EDITORIAL
Selva a Centro
Es una especie de cedazo obligatorio para cerca de la mitad de la población de la ciudad. Un peaje y una promesa. ¿Pasar o quedarse? Es el caldero de muchas calenturas y la caja de sorpresas. El mejor retrato de la ciudad a fragmentos que nos entregan las demás comunas. Es la 10. La que más alumbra el helicóptero, luz de la calle, oscuridad de la casa. No viven ni siquiera noventa mil personas en ese retazo que va desde San Diego hasta Prado de sur a norte y de Boston a la Minorista de oriente a occidente. Pregunte por lo que no vea.
Pero lo más grande que tiene el Centro es una sombra que se empeña en repetir el paisaje tétrico, el misterio criminal, la novela negra de todos los días. Cuando es la novela cotidiana de toda la ciudad. El Centro no es un ecosistema insólito e infecto sino uno excepcional que reúne a toda la aglomeración que llamamos Medellín. Las cifras de sus males se suelen comparar sin mucho seso con las de las demás comunas de la ciudad. El Centro necesita indicadores propios, señales que digan algo sobre un territorio compartido, competido esquina a esquina, más abierto y más incierto.
Hace unos días un artículo del periódico El Colombiano reseñaba algunas de las desgracias del trocen. Cifras ciertas, datos útiles, radiografía puntual. Pero tal vez valga la pena abrir un poco el plano para ver más. Un ejemplo, el artículo dice con un tono de alarma que todos los días se presentan dos riñas en el espacio de ese Medellín viejo. Parece que al autor se le olvida que tres párrafos arriba dijo que todos los días pasan por el centro 1 200 000 personas. Hay conjuntos residenciales donde hay más de dos riñas diarias. Y hay algunos bares con cifras peores, nos consta. Por eso tal vez unos datos sobre la violencia homicida en la Comuna 10, para mirar lo más cruento, pueden servir para poner temores y realidades en su punto. Para señalar problemas y alumbrar las penumbras repetidas.
Nos concentramos en los homicidios que se han cometido en el Centro durante el segundo semestre de este año. Asesinatos desde el 1 de julio hasta el 7 de noviembre. Primero vale la pena decir que las muertes violentas en el Centro tienen una particularidad que señala algunos motivos y victimarios. Cerca de un 70% de los homicidios en Medellín se cometen con arma de fuego. En el Centro la proporción es contraria. El año pasado el 45% de los homicidios en la comuna central fueron a cuchillo. La cifra demuestra que las riñas y los atracos callejeros dejan buena parte de las víctimas en el Centro. Según el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (SISC), y su reporte diario, que por supuesto siempre necesita ajustes, el 25% de las muertes en el Centro en lo que va del segundo semestre fueron producto de un enzarce a filo.
Esas muertes que surgen de lo que parecen desencuentros y robos menores dejan más capturas de lo normal. En Medellín apenas algo más del 20% de los homicidios encuentran un culpable. En lo corrido del año de los 35 homicidios cometidos en el Centro un 28% tienen capturados en flagrancia, muy seguramente condenados. Uno de ellos fue un hombre que mató a su compañera de motel en Moravia y luego se suicidó. De modo que más del 30% tienen un muy seguro victimario identificado una semana luego del crimen. Más muertes y más culpables.
El Centro tendría que ser un ejemplo de justicia en la ciudad, más inteligencia, más vigilancia en “puntos calientes”, mirar más calle y menos celular podría dejar un mensaje claro de menos impunidad en crímenes en el Centro: un lugar inseguro para los asesinos.
En el Centro dejan de pasar cosas que nadie imagina. Dos semanas sin un homicidio, por ejemplo. Como ocurrió entre el 21 de agosto y el 3 de septiembre. No funciona según la lógica del terror inminente la vida y la muerte en la gran “villa” de esta pequeña ciudad. Es imposible negar los poderes ilegales y sus cruces con la ley. Aquí se controla en compañía, muy parecido a lo que sucede en muchos de los barrios, solo que con un poco de más agite.
Es muy seguro que este año aumenten los homicidios en la Comuna 10. Hasta el 7 de noviembre se han contado 95 y el año pasado fueron 103. Señalando que el segundo semestre ha sido menos cruento en toda la ciudad. En todo el año el aumento de homicidios en el Centro es del 13% mientras en la ciudad es del 8.8%.
Para terminar este recuento macabro hay que señalar los barrios donde se concentran los homicidios. La Candelaria, Villa Nueva, Estación Villa y San Benito son los bravos de la comuna tesa. Trace una línea desde La Playa hasta el final del barrio Prado, señale esa franja, más o menos una cuarta parte del Centro, ahí suceden más del 60% de los homicidios. El año pasado un 25% de las víctimas tenían antecedes penales. Para que piensen en un viejo Guayaquil algo más amplio.
El Centro de la ciudad no necesita esa “recuperación” de la que se habla cada vez que se le cambia el piso duro a sus parques y plazuelas. Lo urgente es la intervención permanente en zonas donde bordea y habita la indigencia. Medellín invierte en atención a los callejosos, hay programas que se han sostenido. Pero todo plan sobre el Centro tendría que pensar en un incremento y una idea nueva para una realidad que se bandea más que se supera. Menos decreto, más sentido común, más conocimiento, más empatía, más gente de la calle trabajando con la gente de la calle. No recuperar sino retratar según sus justos caos y delicias. En realidad el Centro no necesita nuevos visitantes, solo que quienes vienen a diario tengan más opciones, mejores ideas de sus posibilidades y menos miedos de papel y pantalla.