Número 80, octubre 2016

Si Trump fuera paisa
César Augusto Betancur, Pucheros. Ilustración Verónica Velásquez

En Medellín, en el piso cincuenta de la Torre Torres, nuevo centro empresarial de don Aldo Torres, se realiza la convención del Centro Democrático que busca candidato presidencial para 2018. El evento avanza a puerta cerrada pero no hay duda sobre quién será el ungido por el uribismo. Los precandidatos son Pacho Santos y el exprocurador Alejandro Ordóñez.

Así las cosas, la convención pierde interés y los periodistas fijamos la atención en la recién inaugurada Torre Torres, el imponente edificio de setenta pisos construido por don Aldo Torres al sur del Valle del Aburrá, en el mismo terreno donde, hace casi treinta años, otro polémico empresario antioqueño construyera La Catedral, en Envigado.

El propio presidente de Torres Organization, dueño de Teleantioquia, el periódico Q’Hubo y la Plaza Mayorista, nos invita al penthouse de tres plantas y cinco mil metros cuadrados que corona la torre. Por primera vez la prensa tiene acceso a este centro de excentricidad y ostentación donde vive el también propietario del Pueblito Paisa, el Parque Lleras y la piedra del Peñol.

En el hall recibimos la primera cachetada del capitalismo: sobre un cuero de vaca persa y bajo el techo decorado con azulejos españoles del siglo XV, don Aldo exhibe un papamóvil auténtico, autografiado por los últimos cinco papas. Y nos dice que piensa llevarlo al Desfile de Autos Antiguos, evento exclusivo de Torres Enterteinment Resorts, como el reinado de Señorita Antioquia, el Desfile de Silleteros, el Festival Nacional de la Trova y las promociones del Éxito.

El hombre que logró que el precio de la arepa redonda sea indicador económico y se cotice en la bolsa de Nueva York, nos hace un tour por su casa mientras bromea con el divorcio de su segunda esposa, Natalia París, y se deja fotografiar al lado de su tesoro más preciado: la colección de carrieles y peluquines de pelo de nutria, hechos a mano en Jericó. Llegados al salón comedor el descreste es total. En el espacio donde la tradición antioqueña recomienda un Corazón de Jesús o una Última Cena, el empresario ha dispuesto la vitrina con los restos del padre Marianito. Logró quitárselos al municipio de Angostura gracias a una tutela que falló en su favor un magistrado al que don Aldo ayudó a salir de Datacrédito, firma que hace parte de Torres Holding, junto con la Lotería de Medellín, la Feria del Brasier y Solo Kukos y Fase III.

Alucinante esta piscina en forma de sombrero aguadeño, con cerámicas de Venecia y un dispositivo de sonido que al contacto de las huellas digitales de don Aldo con el agua, reproduce música carrilera. Qué sobrecogedora combinación de mosaicos venecianos y mosaicos de Las hermanitas Calle, cuyos derechos fonográficos son propiedad de Torres Records, igual que los de Nadie es eterno en el mundo y La jarretona.

Aquí conocemos, además, el interruptor desde el que cada noche de diciembre se prende y apaga el alumbrado del río Medellín, adquirido por el potentado junto con la gorda del Parque de Berrío y la franquicia de la morcilla de Envigado. Todo esto les da la razón a quienes dicen que en Antioquia no se voltea una arepa sin la aprobación de don Aldo, quien nos mostró también su teatro particular, donde se presentan solo para sus ojos El Águila Descalza, El manicomio de Vargasvil, el escorpión de René Higuita, y el famoso número circense del expresidente que toma tinto montado a caballo.

Cuando le pregunto por las dimensiones y las extravagancias de su residencia, el magnate responde con risita burlona:

—Mijo, lo primero que un político o un empresario colombiano debe tener es una casa amplia y amañadora; uno no sabe cuándo se la van a dar por cárcel.

Luego elude referirse a su fuerte pelea con el actual rey de la trova, a quien llamó hipócrita y le pidió renunciar al título luego de que el repentista le dedicara la siguiente rima:

“Con esa cara, don Aldo,
es improbable que tire…
pa que una hembra lo mire
tiene que mostrar el saldo”.

 

Ilustración Verónica Velásquez

Lo que sí confirma es que se divorció de su primera mujer, Piedad Córdoba, porque ella no respetaba los espacios y siempre llegaba a poner turbantes sobre sus peluquines.

—Muy socialista, pero si vieran el platal que se gasta en trapos pa enrollarse en la cabeza. Y nos adelantó que su tercera esposa saldrá elegida en el reality show La aprendida.

Tras una hora de recorrido por la casa de este señor sobre el cual y para el cual se tejen por igual mitos y bisoñés, veinte pisos abajo estalla el escándalo: la convención uribista elige como candidato presidencial para 2018 a don Aldo Torres, que derrota contra todo pronóstico a Alejandro Ordóñez, quien, al igual que Pacho Santos hace cuatro años, se siente conejiado por el CD. Los periodistas regresamos al piso cincuenta en el momento en que, báculo en ristre, el exprocurador denuncia el engaño:

—Al señor Torres no le dieron ningún aval: ¡él lo compró!

Pero nadie lo escucha. La atención y los aplausos son para don Aldo Torres, que se estrena como candidato presidencial anunciando la demolición de la Torre Torres para levantar ahí mismo la primera urbanización de casas cárcel en el mundo, un proyecto de cien mil viviendas de interés antisocial. Y luego lanza su primera promesa de campaña:

—¡Si soy elegido presidente, levantaré un muro en el meridiano 82! Un muro que nos separe definitivamente de los nicaragüenses y proteja el mar territorial que nos quieren robar esos delincuentes, corruptos y violadores, liderados por Daniel Ortega, un tipo que se viste como un muñeco de añoviejo.

Y de paso lo invita a Colombiamoda, otro evento exclusivo de Torres Entertainment Resorts, al igual que el Desfile de Mitos y Leyendas, y la convención del Centro Democrático. UC

 
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