La cifra varía según la fuente, así que escojo la que expuso el periodista investigativo José Guarnizo Álvarez en El Colombiano el 16 de febrero de este año: en 2009 murieron en Medellín, de manera violenta, 2.178 personas. Es decir, 6 personas por día. En los primeros 24 días de este 2010 murieron de la misma manera 188 personas, o sea casi 8 personas cada día. Una persona cada tres horas. Es absolutamente aterrador, pero es lo que hay. Causa entonces sorpresa que en un editorial del mismo periódico, de fecha tan cercana como el 13 de febrero de este año, se diga, a propósito de la serie Rosario Tijeras, que "La pantalla chica vuelve a estar de espaldas a la realidad del país", porque muestra muertes violentas en Medellín, robos, violencia intrafamiliar, guerra de bandas y tráfico de armas. Es lo que hay, repito, así nos duela.
Me indigna la indignación de tanta gente de la ciudad que se está rasgando las vestiduras al tiempo que hace campaña para que los antioqueños no vean la serie, no compren los productos de los anunciantes y se retire la publicidad de espacios públicos. Juan Guillermo Montoya, director del servicio informativo de Caracol Radio, aseguró en su emisora que "los habitantes de Medellín" estaban indignados por la imagen que de la ciudad y de su gente muestra la serie Rosario Tijeras. "Nadie entiende aquí la reiteración acerca de una temática que nos estigmatiza ante el mundo".
¿Nadie? ¿Aquí? El día del estreno la serie tuvo 60,9 puntos de rating en Antioquia (de cada 100 televisores prendidos, casi 61 estaban viendo Rosario); y los días siguientes el promedio ha estado alrededor de los 54 puntos en el departamento, muy por encima de Bogotá, donde el promedio ha sido de 41 puntos. Pero las generalizaciones crasas y las inexactitudes sobre este asunto no son el tema de esta nota. Tampoco se trata de una columna –otra– contra El Colombiano, aunque sigo considerando que este periódico enreda las cosas u oculta información para darle preferencia a sus bizcos puntos de vista. El tema de esta nota es la importancia que tantas personas le dan en Antioquia y Medellín al parecer por encima del ser. La importancia que tiene la imagen y no tanto la realidad. Para muchos habitantes de la ciudad no importan tanto los dos mil y pico de muertos, sino que se los muestre en la televisión nacional y, en un futuro, internacional.
O en gracia de discusión digamos que sí importan esos dos mil y pico de muertos al año. Pero entonces… a ver las campañas reales y visibles de esta gente para mejorar las escandalosas cifras de desempleo en la ciudad, que rondan el 40 por ciento si consideramos también el subempleo. O por mitigar las condiciones de hacinamiento de los barrios periféricos, causa directa de la violencia intrafamiliar y en general de buena parte de la violencia en la ciudad. Es muy fácil abrir un grupo en Facebook y salir en la radio o en algún programa de Teleantioquia con cara de víctima hablando de la mala imagen, del qué dirán los que vienen al Foro del Banco Mundial o a los Juegos Suramericanos. Pero otro cantar es trabajar de verdad por mejorar efectivamente las condiciones de vida, y así, a mediano plazo, componer no ya la imagen, sino la realidad misma. Porque la cuestión no es de imagen, es de realidad. Y la realidad es que la forma de vida de buena parte de los habitantes de la ciudad es paupérrima.
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Y eso sí es indignante. En Medellín hay un montón de "hombres honestos que trabajan con tesón", sí, pero también hay montañas de sicarios y de ladrones que primero disparan y después dicen "bajate de carro". O de tenis ("que ya se los vendí a este man", como decía el mito urbano de los ochenta). Hay miles de "lindas mujeres que son ejemplo", pero también estamos inundados de prepagos y de bandidas. Ambas caras se muestran en la tele, si una no nos gusta entonces cambiemos el canal. Me parece obtuso y ridículo que un editorialista de El Colombiano hable de "una televisión puesta al servicio de las máquinas registradoras y no de los valores éticos y morales", porque pedirle valores éticos y morales a un canal privado es como pedirle acción y suspenso a Televida. Y también me parece hipócrita, porque, si jugamos con las mismas cartas, ¿cuál es la imagen que de Medellín está dando un periódico como Q'hubo, que edita el propio Colombiano? La misma de Rosario: sicarios, torcidos, ensiliconadas. Y ahí les cabe una frasecita del libro que parece el manual de estilo para los periodistas de ese periódico: "sepulcros blanqueados".
Algunos de los escandalizados por la imagen que da Rosario Tijeras de Medellín se quejan de que el Alcalde no se haya pronunciado al respecto. Pues bien, sí lo ha hecho, aunque esas declaraciones no hayan tenido la resonancia que se le ha dado a las voces inconformes con la serie. En una muestra de sensatez el alcalde Salazar dijo al periódico El Mundo: "yo no creo que La ley y el orden proyecte una mala imagen de Nueva York, ni que la buena o mala imagen de Miami sea por CSI…". La administración municipal apoyó la grabación de la serie en la ciudad por considerarla fuente de empleo: "esto invita a la gente a hacer muchas series y producciones acá en la ciudad y con ello se genera empleo. Pero no porque en la serie se diga que eso pasó, la ciudad dejará de ser o será así". Por su parte, el escritor Juan Diego Mejía, ex secretario de Cultura Ciudadana, dijo a BBC Mundo que le parecía ingenuo creer que "escondiendo la realidad cambiará la sociedad […] Es mucho más maduro cuando la sociedad acepta que sus artistas planteen los temas libremente y reflexione sobre ellos". La realidad no cambia cuando la tapamos. Empieza a cambiar cuando la enfrentamos en toda su complejidad, sin apasionamientos y con información fiable y completa.
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