De la pecosa al Brazuca
Gloria Estrada y David E. Guzmán
La Copa del Mundo pasó por Porto Alegre en una exhibición relámpago a la que acudieron centenares de personas en dos días. Como un apéndice de ella fueron mostrados al público los balones de los doce mundiales de fútbol que han tenido lugar desde 1970. Redondos todos, como tienen que ser, cada uno de ellos guarda unas particularidades dignas de contarse. Entre datos técnicos y otros que no lo son tanto, aquí van los breves perfiles de unas pelotas protagónicas, con un pasado lleno de una que otra costura, muchas patadas y otros tantos cabezazos.
Aquí van las primeras seis:
Méjico 1970
El balón de las primeras veces. El primero blanco y negro —no marrón como en los torneos anteriores—, precisamente cuando, por primera vez, la televisión lo transmitiría en vivo y a todo color. Fue el balón que protagonizó el llamado “juego del siglo”, entre Italia (4) y Alemania (3); la “atajada del siglo”, por el arquero inglés Gordon Banks a un cabezazo de Pelé, y el famoso “gol que no fue” también en las piernas del astro brasilero, que amagó y le hizo un ocho al arquero uruguayo Mazurkiewicz sin tocar la pelota, pero su remate salió besando el poste. El Telstar, llamado así por el satélite que permitió la transmisión a todo el mundo, atravesó 95 veces el arco en 32 partidos, cinco de ellos desde el punto penal y un autogol. El alemán Gerd Müller fue quien más le acertó al encajarlo 10 veces en las porterías contrarias. El Telstar fue el primero que diseñó la marca alemana Adidas para la Fifa, luego de siete años de estar fabricando balones. Una pecosa que rindió, en medio de las patadas, al calor del mediodía, horario en el que se jugaron todos los partidos para que pudieran ser vistos en Europa.
Alemania 1974
Después de probar finura en Méjico'70, el Telstar volvió a rodar en 1974, en nueve canchas alemanas. El único cambio fue el color de las letras: pasaron de doradas a negras. El Telstar Durlast fue el balón con el que los yugoslavos golearon al Zaire (actual Congo), 9 a 0, y el que pateó con fuerza, sin dirección y, más grave aún, cuando no le correspondía, el africano Ilunga Mwepu, defensor del Zaire, en momentos en que Brasil se disponía a cobrar un tiro libre. Con esta pecosa se anotaron 97 goles en 38 partidos, tres autogoles y seis penaltis. El que mejor la trató fue Johan Cruyff, protagonista de la novedosa selección holandesa, donde todos defendían y atacaban. Pero fue Polonia el equipo que logró ingresar el balón a los arcos en más ocasiones: 16, siete de ellos por Grzegorz Lato, el goleador del torneo. Alemania Federal se llevó la Copa Mundial, que sustituía a la anterior estatuilla Jules Rimet. Venció a Holanda en la final 2-1 después de empezar perdiendo a los dos minutos de juego, tras 16 pases en los que los alemanes no tocaron la bola sino que cometieron penal.
Argentina 1978
Con un nombre tan obvio como el escenario militar en el que se jugó esta Copa, Tango estaba compuesto por veinte paneles que creaban doce círculos idénticos y fue diseñado para resistir mejor el agua, aunque en este torneo la lluvia fue sobre todo de papel picado. Tango provocó el grito de gol en 102 ocasiones, 11 de ellas de penal y 3 autogoles. Fue el balón del oscuro 6-0 de Argentina a Perú. Seis fueron también los goles que hicieron del argentino Mario Kempes el máximo anotador. Los equipos que más celebraron fueron Argentina y Holanda, con 15 goles cada uno. Holanda de manera especial, por un lado porque Rensenbrink anotó el gol número mil en los mundiales, y por el otro, porque otro jugador suyo, Ernie Brands, se garantizó un lugar en la historia mundialista al ser el primero en convertir un autogol y un gol en un mismo partido, en la victoria 2-1 frente a Italia. Y como si fueran pocas las excentricidades, Tango fue el balón que Zico metió de un cabezazo al arco sueco, en un gol que no le valieron porque según explicó el árbitro del encuentro, había dado el pitazo final mientras la pelota surcaba los aires, el partido quedó 1-1.
