Como memorable o como desapercibido, camuflado entre la masa, parecen ser las opciones para quien sabe que la indumentaria es texto. Contexto sin texto, pleno de información para el que lo ve, lo recuerda, lo contempla, lo critica o simplemente ni lo vio pasar. A El Capi, que llegó desde Buenaventura a principios de los 80, salvándose de que su padre lo dejara trabajando en el puerto, es imposible no verlo pasar y que algo en la memoria se quede como postal de un país tropical, Caribe, así sea entre montañas.
De allá (de buena-aventura) trajo el sabor de la salsa y el exotismo de esa húmeda fronda vital. Flora en estampa de naturaleza irreal, donde pensamientos, sanjoaquines y orquídeas engamadas se mezclan en ramos, con hojas de rosal.
"Para mí nada de rosaditos que no son de machos", pareciera decir con su gama de amarillos y azulitos, equilibrio moral.
Otro exotismo en estampa, logomanía de la afroamérica infectada por la cultura sport global, un lujo. La gorra de golf, en repite blanco negro, alguna vez exclusivo del hincha yanqui, hoy estética rumiada por el fashion global.
Y de la salsa El Capi comanda (aquí congelado en su gesto por Juan) y pareciera hacernos alguna kata de judo o arte marcial. "Dicen que es común encontrarlo en los bares del centro de Medellín siguiendo la clave con sus palmas", pero su gesto casi dibuja en el aire vacío una conga invisible, que toca y retumba en su mente al andar por la ciudad.
Crítico, sabe que los comentarios se fijan en su particular ser, pero así,"de-mente", reprocha la aburrida vida del prisionero corporativo, entre cubículos y uniformes, con manuales y códigos, y exigencia de corrección política total.
Pero preferir deambular de un lado al otro de la ciudad como abeja en panal exige un pequeño kit de supervivencia, cada vez más personalizado, y evidentemente siempre, y ante todo, funcional. Gorra para la pelada que al sol rechina. Lentes casi nerd, así en esta ocasión y con mucho positivismo y energía, El capi prefiera el amarillo sol al narco-polarizado. Maletín negro, formato portafolio, llevado en bandolera, manoslibres y, finalmente, unos zapatos mezcla mocasín con tecnología deportiva para una faena maratónica de aquí para allá.
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