En el comienzo fue la marihuana. Los narcos eran apenas unos amos folclóricos y despreocupados en los tierreros de la Guajira. Pastores de cabras que se habían mudado a la agricultura. La telenovela La mala hierba se encargó del primer retrato en 1982. A pesar del escándalo, el Cacique Miranda, capo y protagonista de la historia, despertó una sencilla simpatía. Mientras tanto, en el sur, las FARC sembraban lo mismo con más silencio, con su típico riego a goteo. El Cauca ha sido siempre potencia marimbera: Caldono, Caloto, Tacueyó, Toribío son nombres sonoros en las cartas de los Coffee Shops en Amsterdam.
Más tarde los resplandores de escama de la coca hicieron que el tráfico de marihuana se convirtiera en simple transporte de legumbrería. El negocio siguió siendo igual de próspero pero ya un marimbero era mucho menos que un cebollero. Entonces las noticias que trataban sobre la marihuana en Colombia cambiaron de dirección, tomaron un rumbo constitucional por decirlo de algún modo. Al revisar el archivo de noticias del diario El Tiempo en los últimos 20 años, se encuentra que los picos informativos relacionados con la marihuana están en 1994 y 2009: los años de la despenalización por parte de la Corte Constitucional y la penalización por parte del Congreso arriado por Álvaro Uribe.
Pero de cuando en cuando aparecen las noticias con más hierba y menos argumentos, las que cargan humo y moño de verdad. Un gran decomiso, un policía descrestado con un yogurt vegetariano, la pata roja y verde de una paloma mensajera con pedidos en La Picota hacen que la barilla vuelva a ser noticia. El protagonismo de los últimos días ha estado marcado por los sembrados cannábicos a cargo de las FARC. La semana pasada se promocionó con toque de corneta el decomiso de 20 toneladas de hierba en el Cauca.
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El encargado de la operación dijo que era el más grande decomiso en la historia del país. Es lógico que no sepa que en el 93 se incautaron 40 toneladas en Piojó, Atlántico, y que en el 91 fueron apenas 28 toneladas en San Onofre, Sucre, y que en un contenedor en Cartagena se encontraron los mismos 20.000 kilos en 1997. Cada tanto cae una paca grande.
Pero la noticia no quedó ahí. Dos días más tarde nos contaron que las FARC están retomando sus raíces marimberas. Según la versión, el Sargento Pascuas, guerrillero en edad de merecer los dolores de la artritis, es el jefe del negocio en el Cauca y tiene bien organizado un sistema de franquicias. Es el socialismo del siglo XXI.
Lo más gracioso es que las FARC tienen un tierno video educativo sobre la marihuana. Comienzan con las advertencias sanitarias: "El uso excesivo puede crear adicción y hacer del fumador de marihuana una persona apática y ensimismada, con poco interés en los demás y en la sociedad". Luego viene el llamado a la conciencia social: "La venta de marihuana que muchas veces hacen los jíbaros está cada día más ligada a la mafia paramilitar. Los paramilitares son grupos creados por el ejército y las élites del país, que vienen cometiendo masacres y otros crímenes contra la población civil. Cuando tú compras marihuana, tu plata puede terminar en manos de estos asesinos". Para el final están las recomendaciones prácticas: "Las FARC recomiendan que frente a este tipo de substancias, debe haber una conducta responsable. Consideramos que nunca se debe mezclar el uso de alcohol o marihuana con las actividades políticas como marchas, mítines y protestas. En las filas guerrilleras no está permitido el consumo de marihuana". Ayy, qué risueña.
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