Aunque usted no lo crea, en Medellín también tenemos, además de Central Mayorista y Minorista, nuestra propia central nuclear, tal como testimonia la foto que acompaña el editorial de esta buhardilla periodística.
Se rumora que tal central fue construida en 1972 por Atilio Barettini, y el apellido ya lo dice todo. El célebre constructor parece que tenía problemas auditivos y, en vez de diseñar un edificio, terminó haciendo un adefesio.
Por la misma época, la hermana República de Cuba, emulando el poderío de la Unión Soviética, levantó en la provincia de Cienfuegos el reactor Juraguá, que prometía ser el más potente del continente. No lo terminaron porque les pareció muy reaccionario.
En cuanto a la central nuclear de Medellín, nadie, ni siquiera don Berna, sabe de su ubicación exacta, aunque vecinos del sector de Laureles se quejan de las cosas raras que a veces ocurren: un ronroneo permanente en el aire, un inusual sofoco meridiano y extrañas metamorfosis como la sufrida por el periodista deportivo de Caracol-Radio, Wbeimar Muñoz, que en la tele siempre sale verde.
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De manera que no solo tenemos nuestra propia central nuclear sino que, cruzando los dedos, y dada la ética y el profesionalismo con que se manejan en Colombia las obras públicas, en poco tendremos también nuestra propia Fukushima.
En Chernóbil, veinticinco años después del accidente que expulsó a la población de un sector de cuarenta mil metros cuadrados, volvieron a habitar cada vez más robustos jabalíes, renos de astas hiperbólicas, y en los ríos ahora se ven sorprendentes bagres de metro y medio. Según los científicos, no se trata de ningún fenómeno de mutación genética, sino del resultado obvio de que los animalitos vivieron a salvo durante un tiempo de la ambición, el hambre y la estulticia de los seres humanos.
Entonces, quizá, veinticinco años después de una probable tragedia nuclear en Medellín, vuelvan a este valle las nutrias, los osos de anteojos, los venados, los jaguares, los armadillos, y hasta los nutabes, aburráes y yamesíes, comunidades que habitaron estos lares antes que nosotros, como los cóndores.
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