Número 14 - Julio de 2010
Como una "pícara nena malcriada" Vero nos muestra sus calzones, diría la abuela. Calzones que ya no son repollos de boleros sino una pegatina rayada con un lisérgico ícono pop. El smile que se ríe de nosotros en semejante cola, impreso encima de un precioso globo parece levitar sobre este triste y aburrido mundo mientras su dueña, alta del piso, bailando salsa feliz y despreocupada va.
No es solo la actitud de niña, es también toda la lúdica y estética de muñeca lo que nos recuerda el mundo infantil. Observado por la psicología como una patología —a casi todos nos sentaría bien una dosis de esta enfermedad— a partir de los 80, el síndrome de Peter Pan tipificó a la generación post hipismo de la era consumista y que descubriría el new age. Siempre optimistas y felices, le ven el lado positivo a las cosas y prefieren vivir el día a día como un episodio más de su cartoon personal. Nunca crecer, nunca jamás dejar de ser niños, nunca dejar de usar la imaginación para volar y como en el caso de Tim Burton, ¡excitar!
Este ícono de la nueva industria cultural batió récord de taquilla diseminando su estética influenciada por el brithpop. Ya nada resulta extraño ni surreal después de ver El extraño mundo de Jack. Allí Jack, el rey del halloween, decide que le gusta más la navidad y produce toda una versión bizarra de las rojo y verde celebraciones de Noel. Es este tipo de mezcla inusual la que ahora fascina a jóvenes fanáticos y seguidores del anime que se lanzan a las calles cosplay en su juego de disfraz. Mucho gadget y merchandising, mucha chinocidad de plástico emotiva, divertida y barata que circula por las ciudades del planeta es el fundamento de este estilo. A tanto juguete súmele jóvenes dispuestos cual popstar a unas largas jornadas de prácticas y ensayos, entrenamiento y autoanálisis frente al espejo para dar esa seguridad que casi todos se permiten ante los demás.
No hay vergüenza en las calles y menos en el mundo virtual en el que la cibercultura puso de moda hacer espectáculo público la intimidad, y será tal vez por eso que gran parte de los chicos pasan el día como nuestros ancestros: espulgándose los piojos, acicalándose y posando para la cámara de su celular.!