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Número 06 - Octubre de 2009   

Editorial
El río circular
 

En 1961 un grupo de muchachos arrojó en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia una sustancia que por estas breñas conocemos como “peo químico”, de cuya pestilencia dan fe sus componentes: azafétida y yodoformo. Hasta aquí la historia no tiene nada de particular. El asunto comienza a ponerse interesante cuando recordamos que la explosiva mezcla fue a dar a los pies con los que escribían por entonces los muy católicos autores locales y que los muchachos eran comandados por un tal Gonzalo Arango, alma bendita.

La otra cuestión que hizo de esta simple travesura todo un acontecimiento, fue que además de la azafétida y el yodoformo, los muchachos lanzaron su Manifiesto al congreso de escribanos católicos, lo que le valió a los arrojados nadaístas carcelazos y golpizas, escupitajos e insultos, como los que habían recibido desde su aparición en la parroquia un año antes.

¿Qué decían estos chicos, hoy setentones y varios de ellos vueltos al redil del poder terrenal de la iglesia y el partido conservador? Pues simplemente que no eran católicos « porque en colombia son católicos el tuso navarro ospina, el general rojas pinilla, laureano gómez, mariano ospina pérez, rafael maya, darío echandía, josé gutiérrez gómez, alberto lleras, silvio villegas, pablo j. echavarría, tulio botero salazar, javier arango ferrer, fernando gómez martínez, manuel mejía vallejo, otto morales benítez, félix henao botero, carlos castro saavedra, abel naranjo villegas, nuestros padres, las prostitutas, los senadores, los curas, los militares, los capitalistas. TODOS, menos los Nadaístas”. En ese tono y con esa ortografía conmocionaron la pacata sociedad paisa y se ganaron literalmente sus buenos baculazos.

Así era, así es Medellín, una ciudad que a pesar del nadaísmo, del frente nacional, de las bonanzas marimbera y periquera, de la narcoguerra, a pesar de la aniquilación de sus dirigentes de izquierda, de sus líderes sindicales, de sus defensores de derechos humanos, a pesar de Fernando González, de Gonzalo Arango y Estanislao Zuleta, sigue igualita que entonces, como un río circular que siempre vuelve y pasa bajo el mismo puente, cada vez más oscuro y caudaloso, la paradoja filosófico hidráulica que vivimos para sorpresa de Heráclito y escándalo de Fernando Vallejo. El río es el mismo, in crescendo. Lo único que cambian son los muertos, pues también es el mismo dios el que bendice la matazón y la barbarie, bajo esa preceptiva católica según la cual, puesto que ya las víctimas fueron condenadas, hay que perdonar los victimarios.

Y sigue presente esa mano de dios paisa en el mito urbano que reza que un duro al que le contagiaron el sida ordenó castigar con la pena de muerte a cualquier persona que parezca prostituta, homosexual o drogadicta, a ver si matándolos a todos entienden que eso no se hace.

Es ya parte de nuestra tradición considerar perfectamente legítimo asesinar “comunistas”, una acusación que en nuestra escala de valores es un resumen de todos los males que hay que agarrar a machete, como a las culebras, según la muy serena, ecológica y reposada metáfora de nuestro primer mandatario.

 

El río circular

Un movimiento similar se armó para cercenar el derecho a la conmemoración de los 50 años de la revolución cubana en la Fiesta del Libro, un acontecimiento que marcó la historia de América Latina en la última mitad del siglo XX, una revolución que pese a la caída del muro de Berlín sigue vigente, y que con todo y su pobreza, sigue siendo la piedra en el zapato del tío rico del vecindario. Algo tan elemental como echarle una mirada al panorama cultural de la isla a 50 años de su revolución, terminó convertida en hecatombe, porque en Medellín pareciera imposible un diálogo abierto, franco y sin fanatismos.

Y la tapa del congolo, el maremágnum mediático y eclesial que se armó para acabar con la Clínica de la Mujer, un proyecto de un heterogéneo grupo de profesionales y estudiosos de la problemática femenina en Medellín, y que en buena hora la Alcaldía acogió y está próxima a abrir sus puertas, como un reconocimiento al enorme sacrificio de nuestras mujeres, víctimas de la guerra, el maltrato y la discriminación sexual y que ahora, gracias al escándalo que armó la godarria local, no va a poder practicar la interrupción del embarazo en casos de violación, de grave riesgo para la vida de la madre o por malformación genética del feto, tal cual lo sentenció la Corte Constitucional.

Hoy, como a finales de los años cincuenta, en Medellín sigue saliendo el demonio a recorrer las calles, sólo que ya no lo hace a partir de las ocho de la noche; ahora también madruga a perseguir lo diferente para ensartarlo con su horquilla.

Mas hoy como antaño, en Universo Centro levantamos nuestra voz para afirmar como los nadaístas BASTA, “basta de inquisiciones, basta de intrigas teológicas. basta de sofismas. basta de verdades reveladas, basta de morales basadas en el terror de Satanás. basta de comerciar con la vida eterna. basta de aliarse con dictaduras militares y burguesas. basta de asistir al banquete de la Andi. basta de viajar en “Cadillacs” último modelo. basta de catolicismo. ¡BASTA! ¡EL DIABLO NO EXISTE!”

El diablo es otro mito urbano para asustar incautos y mojigatos y los duros que hoy ordenan volver a las hogueras de la inquisición tienen la maldad y las armas, pero no tienen ni el poder ni el tiempo suficiente para detener la fuerza avasalladora de la vida.

Somos nosotros, los habitantes de la Medellín amordazada, los que estamos en la obligación de romper los diques de este río circular donde seguimos dando vueltas inútiles, como un corcho en el remolino oscurantista de la edad media, en pleno siglo XXI.UC

Universo Centro