¡A correr se dijo! Esa parece ser la consigna ahora que la violencia rasga otra vez con sus uñas negras y pela sus dientes de metal en nuestra paradójica ciudad.
Corre la gente de los barrios a esconder sus vidas y a esperar que pase otro capítulo cruel de chumbimba y encierro. No tienen de otra.
Corren ministros, consejeros, alcaldes y hasta concejales a explicar lo que ya todos bien sabemos que sucede, sacudiendo un abanico de soluciones, que según sea la mano del político que lo menea, puede traer aire fresco y espantar las moscas, o por el contrario, avivar la candela.
Y corren muchos ricos a refugiarse al oriente, buscando su frío particular para esta calentura general, mientras reclaman medidas efectivas con sus blackberry.
Fingen correr los policías. Se ponen juiciosos por unos días: piden papeles por doquier, requisan motos y se dejan ver en anodinas patotas por las vías principales.
Al mismo tiempo disculpan su ineficiencia: "somos muy poquitos", chillan. Y sí; como diría una mamá de antes, los policías resultaron muy poquiticos. No dan la talla. Al menos para lo legal.
Vuelan los periodistas —siquiera— a cubrir la noticia, como ellos mismos dicen. Atinan unos y fallan otros. En lo que no aciertan es en el uso del verbo cubrir, porque por aquí puede sonar, por un lado, a tapar, y por otro, a embadurnar y hasta a empantanar. Pero de esa carrera de los periodistas, contradiciendo el dicho, algo queda. Y es bienvenido. Como también es bienvenida la corredera de los académicos que, pese a ser tachados de molestos entrometidos cantaletosos por parte de tanto cegatón, no dejan de descargar sus bombas de profundidad.
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Corremos todos. A echarnos la culpa, a echársela a otros, a pontificar, a coleccionar anécdotas macabras y a armar chismes. Y a sufrir por parejo con los demás.
En Universo Centro tampoco tenemos descanso. La bestia desatada nos eriza y nos mantiene alerta. Pero antes de seguir en el corre-corre queremos detenernos un instante, porque en medio del violento sanfermín hay quienes proponen correr de para atrás, rebuscando en el pasado militarizaciones, fórmulas paracas, rancia moralina, bendiciones bíblicas o el rencauche de gastados politiqueros.
¡Nada de eso! Si hemos de correr todos en Medellín porque no hemos sido todavía capaces de hacer una ciudad a la medida de nuestros deseos, que sea correr para adelante, llevando el miedo en el mismo morral en que llevamos lo que ya hemos conseguido. La solución a la violencia, si es que la hay, está al frente, y hacia allá debemos encaminar las ideas con audacia, sin devolvernos, sin renunciar.
Y a propósito de audacia, ¿cuándo será que aprovechamos los confortables parques-biblioteca o la moderna sala 3D de Explora o el silencioso Museo El Castillo para sentarnos a discutir en serio la posibilidad de legalizar la droga y así darle un golpe severo en la cabeza al narcotráfico? Porque parece que al verdadero problema las autoridades le corren. Les da culillo destapar la letrina mafiosa porque salpica. Y así nunca vamos a salir del mierdero.
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