España 1982
Ningún balón había trabajado tanto. Tango España, de un diseño igual a su antecesor, estaba hecho de una mezcla de cuero y material sintético. Y trabajó más porque participaron 24 selecciones, ocho más que en las versiones anteriores; se jugaron 52 partidos y se marcaron 146 goles. Tango fue el balón de una de las mayores goleadas en la historia de la Copa: el 10-1 de Hungría frente a El Salvador, partido en el que el húngaro Lászlo Kiss infló las piolas salvadoreñas tres veces en ocho minutos. También fue protagonista del gol más rápido hasta ese entonces, cuando Bryan Robson, de Inglaterra, lo metió al arco francés a los 27 segundos de juego. Esta vez, el más efectivo con la pelota fue Paolo Rossi, de Italia, que anotó seis goles. El equipo más goleador fue Francia con 16. Tango tuvo papel protagónico en uno de los cotejos más emocionantes: la semifinal Alemania-Francia, que después de empatar 1-1 en el tiempo reglamentario, terminaron el tiempo extra con un 3-3 que los llevó a la primera definición por penales de la historia; el primero en cobrar fue el galo Alain Giresse, quien convirtió el penal pero al final ganó Alemania 5-4.
Méjico 1986
Por segunda vez Méjico fue la casa de un mundial de fútbol. Para la ocasión, el balón traía novedades como el diseño inspirado en la cultura azteca, el material todo sintético y más impermeabilidad que cualquier otro. Azteca recibió las patadas, pases y cabezazos de nada menos que Maradona, Careca, Mattheus, Platini, Sócrates y Francescolli. El Azteca fue el balón que Maradona metió al arco de Shilton de un puñetazo, dando origen a la “mano de Dios”, y el mismo con el que eludió a medio equipo inglés para convertir, con la pelota pegada a su zurda, el mejor gol en la historia de los mundiales. Fue también el mismo que, en el partido inaugural España (0) - Brasil (1), Sócrates chutó al arco en un claro fuera de lugar que el árbitro ignoró. En el mismo juego, el español Michel anotó de un zapatazo el llamado “gol fantasma” porque el juez no lo vio o no lo quiso ver. En este mundial el inglés Lineker fue el goleador con 6 anotaciones, pero no siempre los ojos estuvieron atentos al balón, pues a pesar de la calidad del juego y de los jugadores, en Méjico 86 se empezó a hacer famosa la ola en las graderías; cuando el juego aburría, la ola entretenía.
Italia 1990
Se dice que, en su momento, el 'Etrusco único' fue el más ligero y más rápido debido a sus capas internas de poliuretano y neopreno. Su buena calidad fue premiada poniéndolo a rodar en la Eurocopa del 92 y en los Olímpicos de Barcelona. El diseño tenía un león etrusco inspirado en la historia italiana. Italiano también fue el goleador de esta versión del mundial, Salvatore Schillaci, con seis tantos. Sin embargo, este torneo estuvo bajito de celebraciones: se marcaron 115 goles, un promedio de 2,21 por partido, el más bajo en la historia de los mundiales. En contraste, el Etrusco fue testigo de jugadas inolvidables. Fue el balón que Fredy Rincón metió entre las piernas del alemán Bodo Illgner empatando el juego que le daría a Colombia por primera vez un paso a octavos de final. También el que Roger Milla le robó a Higuita fuera del área, acción que terminó en gol camerunés y eliminación colombiana. Quien más se interpuso entre el Etrusco y su arco fue el portero Walter Zenga, pues se mantuvo invicto durante 517 minutos, un récord inigualado hasta hoy; fue el argentino Caniggia quien lo superó de un cabezazo en una de las semifinales.