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Número 25 - Julio de 2011   

Artículos
La cruzada del elefante blanco
Daniel Echeverri Sánchez. Ilustración Lacazadora

Desde 1966 se viene hablando del discutido Túnel de Oriente. Y aquí seguimos.       

 
Ilustración Lacazadora

Dicen los expertos que en nuestro país sólo un animal se encuentra lejos de estar en peligro de extinción. Se trata del maravilloso pero muy común elefante blanco, que encuentra en Colombia jugosos pastos para seguir creciendo y engordando.

Al parecer, en el oriente antioqueño, cruzando la bella Santa Elena y perforando dos montañas, se intentará levantar el santuario del majestuoso animal. Será un vasto territorio en el cual se construirá un intercambio vial en el sector del seminario para integrarlo con la vía Las Palmas; luego un túnel corto de 786 metros al cual le sigue una vía a cielo abierto de 4,4 kms. hasta llegar al túnel de Santa Elena de 8.1 de longitud para unirse al acceso oriental, mediante un viaducto que comunicará con la glorieta del aeropuerto José Maria Córdoba. Tan espléndida obra tendrá por nombre Conexión Vial Túnel Aburrá Oriente.

La gran idea data de 1966, cuando obviamente no existía el aeropuerto internacional, tampoco la doble calzada de Las Palmas, la autopista Medellín Bogotá seguramente era una trocha y mucho menos que eso la ruta a Santa Elena. Para entonces el Túnel de Oriente pudo verse como un proyecto muy interesante y hasta factible desde el punto de vista de proyección y accesibilidad al oriente antioqueño.

Cuando empezó toda esta historieta —que seguro el gobernador de turno veía, con orgullo, como un ejemplo más del tesón y la pujanza paisa—, algo de sensato tenía el proyecto. Claro, sin entrar en consideraciones de tipo ecológico y ambiental, que ese es otro asunto. Que no existiera una vía que comunicara rápidamente a Medellín con esa parte del Oriente fue la justificación que dio origen a todo este embrollo que hoy se ha generado en torno al túnel de oriente, después de haber estado inmóvil durante mucho tiempo. ¿Hará falta romper dos montañas y gastar alrededor de un billón de pesos para un proyecto que economiza en tiempo 20 minutos para ir al aeropuerto, a la finca de Álvaro U. y a las de todos sus amigos?

En 1966 el proyecto podría confundirse con un acto encaminado al progreso de una región, pero hoy ese supuesto, caballito de batalla de quienes pretenden realizarlo a toda costa, es realmente dudoso, más aún cuando la palabra progreso ha entrado en franca decadencia, pues no sabemos qué significa ni qué persigue, y sólo podemos dar por cierto que en honor al progreso se autoriza la deforestación progresiva, se desafectan zonas protegidas por su carácter de reserva forestal y se quebrantan y desconocen leyes que, en condiciones normales, impedirían que el proyecto fuese viable.

 

Dicen Luis Alfredo, Álvaro y sus seguidores y amigos, cómplices, beneficiarios y vecinos de las fincas de recreo del Valle de Sajonia (donde desemboca el túnel), que los hippies, amantes enfermizos de árboles y pajaritos, se oponen al avance de nuestra gloriosa región, que su exacerbado ecologismo no les permite ver lo grandioso de esta megaobra, que no alcanzan a entender que el ahorro de 20 minutos, pagando un peaje que hoy sería de $15.000, es una extraordinaria idea que justifica la perforación de dos montañas y la consecuente filtración y pérdida de aguas en Santa Elena a razón de 185 litros por segundo (según estudio que fuera realizado por la firma Integral S.A. y puesto en conocimiento de todos aquellos promotores del proyecto). Los gestores dicen tener todo bajo control y juran que monitorearan permanentemente las filtraciones de agua. Sin duda tendremos un detallado registro de cómo se acabará el agua en Santa Elena.

Pero eso no importa, son males menores comparados al gran servicio que prestará el túnel al ahorrar esos 20 minutos, y que atravesando siete fallas geológicas jamás sufrirá deterioro alguno, por lo que finalmente se podrá abandonar el mantenimiento del kilómetro 10+700 de la vía Santa Elena y de la doble calzada, que valga decir, opacó por mucho tiempo la idea del Túnel de Oriente pues en su momento fue la supersolución de comunicación con el Oriente.

Al parecer un enorme porcentaje de la población paisa no ha entrado al debate porque desconoce las graves consecuencias que el proyecto puede acarrear. Don Álvaro y don Luis se han empleado a fondo en la defensa del túnel con el argumento del progreso, pero sin dar muchas pistas acerca de los riesgos ambientales y de los chuecos jurídicos que todo este asunto ha generado, pues poco se ha dicho de la demanda de nulidad interpuesta en contra de licencia ambiental otorgada (que al prosperar fue paradójicamente apelada por Cornare, ente encargado de velar por la defensa del medio ambiente), ni del abandono en que podrían quedar sumidas las carreteras alternas, ni del creciente proceso de erosionamiento que la región podría sufrir.

Estas líneas no alcanzan a entregar un completo panorama de las irregularidades y omisiones en que se ha incurrido para garantizarle el curso al proyecto Conexión Vial Túnel Aburrá-Oriente contra viento y marea, pese a la resistencia de habitantes de Santa Elena y Rionegro (nativos o no), grupos ambientalistas, hippies, personas sensatas, etc. A estas alturas, lo único claro para los opositores del megaproyecto es que en aquellas montañas por donde pasarán los túneles, no quedará vivo sino un animal: El Elefante Blanco. UC

Nota: Para mayor información sobre el proyecto puede visitar: tuneldeoriente.blogspot.com

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