Cartografía del desorden
Las galladas trazaron al interior del cantón noroccidental presencias, territorialidades, rutas, circuitos, itinerarios “alternativos”, “diálogos inter barriales” con base en el disfrute e intercambio de la música, que le confirieron unas nuevas connotaciones simbólicas al espacio urbano. Se trataba de apropiarse de las calles, esquinas, canchas, partiendo de una reflexión intuitiva. Recuperar el aspecto más particular en cuanto a la relación del parche con su propio territorio, buscar lugares periféricos, (in)habitables, pequeños rincones, callejones, extramuros, mangas, centrando la atención en los estímulos colectivos y en la relación que cada gallada tenía con el espacio que habitaba y en sus propias vivencias.
Procesiones o desfiles de punk rockers que llevaban a sus hombros grabadoras, y de sus parlantes salía unas voces que exhortaban por ejemplo “Señor, ilumina mi corazón, Señor, perdona a este pecador. Señor, yo creo en la resurrección.” o “Fuera las manos chinas del Vietnam socialista”. Fue común decir por aquel entonces “vamos de rose” o de “vuelton”. El paseo con o sin grabadora, se vivía como algo creativo, la utilización no funcional del espacio público. En el “modo ambulatorio de escucha”, que se producía en la calle con las grabadoras, la música, se convertía, por un lado, en parte del medio ambiente y por otro, en parte de los cuerpos, es decir, los sonidos se extendían hacia el exterior y hacia el interior.
A mediados de los años 80s cada semana las galladas salían a caminar por los distintos barrios de la zona, cada una tenía su propio mapa mental a recorrer y sus propios horizontes a explorar, y sobre todo, nos motivaba buscar notas, era una forma de estar afinados con la vida. Estos recorridos se hacían entre los días jueves y domingos, acentuándose los viernes y sábados, días que se realizaban notas, era una práctica habitual por el espacio público barrial, caminar era más que una experiencia espacial, la calle más que un lugar de tránsito y circulación, caminando se establecía una relación lúdica, política y constructiva con el territorio; eran viajes urbanos alternativos a los circuitos que habitualmente se consideraban rutas a realizar. Esta nueva geografía del desorden o trayecto punkero, era una oposición ritualizada al orden social, el vagar por los barrios se constituye, para estas galladas, en una de las forma de resistencia alternativa.
“El paseo y la deambulación, se configura como una de las maneras de cuestionamiento que permite flexibilizar, invertir y reflexionar la ciudad. (…) La deriva y la arrancia para subvertir y reflexionar acerca del entorno urbano. Trasurbancias alrededor de barrios populares para invertir los valores hegemónicos de nuestra sociedad (…) la inactividad del paseo, funciona como una actitud desafiante, inclasificable y por tanto fuerza los límites biopolíticos. Es decir, el paseo se convierte en una protesta, una forma de denunciar la vorágine conformista, la estabilidad y la inclinación sedentaria que la sociedad de consumo alza como sus valores principales” (Construir caminando: y el paseo urbano. Por Francis Alÿs. http://martinaderen.com/arte/construir-caminando-francis-alys-y-el-paseo-urbano/ )
Por este motivo, caminar se formula como una actitud subversiva, como lo apunta Martín Peran: “el andar ocioso deviene antagonista, rescatando la potencialidad laberíntica de la ciudad como espacio disponible para la construcción de experiencia propia, ahora sí, sin obediencia a lo previsto” (Andar productivo y andar ocioso”. A dónde vamos. Texto Martí Peran Teórico de arte. PDF)
Las pandillas se fueron multiplicando pogo a pogo, era como una mala hierba que se habría espacio entre los intersticios del concreto y el adobe. Se empezaron a entrelazar relaciones barriales y luchas por el territorio, es decir, entablar unos mecanismos de dinamización, ocupación y significación del espacio. Se establecía una relación de pertenencia entre los jóvenes y sus lugares, es decir, sus parches. El lugar no era el espacio que nos pertenecía, sino aquel al que nosotros pertenecíamos, con el que nos identificamos. Espacios refundados y re-creados. A él recurríamos a escuchar y compartir música, conversar, beber, fumar y expresar nuestras diferencias estéticas y de estilos, a unos les gustaba más el punk clásico del 77, otros optaban por los sonidos duros del hard core, algunos tirando más hacia el ska, el Oi, etc. El lugar era un tipo concreto de espacio, que tenía unas condiciones físicas determinadas, una forma emotiva y simbólica, era un espacio culturalmente efectivo, activo y que cobraba sentido por medio del movimiento que le imprimíamos, Robert Marín comenta:
