Número 100, septiembre 2018

El circo del solazo
Sergio Valencia. Fotografías: Jorge Restrepo Gil
 

Fotografías: Jorge Restrepo Gil
 

1.

Fotografías: Jorge Restrepo Gil

Guy Laliberté, fundador del prestigiado Cirque du Soleil, cuenta que llamó así a su multimillonaria máquina de espectáculos en razón de que “el sol simboliza la juventud, la energía y la fuerza”. Aunque la frase es un tris de cajón, a Laliberté hay que reconocerle que empezó a rebuscarse la vida como tragafuegos en las calles de su natal Canadá, expuesto al sol; sí, pero al sol de por allá, que viene a ser un moco al lado del que convierte todo por aquí en un resisterio que achicharrona. En Canadá, de hecho, extrañan el sol. Aquí en el trópico taladra sin cuartel, ubicuo. Toca aguantarlo. Es un socio obligado que, por razones manifiestas, trastoca la palabra trabajar en camellar, y arde de tal manera sobre las cabezas que muy pocos logran acordarse de lo que simboliza. En justicia, aquí la tropa con funciones en los semáforos tendría que llamarse El Circo del Solazo.

2.

No faltará quien diga que maromeros y malabaristas, funámbulos y payasos, danzarines y demás artistas del circo esquinero se la ganan muy fácil, y un taxista de esos sabiondos de seguro hará las cuentas de las monedas que recogen para sentenciar que, sin mayores méritos, alcanzan sueldos de altos ejecutivos. Por su parte, un refunfuñador profesional dictaminará que lo reunido se lo tiran todo en vicio, y una estirada dama bajará el vidrio polarizado de su camioneta para gritarles ¡estudien, vagos! El solazo recalienta, hasta el delirio.

Tampoco faltará el espectador de buen corazón que al darles la calderilla piense que al menos los cirqueros tienen cómo ganarse la vida, y una solidaria señora agregará a su aporte un consejo: muchachos, échense un buen antisolar. El solazo provoca visiones y espejismos.

3.

Al Circo del Sol se le elogia por reinventar precisamente el circo; el impresionante diseño de sus escenarios y el alto nivel de su música marcan hoy la pauta. También se le aplaude por la decisión, tan humana, de no incluir animales en sus números, y, cómo no, por la capacidad mercantil que le ha permitido “conquistar el planeta”.

Si bien El Circo del Solazo tiene que batirse en los escenarios forzosos que la calle le presta por segundos, con el ineludible ruido por banda sonora, tampoco utiliza animales en sus espectáculos (exceptuando la cebra). Y por la necesidad mercantil ya se ven cirqueros en cuanto semáforo alumbra en el planeta.

El sol sale para todos, pero a una gran parte de todo le toca salirle al solazo.UC

Fotografías: Jorge Restrepo Gil

Fotografías: Jorge Restrepo Gil

Fotografías: Jorge Restrepo Gil