IMPRESOS LOCALES

Ciudades al final de la noche
Santiago Gamboa
 
Ciudades al final de la noche

 

“Llegar por primera vez a una ciudad es experimentar muchas cosas”, dice Santiago Gamboa, “pero sobre todo la magnífica sensación de ser libre”. Quizás esa misma sensación explique que buena parte de sus novelas tengan como escenarios principales las ciudades que ha conocido a lo largo de su vida: escribir es también una expresión extrema de libertad. Ciudades el final de la noche es un recorrido por las ciudades que Gamboa ha visitado.


Fragmentos de Ciudades al final de la noche

París, 2010

“Otro de los mitos de la ciudad (París), gracias a Charles Aznavour, es el de la bohemia, ¿existe aún? El hábito de beber, reunirse, saltar de bar en bar, discurrir, divagar al ritmo del antojo... Tal vez los artistas de hoy han encontrado otros lugares para evacuar sus fantasmas, o sus desfondados bolsillos no les permiten hacerlo. Ahí está aún La Coupole, en la que con suerte puede encontrarse de vez en cuando a algún famoso; está La Closerie Des Lilas, que por su tradición es hoy uno de los sitios más caros de la ciudad, lo mismo que los cafés de Saint Germain. Mario Vargas Llosa, enemigo aguerrido de la bohemia por considerarla estéril e improductiva, parece haberlos convencido a todos”.

Roma, 1974

“Roma huele a moho y a café recién molido, y lo que más resuena son las motos Vespa, llamadas motorinos, serpenteando en las calles intoxicadas por el tráfico, pero también por la algarabía del romano que todo lo habla y discute, lo comenta, lo explica ocupando el aire con una monstruosa masa verbal que va y viene, y entonces el silencio es escaso. Aquí se podría aplicar la célebre frase de Manuel Azaña: “Si en España la gente hablara sólo de lo que sabe, se produciría un gran silencio nacional”. ¿De qué hablan los romanos?”.

Bar del hotel Locarno, Roma

“Los bares de hotel son los mejores lugares para estar solo, y esto tiene su lógica: quien se queda en ellos es porque no tiene amigos en la ciudad. Por eso están hechos para pensar o recordar, y tal vez llegar a sombrías conclusiones, o simplemente para echar globos. También para imaginar cosas que aún no existen y que uno puede atraer, si es que encuentra el origen de la madeja”.

Abu Dabi y Dubái, 2012

“Abu Dabi, a primera vista y de noche, es una enorme ciudad de concreto, aluminio y vidrio que resplandece en la oscuridad. Lo demás es arena y agua de mar. Curioso que en un lugar tan inhóspito se haya desarrollado una comunidad humana y la verdad no me extraña que fueran nómadas. ¿Cómo se podría engendrar un sentido de pertenencia en medio de estos arenales y dunas que, por lo demás, cambian con el viento? Tampoco me extraña que fueran rudos y gustaran de una cierta estética rococó al interior de sus tiendas. No es para menos cuando la realidad es exasperantemente monótona: sin colores ni montañas, sólo arena y un polvillo permanente en el aire; el cielo y el mar del mismo color azul. Y nada más”.

Hong Kong, 2011

“También podríamos decir que Hong Kong es la ciudad de la niebla. Es lo que veo al subir al tren que me lleva del aeropuerto a la ciudad: niebla, niebla. Como si el mundo estuviera recién creado y todas las cosas, las montañas y el mar, estuvieran aún frescas, salidas de moldes humeantes”.

Delhi, 2009

“A cualquier hora del día la gente duerme profundamente en las calles, en los lugares más incómodos y en posiciones circenses. En un rickshaw, en medio de un morro de arena repleto de moscas, en el separador de una avenida, sobre una bicicleta recostada a un muro. Duermen. Silencio. Los amantes de la espiritualidad india ven en esto una expresión de paz, e incluso dicen: “En Occidente tomamos pastillas para dormir y aquí la gente duerme bajo la lluvia”. Es verdad, casi nada los despierta, pero al parecer las razones no son tan románticas. Lo que los hace dormir son dos cosas: la desnutrición y el alcoholismo”.

Bogotá

“El modo en que funciona Bogotá, hoy, recuerda la cuadrícula de la ciudad china en tiempos de Mao: cada barrio debía tener una fábrica, una sede del partido, una escuela, un centro de salud y de distribución de alimentos y un parque (que obligatoriamente debía incluir una colina, bambú, un lago y una casa de té). La gente no tenía motivos para salir de su barrio, excepto para aclamar al gran líder, Mao, en la plaza de Tiananmén. Por eso las vidas se iban adecuando al aislamiento y a la inmovilidad urbana. ¿De qué barrio eres? ¿Dónde queda eso?”.