“La razón de ser de una pandilla es unirse para luchar por un territorio y para luchar contra otra pandilla, aquí no se luchaba por un territorio, pero si para confirmar Nosotros pertenecemos a tal grupo” (Robert entrevista)
El nombre del parche hacía referencia al lugar de encuentro, de convergencia, desde el cual se empezaba a construir un sentido colectivo y compartido de pertenencia, de identidad, generalmente asociado a la idea de lo sucio, lo decadente y lo oscuro, por lo general eran extramuros solitarios, espacios residuales, canchas y mangas oscuras, esquinas donde se compartía, se intercambiaba (el cruce) el materia grabado, y la poca información que llegaba sobre el punk. Así, los Pig por ejemplo, frecuentaban una calle conocida como “la calle del pecado” en Pedregal. Eran espacios en desuso, “perdidos”, por llamarlos de algún modo, lugares sin “ubicación” inertes, inútiles, periferia en la ciudad y en el barrio. El hecho de irrumpir en espacios urbanos abandonados, expresaba la dimensión conflictiva de un movimiento juvenil que reivindicaba literalmente el derecho a hacerse un hueco en la ciudad, y que creó espacios donde no los había.
En el estilo punk, hay una reflexión de la espacialidad y el territorio, la lógica del punk en términos contraculturales se contrapone a la construcción de grandes espacios, en otras palabras a lo masivo, el poco espacio, lo íntimo, lo propio; y este concepto de espacio va unido al de la música y a la creación, conciertos pequeños, pequeñas producciones, en la concepción de la imagen pocos colores. Recordemos que en el panorama musical de rock de los 70s, los grandes grupos se movían hacia la “megalización”, el punk lo hace hacia la “miniaturización”. El punkero de la ciudad tenía un territorio limitado, “el parche”, la esquina o su barrio.
Pero paralelo este territorio trascendió los límites barriales de cada parche, el horizonte se amplió por toda la cuidad, el territorio entonces comenzó a ser la ciudad entera, todos éramos dueños de la ciudad, las galladas se movilizaban por todos los barrios, de parche en parche. La territorialidad ya no correspondía a un espacio concreto, sino que atañe con la dispersión y la experiencia fragmentada de la ciudad. El movimiento punk como fenómeno social asaltó los límites del barrio.
Las esquinas eran espacios de encuentro por excelencia, para reír, conversar, jugar, enterarse de los chismes del barrio, planear actividades y, especialmente, para escuchar rock. En los ochentas fueron muchos los jóvenes que se agruparon alrededor de una grabadora, escuchando Black Sabbath, o Ramones solo por citar dos de los grupos más escuchados en esta zona en aquellos años. Las esquinas y las calles eran las piezas más importantes que le daban identidad al barrio, a partir de las prácticas que allí se realizaban. Carlos A. Gadea, anota esta particularidad que se da en América Latina:
“Las "barras de amigos" de las esquinas de medios urbanos medianos (aquellos que aún permitían mayores puntos de contactos entre los diferentes grupos) eran propias de sociabilidades poco interiorizadas con nociones como progreso y futuro. Había una preeminencia del presente, algo que denotaba, asimismo, una energía social poco vinculada con los destinos políticos, públicos y colectivos. No era un retiro hacia un nuevo individualismo lo que estaba manifestándose, sino una sociabilidad que hacía del "encuentro casual" o la salida de fin de semana motivos de su existencia.” (En “Vanguardias político-culturales y la prehistoria de lo posmoderno en América Latina”, http://web.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena41/Aguijon/Carlos.html)
La esquina era un espacio de socialización privilegiado dentro de la cuadra, era un componente del barrio, un espacio de convivencia, de expresión, de conflictos, un espacio abierto, más libre. Jairo José Castañeda señala:
“Crear vida, elaborar un sentido de vida diferente, propia de los habitantes de los barrios populares, esa es la razón fundamental de la existencia de la esquina. Una forma de demostrar que los habitantes de los sectores populares, también son miembros de la sociedad. Una respuesta a la exclusión. En últimas, la esquina es identidad popular. Es afirmar de manera constante, aunque espontáneamente: AQUÍ ESTOY YO. (La esquina, su significado en nuestra cultura popular. Gutiérrez) Publicado en el Magazín Cultural del diario El Meridiano de Córdoba de la ciudad de Montería, Colombia, domingo 5 de agosto de 2007.)
