrategia de la Fuerza Pública fue bloquear las porterías con sus tanquetas y disparar sus granadas de humo contra todo aquel que se moviera. Hubo quienes ni siquiera pudieron hacerlo. Doña Dora, una empleada de servicios generales de la Universidad no pudo ni siquiera correr. 

La inhalación de gases le produjo una incapacidad laboral de ocho días. Quienes no fueron alcanzados por el gas conocieron el poder de la macana, arma de dotación del Esmad. Jorge fue uno de ellos. “Por defender un estudiante al que le estaban pegando, un agente del Esmad me pegó un ‘bolillazo’ en el brazo que me mandó de médico”, cuenta.

A la fecha, ningún organismo oficial ha entregado un reporte sobre el número de lesionados que dejó la revuelta. Sin embargo, miembros de ONGs y el Movimiento Estudiantil han recopilado más de 25 denuncias que dan cuenta de excesos en el uso de la fuerza, tratos indignantes, retenciones arbitrarias y abuso de autoridad por parte de agentes de este Escuadrón.

Además de testimonios, cuentan en su haber con decenas de videos que harían que cualquier General de la Policía lo pensara dos veces antes de emitir una declaración oficial justificando los hechos. ¡Lo que permite la tecnología del siglo XXI! La idea de las organizaciones es llevar los casos ante la Procuraduría General de la Nación para que se adelanten las investigaciones respectivas. Pero también son conscientes que desde el despacho de “su santidad” Ordoñez poco o nada se hará al respecto.

Así las cosas, a estudiantes como Catalina no les queda otra más que huir. “Antes, uno escuchaba una papabomba y ¿Qué hacía uno? Madriar en silencio a esos hijueputas y ya. Pero ahora, yo escucho un estallido y lo primero que pienso es en el Esmad. Ellos entran acabando con todo. A ellos sí les tengo miedo”, dice la joven.

Pero, al parecer, no todos piensan así. En una conversación que sostuve a finales de mayo con el comandante de la Policía Metropolitana, Brigadier General Yesid Vásquez Prada, decía que son incontables los estudiantes y docentes que recuperaron la tranquilidad desde que el Esmad se instaló en la ciudadela universitaria. Qué 25 de sus hombres han resultado lesionados en las últimas revueltas y que, frente a las denuncias, se han tomado los correctivos necesarios. “Ya destituimos a un oficial. Yo mismo tomé la decisión. Hemos recibido quejas y las estamos investigando”, me dijo ese día.

Quizás por esta última razón, o tal vez por la creciente indignación de la comunidad académica, el Esmad se retiró de la Universidad. No se sabe si la medida es transitoria o definitiva. Fuentes policiales me dijeron que estudiarán un cambio de estrategia, para no generar más malestares.

Y con esto, regresaron las “papasbomba” a la U. El 8 de junio, fecha en el que se conmemora el “Día del Estudiante Caído”, volvieron a escucharse los consabidos estallidos que hoy parecen generar más pánico que tolerancia. Algunos se preguntan si se trata de un juego de perros y gatos, si es una estrategia para desestabilizar al Alma Mater o si, simplemente, las cosas volvieron a “su curso normal”.

Yo prefiero pensar que, una vez más, la Universidad de Antioquia continúa siendo escenario para todas las manifestaciones posibles, como lo ha sido en los últimos 200 años y que hoy, al igual que hace dos siglos, las Fuerzas del Poder intentarán mantener el orden a toda costa, así no sepan de qué orden estamos hablando. UC

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