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Número 25 - Julio de 2011   

Artículos
Medellín, cero tango
Jorge Iván Arango Lopera. Ilustración Lyda Estrada

 

Ilustración Lyda EstradaEstamos acostumbrados a oír mentiras acerca del tango en Medellín. Mentiras que se repiten todos los años por el mes de junio, el único en que se menciona el tema: que los bailarines locales son magníficos; que Medellín es una ciudad muy tanguera, segunda capital mundial de dicho género musical, después de Buenos Aires; que aquí se oye más tango que allá y se sabe más de tango; que los coleccionistas colombianos son de altísimo nivel; que tenemos academia del tango e investigadores.

Empecemos por la danza. Han proliferado las academias de baile en las que los muchachos se entrenan en todo tipo de bailes, desde el porro avanzado hasta el tango. Allí hacen una mezcolanza de piruetas y enredos que sacrifica la identidad, belleza y elegancia de cada uno de los tipos de danza. No hay ninguna individualidad, porque todos bailan de la misma manera, con las mismas maromas, los mismos gestos y, por qué no decirlo, con el mismo mal gusto. Se pierde la espontaneidad, porque todo es ensayado, adocenado: un amasijo de gimnasia, artes marciales y danza.

Siempre que veo a los bailarines de Medellín, con el estilo de tango espectáculo para turistas, me acuerdo de mi querida amiga Susana Fabrykant, recitadora de poemas lunfardos. Ella declama un poema de Osvaldo Mario Punzi, de mi especial predilección, llamado Che Tango, que en uno de sus versos dice: "Lo que bailás ¿es corte o es karate?". Nuestros bailarines saben muy poco de tango, casi nada. No han leído ni un solo libro de tango, no conocen las orquestas ni los cantores más representativos del género, y no tienen verdadera pasión por el tango sino por bailar; bailar cualquier cosa, incluido el mal llamado tango electrónico, pero bailar.

En cuanto a que Medellín es una ciudad tanguera, nada más falso. He asistido a cuanto espectáculo de tango viene de Argentina y nunca he visto los teatros llenos, si exceptuamos las presentaciones de los octogenarios Alberto Podestá y Juan Carlos Godoy. Este último es tratado en nuestra ciudad como una "gloria tanguera", a pesar de que fue un cantante de tercera categoría de una orquesta de segunda categoría. En una ciudad de dos millones y medio de habitantes, no resultan compradores para llenar un teatro de mil quinientas localidades; ni hay una sola orquesta de tango, ni los estudiantes de música se interesan por él. Apenas hay uno o dos bandoneonistas.

En el recién terminado Festival de Tango, vino a nuestra ciudad una de las personas que más saben de tango en el mundo: Ricardo Ostuni. Poseedor de una enorme cultura general y de una vastísima experiencia en el mundo del tango, fue desaprovechado de manera vergonzosa por los aficionados locales. Los canales de televisión, la prensa escrita y la radio hicieron caso omiso de él. En una conferencia que dictó en Otraparte, apenas había unas 80 personas.

También invitaron a Ostuni a participar en varios conversatorios con algunos de los que aquí pasan por ser eruditos en el tema. La intervención de dichos personajes y las preguntas que al final hicieron los pocos asistentes mostraron el paupérrimo nivel que tenemos en la ciudad: no sabemos de tango; ni el público ni los académicos. Ostuni dictó una conferencia magistral acerca de Ernesto Sábato y el tango, apenas para 100 asistentes. Deseaba dictar otra respecto a Borges y el tango (acerca de este tema tiene escrito un muy buen libro), pero los organizadores del festival lo boicotearon para que no la diera en el Centro de Historia de Bello, celosos quizá porque esa charla no estaba en el itinerario que ellos habían planeado.

Aunque la nuestra es una ciudad tanguera, no hay escenarios en donde se pueda pasar una noche agradable oyendo tangos en voces de buenos artistas. Con Ostuni estuvimos en los dos sitios de más renombre tanguero en la ciudad: gran decepción. En uno de ellos, los infaltables Lejos de ti y Sangre maleva, en un equipo con mal sonido, hacían las delicias de los asistentes. En el otro se presentaron una cantante ya adueñada de la escena tanguera de la ciudad y un cantor desconocido, ambos presentados como grandes figuras, cuando en Buenos Aires serían, si acaso, cantantes de relleno en un espectáculo de modesta categoría. Un deplorable espectáculo que no soportamos: nos salimos en la mitad.

Para completar el desolador panorama del tango en Medellín, cada vez son menos —y de peor calidad— los programas radiales dedicados a la canción porteña. Excepto el de Rodrigo Pareja, no hay ninguno que aborde el tema con seriedad. En cuanto a investigadores, sólo hay uno en Colombia: Luciano Londoño. Por supuesto, a este no lo invitaron a formar parte del festival; no le programaron ninguna charla ni participación en conversatorios.

Para terminar, los coleccionistas: sí hay mucha gente que acumula discos del tango de los años 30 y 40, que rechaza el tango de la llamada época de vanguardia y que todavía discute si Piazzolla era bueno o malo, si hacía tango o no. Es decir, gente estancada en asuntos de hace 60 años. Existe un nuevo grupo, el de los cibercoleccionistas: al amparo de la tecnología, es posible conseguir gran cantidad de música con solo copiar un disco duro. De la noche a la mañana, cualquier persona ya se ufana porque tiene "500 gigas llenas de tango", de las cuales no conoce ni el 1%. ¡Qué distintas aquellas épocas en que se iban formando las colecciones disco a disco, conseguidos a veces con gran esfuerzo y escuchados mil veces hasta que formaban parte de la vida de uno!

Medellín, ciudad tanguera: lástima que no sea verdad tanta belleza. El tango en Medellín está muerto. UC

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