En esta lógica se empieza a configurar el espacio en la zona noroccidental de Medellín a partir del punk. De abajo hacia arriba, desde el barrio la Unión encontramos Los Semens, ocupaban un terreno baldío, convertido en un tiradero de basura entre los límites del barrio Castilla y Francisco Antonio Zea. Esta gallada numerosa, antes tenía como nombre “The kings of the metal” (los reyes del metal), algunos de ellos eran: Eisenhower Oquendo, Albeiro Castro Argadez conocido en la escena como el Burro, Robinson Marín (Robert), Garled Restrepo (primer vocalista de Desadaptadoz), Luis Carlos Córdoba (primer bajista de Niquitow y Ojo de Buey de Costa Rica), William Usme (administrador del Bar Yagé), Alexander Morales (actual vocalista de la agrupación Pichurrias). Salíamos para todos lados, como un cardumen de peces, con los ojos bien abiertos, siempre juntos, listos para ver el peligro.
Cuando nos parchabamos junto a la cancha, el parche de los Semen, primero nos llamábamos los Reyes del Metal, pero nos decidimos fue por el punk, cada ocho días nos íbamos de fiesta por ahí, recorríamos muchos parches, los Morticans o alquilábamos una casa, bailábamos, pogiabamos, tomábamos alcohol, hacíamos Chamberlain. (Entrevista Albeiro Castro.)
En este sector del barrio la Unión también se encontraban otras galladas de rockeros como la Power, y otra era la People, pero sus gustos eran las baladas de rock.
Los semens éramos siete afiliados, Garled, Robert, Voladora (Qepd), el Azteka, Nerón (Qepd) el Burro, y quien escribe estas memorias. Todos teníamos algo en común, éramos adictos a la masturbación en colectivo, también éramos estudiantes de secundaria, menos Voladora que era obrero de construcción y zapatero (1). En nuestras chaquetas todos llevábamos el nombre inscrito a nuestras espaldas, como los antiguos rockers de los años 50s. Casi siempre Voladora o el Burro llevaban la grabadora. Comenzamos a conseguir música entre todos, recogimos dinero y compramos algunos discos y eps, un expendedor importante fue El Mono, bajista de la agrupación NO, a él, le compramos discos como Bluttat, EA 80, Dead Kennedys, Snot Slag (ep), Puke (ep), Flitox (ep). Nuestro muladar era visitado por amigos, entre ellos Giovanny Oquendo, el Chino, Giovanny Rendón, Nando (Aures), Mario Chaqueta y su hermano Javier, Quique (12 de octubre), Yanet Arias, Patricia Arenas, Jaime Soto (Pigs), Víctor (San Javier Qpde)
En ese entonces no había donde comprar camisetas estampadas con imágenes de grupos punk, entonces algunos las mandaban a pintar por encargo con algún amigo que supiera un poco de pintura, pero eran muy pocas las camisetas que se veían pintadas a color.
Uno en empezar a pintar camisetas fue Giovanny Oquendo, en 1985, con la llegada de los primeros discos a su casa. Entre las primeras estuvieron The Effigies y Plasmatics. Luego comenzó a pintar algunos lienzos con carátulas de agrupaciones como El rock n roll Swindle de Sex Pistols, el Rock n roll high school de Ramones y la compilación Riotous Assembly. Pero también, pintaba de carátulas de Metal como Slayer, Hellhammer, Venom entre otros, estos cuadros los vendía. Luego pintó las primeras camisetas para Desadaptadoz y las primeras pancartas. Siguiendo estos mismos pasos, Albeiro empezó a pintar cuadros y camisetas, él junto con Robert, serían precursores con el estampado en serigrafía en la escena. “Ellos fueron los primeros en estampar en dos tintas, yo bajaba desde París a estampar las mías” (Entrevista Faber KDH)
“Las camisetas primero empezamos pintándolas a pincel, Robert se metió a un curso de screem y yo luego aprendí, y empezamos a estampar camisetas. Nadie las estampaba. Yo hacia las planchas, las hacía de un color y luego de dos colores, Mario chaqueta a cada rato iba para que le estampara camisetas, se la estampaba por un lado, luego por el otro, entonces cada camiseta tenía cuatro estampados de diferentes grupos”. (Entrevista Albeiro Castro Argadez)
Luego harían planchas hasta de seis colores, y en distintos momentos, ambos tuvieron sus propios talleres de estampado. Entre algunas carátulas que sacaron estaban grupos como: Ramones, Mitsfist, Sex Pistols, The Clash, Inferno, Razzia, Chaos Uk, Canal Terror, Daily Terror, Bluttat, R.I.P, La Polla Records, Partisans, 1984 Seconds, Punk and disorderly I, Vice Squad, Blitz. En la comunidad punkera fueron populares, muchos las lucieron.
