Actualmente en la ciudad de México se vive un fenómeno creciente del culto popular de la muerte. El esqueleto de la muerte es una imagen que comienza a invadir el espacio público generando una nueva iconografía urbana nunca antes vista en la ciudad, atrayendo a una nueva generación de creyentes. Los más jóvenes encuentran en la imagen una suerte de protección contra la indefensión cotidiana y una intercesión para lograr los trabajos difíciles. Aparentemente el catolicismo vive una transformación interna que se percibe en este culto y logran seducir a poblaciones católicas y no católicas. El proceso en el que han sucedido estos cambios devocionales no es muy claro, pues aún el culto nacional que gira alrededor de la virgen de Guadalupe, constituye la columna vertebral de los cultos en las tradiciones populares, y continúa siendo el gran bastión del poder de la élite católica en México. Pero extrañamente la explosión de estos cultos jóvenes (como el de la muerte en el ámbito católico) coincide también con el cambio del régimen político.
En el año 2000, la ciudadanía eligió como presidente a Vicente Fox Quesada, candidato presidencial por el PAN, y que en ese año tomó posesión fuera del Congreso de la Unión, máximo recinto del poder político en México. Fox rompió el protocolo histórico de la transferencia del poder celebrando la transferencia en el Auditorio Nacional (espacio normalmente consagrado para presentar espectáculos musicales y teatrales). Al tomar posesión como presidente electo, en compañía de su familia, juraba cumplir con el mandato constitucional, mientras que al final de su discurso y abrazando a su hija, sosteniendo un crucifijo en la mano daba su mensaje a la nación mexicana. Este gesto no sólo fue motivo de críticas públicas, sino que constituyó un signo de desacralización de los protocolos oficiales que se suponían laicos y de la instauración de un rasgo que sería la presentación de su administración bajo el cobijo de Cristo: un gobierno de descentramiento ideológico con respecto al nacionalismo revolucionario del PRI y una actividad política atravesada por la fe.
En este periodo no estaba anunciado un proyecto de reforma en torno a las políticas que regularían la relación del Estado mexicano con la Iglesia Católica. Por lo menos no constituyeron puntos importantes del discurso de la campaña foxista, aunque los compromisos partidistas parecían haberlos negociado antes con las otras fuerzas políticas. Sin embargo, un nombramiento importante ocurrió en el gabinete del presidente Fox. Carlos Abascal sería nombrado Secretario de Gobernación.
La presencia de Carlos Abascal dentro de la Secretaría de Gobernación le aseguraría a Fox una visión exacta del aparato de gobernabilidad más temido por los grupos religiosos después de la creación de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, antes Subdirección de Armas de Fuego y Explosivos y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, formado en la época de los presidentes Calles y Álvaro Obregón. Este departamento desde la fundación del Partido Revolucionario Institucional había llevado la estadística de los grupos religiosos y los tipos de cultos que se practicaban en el país, así mismo, otorgaba las licencias y los permisos para que se erigieran iglesias con fines de culto y a quienes resultaran sus representantes se les permitiera percibir limosnas y donaciones de sus feligreses.
Carlos Abascal conocía perfectamente los momentos más dramáticos por los que atravesó el culto católico después de la guerra cristera. También descubriría los expedientes con los que se persiguió a los movimientos católicos en los que su padre había tenido una fuerte participación. Abascal tenía en sus manos un fuerte dispositivo de control y coerción social con el que ajustaría las manecillas del reloj católico en este periodo de reposición devocional, en donde claramente casi todas las agrupaciones que parecían haber desaparecido por más de setenta años tendrían un campo abierto de expresión apoyados por la estructura federal más importante del país.
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Los últimos años del foxismo expusieron un vasto número de negocios y malversaciones de fondos, así como recursos públicos de su administración destinados a fortalecer las clientelas católicas. Al final del sexenio foxista la debacle era irreversible y su secretario de Gobernación habría brillado por su ausencia en materia de gobernabilidad pero había logrado en todo caso una expiación de carácter laico y era renovar los lazos del aparato estatal con el clero.
¿La santa qué…..?
Las primeras detenciones de las cabezas de los carteles de la droga con quien el nuevo régimen no tenía ninguna concertación, recrudecían. Los encabezados de la prensa nacional anunciaban ejecuciones aisladas y muy específicas. El viejo santo Malverde, protector de los narcotraficantes, ya había pasado de moda y un culto por tanto más imbricado en las creencias populares empezaba a salir de las alcobas.
El culto de la imagen de la Santa Muerte en la ciudad de México no tiene un origen preciso, puede decirse que los orígenes del culto a esta imagen se remontan a los que se originaron por las pestes negras en la Europa medieval.
En el contexto del Centro Histórico de la Ciudad de México en la colonia Morelos, en Tepito, existe una hermandad entre creyentes que es comunitaria y cuyas solidaridades traspasan las relaciones cooperativas de las iglesias convencionales católicas que hoy día en el centro histórico están vacías. Uno de los temas polémicos en torno a la formación de sus altares y capillas, ha sido la de adjudicarse al interior del Barrio la dirección del culto. La batalla que se ha generado entre iglesias instaladas y altares deviene en una fuerte competencia de sus representantes por territorializar y autentificar la sede de las ceremonias y las misas. De eso depende la afluencia de los fieles y las limosnas que se dejan; su población es variada y aunque se ha dicho que tiene una función unívoca de protección, sus devotos son de una gama social muy variada.
Declarada la infiltración católica en el aparato gubernamental no resultaba extraño atestiguar la regulación y control de los cultos "más católicos" para el "gobierno federal".
Los agentes de Salvador Abascal le retirarían la "licencia de culto" al Santuario Nacional de la Santa Muerte, ubicado en la parroquia de la Misericordia, del Sagrado Corazón y San Felipe, Centro Histórico.
Esta lucha entre autoridades capitalinas y federales contra vecinos del Barrio de Tepito ha sido larga e histórica. La bravura del barrio en estos últimos días se vio disminuida por un operativo del Gobierno del Distrito Federal para expropiar un predio por la vía de la fuerza. El desalojo y aunque la muerte no los libró de ese violento desalojo policiaco, ellos aseguran que la muerte "esta de su lado".
Finalmente se estima que más de dos millones de personas practican algún tipo de ceremonia o rezo a la santa muerte, sus detractores católicos asocian su culto con ritos grotescos y paganos. Ciertamente el culto cobra mayores adeptos si en la lógica de su reproducción tiende a una transformación de la liturgia católica hacia una libre creencia que se recrea en los valores identitarios, simbólicos e históricos de una amplia región en crisis.
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