Las razones de El Corazón
Texto de la carta Tal vez la mejor manera de comenzar a hablar de las consignas firmadas con el corazón, que han venido apareciendo en Medellín de un tiempo para acá, de su fundamentación y del lugar que ocupan en la lucha política, nos la brinda la respuesta unánime que han tenido entre la derecha y la izquierda tradicionales: el rechazo, la persecución.
En efecto, a una fotografía de una de las consignas que publicó el tan excelso representante de la reacción como es El Colombiano, con un pie de foto en el que clamaba por la cacería y el acallamiento, no se hizo esperar la respuesta del Moir y sus aliados —tan esqueléticos como él— que se dedicaron con motivo del Primero de Mayo a utilizar sus insulsos, repetidos y monótonos carteles en la tarea de tapar las consignas, así eso les implicase respetar los afiches de liberales y conservadores.
Pero no es de extrañar, más bien la repuesta desatada valida nuestra postura y objetivos: todos esos, unos abiertamente y otros encubiertos en la palabra revolución, tienen la misma alma de fachos y tiranos, tienen la misma disposición de silenciar la libertad.
Y no nos engañamos: nuestra acción se inscribe en un claro escenario político. Por eso definimos nuestra lucha como una lucha política en la que hay que contender contra enemigos que tienen máscaras diferentes, pero con una identidad única: defienden con celo la autoridad y la obediencia.
Nos negamos a circunscribir al enemigo al exclusivo espacio de los aparatos del Estado. Más bien creemos que aunque el poder hace uso del Estado para maniatar y reducir, sojuzgar y aniquilar, tiene, ante todo, la capacidad de diseminarse sobre toda la superficie social, controlando la vida, no sólo bajo la forma del soldado amenazador, sino de lo más cotidiano: el amor; la sexualidad; la familia; las relaciones con la vejez y la niñez; las nociones interiorizadas de macho y hembra y los lugares asignados y aceptados al hombre y a la mujer; la distribución y la utilización de los espacios urbanos y rurales; las formas de encierro como la cárcel, el manicomio, la escuela, la fábrica; las formas de dirigismo y obediencia, dogma y acatamiento, como la iglesia y los partidos políticos; las relaciones del trabajo y la diversión; los sistemas de segregación sobre el negro, las minorías, las formas de sexualidad que no se encuadran en la cópula genital; en fin, en tantas maneras.
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Por eso las rabias y las amenazas de una burguesía que sólo puede preservarse si logra mantener la obediencia. Y por eso también las furias de la izquierda dogmática y falta de imaginación, que ama las doctrinas y las funciones de profeta y discípulo, que grita vivas a la revolución en la plaza y luego regresa a la casa o a la universidad a ser el mismo padre, el mismo amante, el mismo profesor o estudiante, como cualquier burgués de dos por cinco, que siempre piensa que la revolución está más allá de la vida diaria, que vive, y que es una cosa para hablar hoy y hacer mañana, que sólo le alcanza la imaginación para asociar revolución con relaciones sociales de producción, que creen que unos iluminados, posesos de la verdad, representan al proletariado, que cantan alabanzas al partido y al Estado y que, por eso mismo, no se asustan cuando sus revoluciones, esas de las que siempre escogen una para sí como modelo, igual que cualquier sociedad burguesa, se enorgullecen de sus cárceles y manicomios, de la defensa que hacen de la familia y de la escuela, de sus kafkianos aparatos y funcionarios judiciales, en fin, de todo aquello que garantiza y reproduce las relaciones de poder, así quieran engañarse y engañarnos diciendo que éste es el poder del proletariado que por operación alquímica queda transubstanciado en los funcionarios del partido y de la burocracia, lo que en fin de cuentas es lo mismo.
Pensamos que la lucha revolucionaria es, no una lucha contra el estado burgués simplemente, sino contra lo que subtiende la posibilidad de éste: todas esas relaciones que desde la vida cotidiana preparan a la gente para el silencio y la obediencia. Nadie es la verdad única, por eso es necesario rescatar la imaginación, la voz y la acción de todos. Para no extraviarse, la revolución tiene que dinamitar todos esos laboratorios donde se procesa la mansedumbre y la obediencia, el silencio y la sumisión, cosa en la que son duchos burgueses y leninistas de todos los pelambres.
De ahí que no nos inspire ningún afán profético, que no hagamos trazados organizativos para que la gente nos adhiera y por ensanche lleguemos, un remoto día, a ser dirigentes o vanguardia de la revolución, que no citemos a congresos públicos o clandestinos de donde habrá de salir "el verdadero camino" que opondremos al de los otros.
Sólo convocamos a ganar la libertad, entendida como concresión histórica y social y como ampliación de las posibilidades y realizaciones de la vida, logro sólo posible en la permanente lucha de todos contra todas las formas del poder y sumisión. Por eso invitamos a todos los que odien el poder a luchar ahí, en todos los lugares donde su vida es, y ya. Y si quieren, como nosotros, ganarse los muros y las paredes para romper esa absurda estética de opresores, que ve más bella una ciudad enmudecida que una ciudad llena de garabatos, elevar su grito en busca de la libertad y de la vida, ¡háganlo!, al fin y al cabo ya Zorba nos lo ha dicho: "Tengo la convicción de que solamente aquel que quiere ser libre es un ser humano".
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