En la 70 con la 93, detrás del Colegio La Montesori, en el Barrio Lenin, en un lugar ahora conocido como Pico-pico, se asentaban The Wastes, eran alrededor de 20 a 25 punkeros poco amigables. Transitaban con frecuencia por la carrera 70.
En la 73 con la 95 localizamos el territorio porcino, en una esquina en un muro sin revocar por mucho tiempo pervivió la palabra Porks en aerosol negro. Ascendiendo con destino al Cristo, en los límites de Castilla con Pedregal, al frente del CASD, The Ganster, Tizón, Ratón, James, Bairon, Cristian, Édison (el indio, administrador del puesto de cerveza La Michelada en la carrera 68), solo son seis de la larga lista, tenían más discos de Metal que Punk, de Slayer, de Venom, Hellhammer y de la posterior Celti Frost, de Bulldozer, Onslaught, Possessed, Sodom, Bathory, las compilaciones Metal Masacre. Fueron los primeros en tener el disco de la Punk and Disorderly III. Bairón se fue a vivir en Inglaterra y logró enviar discos, entre ellos la fabulosa recopilación de punk Oi. James tenía una hermana menor, ella asistía a los parches de Los Reyes del Metal, por su afición a la banda Ozzy le decíamos la Ozzy, tiempo después fue reconocida como la Natacha (Qepd), al salir de un concierto en Guayabal fue asesinada por unos tipos que desde un auto que disparaban a diestra y siniestra.
Continuando en ascenso por la calles cada vez más empinadas, en la calle 92 con la carrera 77 más o menos, nos topamos con los Kennedys, chicos duros, amigos de las peleas a puños al mejor estilo pugilista, “pegadores”, “fajadores” y “estilistas”, estos tipos, en una esquina colgaban un saco pesado para entrenar boxeo, y con guantes, uno a uno, se fogueaban para los pogos. Donde iban creaban problemas, hasta alcanzar sus quince minutos de fama.
En barrio Pedregal llegamos a la zona de los Demons, en una esquina conectaban la grabadora y hasta altas horas de la noche escuchaban música y tomaban cocol. Subiendo un poco por este mismo sector, desde “la calle del pecado” era el asentamiento de los Pigs, que eran de Barrio Nuevo y frecuentaban la cancha de la Tinaja. Esta gallada tenía una estética muy punkera, es decir, muy original. Por sus manos había pasado el libro que servía de inspiración Punk la Muerte joven. En un tiempo estuvieron andando con una mujer alta, hermosa y belicosa, la primera punkera de la zona que se tusó todo el cabello, era conocida como la calva, su nombre era Sandra, luego ella los abandonó y continúo reuniéndose con los Porks. De este parche, los pigs casi todos fueron asesinados. Y ya en la periferia, en el barrio París, junto al Cristo, era zona de influencia de los Dementes, el parche de Ringo y Oswaldo. Uno de sus itinerarios era ir al morro, donde llevaban caja de cervezas y grabadora a escuchar música. Fueron los que conformaron la banda musical Peste.
1 - Tenía manos grandes y un lunar en la comisura de su labio izquierdo. Su apodo se lo había ganado en sus estiradas en los arcos de la cancha Maracaná, por buen arquero, sus vecinos de la cuadra le decían el ruso, porque afirmaban que se parecía al soviético Ivan Drago que peleo contra Sylvester Stallone en Rocky IV y por su trabajo en el sector de la construcción, acá se le dice: “trabajaba la rusa”.