Para hablar de la Carrera Junín, primero hay que entender algo fundamental: Originalmente la carrera Junín era sólo el tramo de Maturín hasta La Playa; la alargó Tyrrel Moore para conectar su urbanización Villanueva, ensanchando el camino que iba desde el puente hasta una fuente que estaba donde hoy se encuentra el monumento al Libertador.
Ese primer trecho recibió el nombre de El Resbalón. No se sabe si el nombre se debió a la calidad del piso de la calle, que era de barro colorado, muy resbaladizo en el invierno, o a lo que algunos cronistas de la época sostienen: que en los prostíbulos que conformaban dicha vía se bailaba un aire musical llamado el resbalón, similar a la lambada de hace algunos años o al reguetón de ahora (¿Habrá que decir que la jerarquía eclesiástica de la época condenó y amenazó con excomunión a los que bailaban resbalón?). Este tramo era la última etapa del viaje de las gentes que llegaban del interior del país, que recorrían la Asomadera o Niquitao y Maturín o Camellón de Guanteros, y volteaban por Junín para entrar por la calle Colombia al Parque de Berrío.
Toda la fauna de El Resbalón, junto con "los indios del Parque de Berrío" y las señoritas de 1 en conducta, que abundaban, fueron arriados hacia Maturín porque Mon y Velarde (llegado a Medellín por allá en 1785) no toleraba conversación en el atrio de La Candelaria, mucho menos en el mercado del domingo, mercado que pasó para el viernes creando una costumbre que duró mucho en la ciudad.
1. Cuando Tyrrel Moore hizo la urbanización Villanueva, construyó su casa en la esquina suroriental del cruce de Junín con Caracas.
2. La Farmacia Latina, donde se expendían las drogas de la época, entre ellas el famoso diazepam, un relajante bastante adictivo. Uno de nuestros más insignes músicos se dejó dominar por el diazepam y don Luis, el farmaceuta, lo motejó con gracia Señor Diapasón.
Un incendio consumió la casa de Tyrrel Moore y en el lote se construyo el Miami, café que fue testigo de la bohemia estudiantil de los años 40, 50 y 60 del siglo pasado. Allí los estudiantes departían con cerveza y aguardiente antes de marcharse a Lovaina, el Bosque o Tierrabaja.
3. En la parte de atrás de la casa, años más tarde, Herbert Geithner —padre de la actriz Aura Cristina y de Harry, conocido director del cine mejicano—, construyó el Metropol. Este bar se hizo célebre no sólo por los numerosos campeonatos nacionales e internacionales de billar sino por otros campeonatos importantes con figuras internacionales del ajedrez; llegó a tener también casino y tenis de mesa. En el Metropol se empezó a vender algo que en esa época llamaba mucho la atención: perros calientes de salchicha grande.
4. Aquí estuvo la casa donde se crió doña Berta Hernández de Ospina Pérez.
5. La casa de Las Monas Radio. Eran las hijas de Rafael Piedrahíta, denominadas así porque la fachada de la casa que construyó su padre parecía un radio marca Telefunken. Muerto don Rafael, fue demolida y en su lugar se construyeron tres locales, uno de ellos tomado por Ramiro Arango Montoya, dueño de Productos Doña Paula, los primeros enlatados en Medellín. Ramiro le puso poco cuidado al negocio y terminó vendiéndolo; lo compró don Leonardo Nieto, quien junto con Félix Fuenmayor, Diego Arango y los esposos Roberto Rey y Tita Duval, crearon el Salón Versalles. Cuando se quemó el café Miami, Versalles le dio acogida a un gran número de nadaístas y literatos que habían quedado sin residencia fija, compartiéndolos con el Metropol.
6. Sastrería de Rafael Arango y, más tarde, de su hijo Diego.
7. Fotoelectro, de Mario Posada. Empezó en la esquina suroriental para posteriormente pasarse a los locales que hicieron en la casa donde funcionó La Primavera, al frente del Club Unión.
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8. Este edificio, el Villa Nueva, fue uno de los primeros de apartamentos que se hicieron en Medellín. Propiedad de un reconocido homosexual que fue asesinado por su amante para heredarlo, en uno de sus locales, sobre Junín, funcionó la Joyería Tahití, de Hernando Echeverri, alias La Nanda, famoso entre las damas por la belleza de sus joyas y por la seguridad que les daba a sus maridos.
9. Esta casa, luego de ser una residencia particular, se dividió en consultorios médicos. Uno de tantos lo ocupó el doctor Filiberto Carvajal, primero en traer a Medellín las transfusiones de sangre.
Los Restrepo resolvieron hacer desocupar el inmueble y poner allí La Primavera, uno de los almacenes más lujosos de la ciudad, no por la belleza del local sino por la calidad de sus productos, al punto que se volvió lugar especializado para regalos de matrimonio y menaje familiar. Cuando La Primavera se convirtió en fábrica de camisas, la vieja casona fue demolida y uno de los locales resultantes lo ocupó Fotoelectro, que vendía material fotográfico y cámaras, y el otro, Fuente Azul, que se cerró rápidamente porque el negocio de helados cogió tal fuerza que tuvieron que poner fábrica.
9A. La Voz de Antioquia estuvo en una casa vieja acondicionada para radioteatro. Como poquitos lugares en Medellín, este, que hoy se encuentra vinculado al edificio Coltejer, fue centro de cultura continental; allí las radiocadenas presentaron personajes de talla mundial como Toña la Negra, Carlos Julio Ramírez, Pedro Vargas y un número inmenso de otros artistas, individuales y en grupo, que hicieron de Medellín una verdadera meca del arte mundial.
10. El salón Té Ástor fue fundado con el nombre de La Heladería, en Junín con Colombia. Luego su clientela creció de tal manera que tuvieron que tomar una de las mejores y más grandes casas en Junín, casi al frente de donde está ahora.
11. El Edificio Gonzalo Mejía estaba integrado por el Teatro Junín, el Hotel Europa y el Salón Regina. El Teatro Junín, construido por Agustín Goovaerts en 1922 y ubicado en la quinta de un señor Echeverri, esquina nororiental del cruce de Junín con La Playa, fue el primer salón cinematógrafo que hubo en la ciudad —el segundo fue el Teatro Granada— ; en esa época, entre ambos teatros alcanzaron un aforo para 4 mil espectadores, y aún al ser demolido, el Junín no daba abasto para satisfacer la demanda dominical.
En el primer piso del Gonzalo Mejía atendía el Salón Regina, donde iban a iniciar bohemia los empleados, los oficinistas y los vendedores ambulantes. El Regina, como todo en Medellín, tenía su especialidad: esperar la salida de matiné del Teatro Junín para ver el desfile de prostitutas que iban a la función.
En el segundo y tercer piso estaba el Hotel Europa, que fue durante mucho tiempo, emblema de la hotelería de la ciudad. Vino a parar a manos de la familia Marín cuando su antiguo propietario, un señor Jaegui, hubo de salir de la ciudad.
12. El Cardesco fue el almacén de comestibles, enlatados, vinos y licores extranjeros más importante que hubo en la ciudad. Allí además expendían los productos de la panadería La Marquesa, de excelentísima calidad. Su competidor era el Almacén Respin.
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