El pasado 14 de noviembre, por la tarde, al Parque del Periodista llegaron muchas (unas 150) personas a hacer memoria. Casi todas eran mujeres que traían consigo bastantes niños, que a su vez traían otros niños retratados en carteles, había uno que otro señor por ahí, y sobresalía un cura que con la ayuda de dos monjitas montó el altar en la tarima que desde por la mañana habían levantado los mismos muchachos que instalaron el sonido. Temprano también había estado una cuadrilla quitando el mugre del parque, sucio de negligencia, y un escultor limpiando su escultura, acicalándola para la conmemoración. El resto éramos curiosos atraídos por lo inusual de una misa en este parque, a pleno día. Todos nos quedamos pese a que lloviznó por plazos.
Entre las oraciones, la homilía del padre Sergio Duque, los cantos, la comulgada, las canciones de fondo y los discursos, fui dándome cuenta del valor de esa reunión y puse la mirada en la escultura que a diario veía sin ver bien. La misma que representa a los niños, a la niña y al muchacho que fueron asesinados por agentes de policía en el barrio Villatina en 1992.
Fue hace 16 años, el 15 de noviembre de 1992, domingo por la noche, justo a la salida de misa. Subieron 3 carros con 12 hombres encapuchados, se bajaron en la calle 54 con 17, asesinaron a 7 en la tienda La Cebada, y dejaron a 2 heridos: Nelson, un pelao de 17, y Johanna una niña de 8. Aunque alcanzaron a llegar al hospital, murieron.
12 matones, hace 16 años, 9 masacrados que tenían entre 22 y 8 años… tantas cifras y ni 1, ni UN asesino condenado.
OTRAS CUENTAS
Cuentan María Victoria Fallon y Patricia Fuenmayor, dos valiosas mujeres dedicadas a la defensa de los derechos humanos, que después de trabajar con las mamás de las víctimas lograron documentar el caso y llevarlo ante la Comisión Interamericana de la OEA en 1993. En el 95 hubo una audiencia y se pactó buscar una solución amistosa con el Estado.
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En el 97, como no se habían cumplido cumplido los acuerdos, rompieron, y como ahí sí se preocuparon se volvió a pactar, pero en el 98 tuvieron que volver a romper porque el Estado no había hecho nada, y entonces en ese año tuvo el Estado que reconocer públicamente su responsabilidad en la masacre y pedir perdón a las víctimas y a la sociedad. Sin embargo hasta el 2002 no había reconocido su responsabilidad por no haber hecho justicia, y tras otro rompimiento acceden a reparar a las víctimas. En el 2004 se instala el monumento Los Niños de Villatina en el Parque del Periodista.
12 años desde el 92, muchas vueltas, compensación económica, 1 escuela nueva en Villatina, 9 pergaminos reconociendo la culpa para las familias maltratadas, 1 puesto de salud, varias placas… tantas cifras y ni 1, ni UN asesino condenado.
10 ó 15 días después del entierro de los niños, agentes de la policía llamaron a las mamás, y les dijeron que tenían que ir al anfiteatro para una diligencia, que a la que no fuera no le pagaban el hijo. Aprovecharon para interrogarlas y sonsacarles información. El 31 de noviembre de ese año la policía hizo un (otro, el número 2) operativo en el barrio. 2 carros, uno blanco, el mismo de aquel horrendo domingo. La gente lo reconoce, llama a la base militar, bajan los soldados, se enfrentan. De pronto los de civil se quitan las capuchas, dicen que son de la policía, se identifican. Providencialmente aparece Teleantioquia y logra grabar cuando se despiden de mano: choque esos 5, chao, no hay ningún (ni 1) problema, váyanse y nosotros también nos vamos. La gente del barrio alcanza a reconocer a uno (1), pero la investigación sólo empezó de verdad tres (3) años después. Se perdieron muchas pruebas. Fueron condenados 2 policías pero sólo por encubrimiento, por ocultar hechos, varios.
Cierto día se logró que todos los miembros del CEO (Comando Especial por Objetivos de la Policía) hicieran una fila para que los testigos reconocieran a los victimarios. Una (1) de las mamás esperaba sola en una sala. Nerviosa, no aguanta más, abre la puerta precisamente cuando por el corredor viene uno de los policías y 6 años después puede gritar: "Ese es el asesino de mi hijo, ese es". Su reacción es apenas la lógica pero malogra la diligencia. Recorriendo los vericuetos legales, el abogado del reconocido se aparece días después con 12 individuos de raza negra, con la misma contextura física, todos de cabeza rapada y chaqueta negra. Logra camuflarlo.
Todo un comando de policías, 12 cabecirrapados, 3 años, 6 después, 2 carros, 1 trampa, todas las mamás, mucha gente… tantas cifras y ni 1, ni UN asesino condenado.
MUCHA MEMORIA
Entre tanta aritmética, queda el monumento, sumando a la memoria de nuestra ciudad, campaneando para que no vuelva a suceder. Pero antes hubo divisiones: Algunos de Villatina, algotros de las organizaciones de derechos humanos, los de la Academia de Historia y la alcaldía, no querían que se pusiera en el centro. Aquellas dos mujeres lograron convencerlos de que el monumento en el barrio no cumplía la misión pues allá la gente sabía muy bien lo que pasó. Se necesitaba enterar a toda la ciudad y de esa manera, realmente, recuperar la historia. Discusiones van y vienen hasta que se planta en el Parque del Periodista, porque, según sus palabras, es un lugar de encuentro de la juventud. Tienen razón y creo que no hay que entrar en explicaciones obvias. Si yo, que estoy llegando a viejo, ya cada vez que miro el monumento a esos menores de edad asesinados me da piedra, algo más fuerte le debe producir a los muchachos que pasan por el Parque.
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