El ser humano elimina aproximadamente 1,4 litros de orina al día. Cerca de la mitad de los sólidos que contiene esa orina son úrea, el principal producto de degradación del metabolismo de las proteínas. El resto incluye sodio, cloro, amonio, creatinina, ácido úrico y bicarbonato. Un litro de orina contiene normalmente agua, 10 mg de cloruro de sodio y dos productos tóxicos: la úrea (25 g) y el ácido úrico (0,5 g).
Con estos datos vamos al encuentro de uno de los organismos vivientes más maltratados de nuestra ciudad: La palmera del costado norte del Parque del Periodista, que con cincuenta años de existencia y merecedora de todo nuestro respeto, ha soportado a lo largo de los años incontables descargas de las toxinas liberadas por un inmenso porcentaje de los visitantes. Para corroborar los atropellos para con nuestra palmera, recurrimos a la observación directa del fenómeno y, apoyados en la estadística, realizamos el siguiente ejercicio: Se instaló un orinal portátil, justo al lado de la mencionada, con el objeto de evitarle tales agravios. Fue así como en aproximadamente 4 horas se obtuvieron 15 galones de orina, desbordando la capacidad del orinal; esto quiere decir que en una noche común en el Parque del Periodista fácilmente se pueden recoger alrededor de 30 galones de orina o, si se quiere 113,55 litros ó 113.550 ml de orina, que por semana equivaldrían a 794.850 ml; al mes serían 23.845.500 ml, y al año, la no despreciable cantidad de 286.146.000 ml de orina.
El ejercicio también evidenció que los ocupantes del Parque utilizaron de modo civilizado el orinal hasta que desbordó su capacidad, momento en el cual la orina fluyó por doquier y no se salvaron ni la palmera ni los muros aledaños.
Nos preguntamos entonces ¿cuánto podrá resistir en estas condiciones nuestra abnegada phoenix canariensis?
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Consultando expertos en la materia se pudo establecer que, pese a los muchos años de sufrimiento, la palmera no está en peligro de desplomarse (por ahora); que sus intoxicadas raíces aún son fuertes y que la cavidad en la base de su tronco no es anormal ni motivo de alarma, pues toda palmera cuenta con ella, ya que le sirve para facilitar su movimiento ante los vientos fuertes y justamente evitar su caída, contrario a lo expresado recientemente en El Colombiano en donde se hacía eco del supuesto peligro, a juicio de una vecina del sector, que sin contar con estudios apropiados en el tema, dramáticamente afirmó: "Esa palmera está sostenidita sobre nada, los orines de toda la gente la acabaron y ojalá no genere una tragedia; donde caiga un jueves que esto es lleno, yo le digo…"
Vaya para la vecina una voz de aliento y tranquilidad: la palmera no caerá por ahora. Compartimos completamente su angustia por la desenfrenada e incivilizada orinadera de los ocupantes del Parque pero nos negamos rotundamente a soluciones tan radicales (e inocuas) como talar la palmera. Acabar con los orinaderos en vez de actuar contra los orinones nos llevaría a la demolición de otros santuarios del miao como el parque San Antonio, todo el costado del edificio Profamilia, centenares de árboles y esculturas de la ciudad, etcétera.
Lo primero es salvar la datilera palmera, pero nos preguntamos: ¿Tienen que soportar los propietarios de los locales y las viviendas vecinas al lugar los usos y abusos de aquel espacio convertido en orinal ante la ausencia de uno real?, ¿Deben acaso los baños de los bares vecinos soportar el flujo de personas que un visitadísimo espacio público demanda?, ¿Qué hace la administración municipal para solucionar este problema de salubridad?, ¿Cuándo será que la gente de la ciudad más educada del país (según cierto eslogan) visitará un baño público y pagará por él si es necesario? Y una última: ¿Han probado los dátiles que da esta majestuosa palmera cincuentenaria? Saben a…
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