|  A la administración de esta  provincia con delirios de metrópolis no le gustan sino los sitios  impolutos y resplandecientes. Maquillar de desarrollo lo que está a la  vista, para permitirse dejar en el abandono los lugares donde reside la  miseria, que son la mayoría. Le ha gustado siempre, picada por la  ambición, aparentar que todo es muy lindo, muy decente, que nadie  esconde dentro del pecho ninguna locura. Se ha dejado lavar el cerebro  del ideal de limpieza y perfección de la ciudad moderna, y le ha  declarado la guerra a los lugares donde viven la mugre y el desecho. Así  ha pasado, por ejemplo, con Barrio Triste, que ha resistido durante  años, con su grasa impenetrable y su vocación marginal, los embates del  gobierno local que pretenden despejar para los ojos de los extranjeros  su bonito epicentro. Su Centro Internacional de Convenciones, su  Edificio Inteligente. No vaya a ser que algún turista crea que de verdad  somos una ciudad pobre e inequitativa.
 En los últimos meses, y  con especial insistencia, se ha manifestado en el Parque del Periodista  esa progresista manía "limpiadora". Se prohíbe tomar cerveza, se prohíbe  parquear motos y carros, se prohíbe incluso fumar. Que porque "los  borrachos no usan el raciocinio", que porque el espacio público no es  para los vehículos, que porque fumar es malo y hay que salvar a la gente  de sus malas decisiones. O sea, tratan de arrebatarme mi derecho  inalienable a matarme como mejor me venga en gana. Se me ocurre pensar  en la Basij de Irán, Guardia Revolucionaria encargada de hacer respetar  la ley islámica y de controlar la moral en la calle. ¿Habrá que  gritarle, a los que hacen la norma y la imponen, que no todos  necesitamos un papá que nos diga qué es lo que tenemos qué hacer? Desde  que se abrieron los primeros bares, hace ya casi 20 años, el Parque  nunca está solo, ni siquiera en domingo. Por la fuerza de atracción de  un imán gigante enterrado bajo tierra, porque se vive y se siente la  tolerancia que en tantos otros lugares falta, porque es, por  antonomasia, el espacio propicio para la "autoexpresión" que pregonó  Fernando González, el filósofo de Otraparte. Por la razón que sea, hemos  elegido estar ahí, y eso nos da el derecho. ¿En qué ciudad está pensando la administración? ¿Hacia dónde van  encaminadas esas acciones represivas que amenazan en convertir uno de  los mayores ejemplos de convivencia en un lugar desolado? Que por la  Asamblea del BID, que porque se vienen los Juegos Suramericanos de 2010,  con su Circo del Sol y su parafernalia. ¿Para qué queremos eso, si no  podemos estar tranquilos sin que un policía nos prohíba estar donde  queremos estar? Resulta bastante hipócrita que quieran convertir la  ciudad en una atracción para los visitantes, y que en el camino nos  estén dejando damnificados a los que siempre hemos vivido acá.  Aunque seamos los "vagos" y "perdidos" del Guanábano, también somos  ciudadanos. Tenemos derecho al espacio público, y en esta ciudad no es  que haya mucho de dónde elegir. El espacio público no es para salir del  trabajo a coger el bus pa la casa, sino para que la ciudad florezca a la  luz de la conversación. Con una cerveza y un cigarrillo, si nos da la  gana. Porque nos gusta conversar, aquí esperamos a los autoritarios para  arreglar la suerte de este lugar que lleva 20 años dando guerra y sabe  cómo resistir.  |