Exclusivo web

Álbum de Paso: Fotografías del Centro de Medellín 1875-2013

 

Álbum de Paso

 

"Álbum de paso" es una exposición fotográfica que comprende una serie de imágenes del centro de Medellín entre los años 1875 y 2013 que dan cuenta de cómo la ciudad, campesina en sus inicios, llegó a convertirse en la urbe que es actualmente.

Álbum de Paso

 

Álbum de Paso

Este paisaje se contempla desde el lunes 29 de abril, y durante tres meses, en el Parque de las luces, antigua Plaza de Cisneros, justamente el lugar donde se empezó a gestar la urbe que es Medellín en la actualidad y el sector donde los primeros fotógrafos montaron sus talleres y estudios. "Álbum de paso" se presentó en el marco de la presentación del Plan de Intervención del Centro de Medellín por parte de la Alcaldía. Esta exposición es también la oportunidad para rendir homenaje a pioneros de la fotografía en Colombia, como Pastor Restrepo, Benjamín de la Calle, Melitón Rodríguez, Jorge Obando y Gabriel Carvajal, entre otros. Las fotografías de la época actual a partir de 1995 hasta hoy son obra del fotógrafo Juan Fernando Ospina.

 

 

 

Álbum de Paso

Las fotos de la muestra están montadas sobre el piso en los cuatro grupos de plataformas de cada uno de los extremos del parque y los corredores del mismo. Asimismo, siguen una línea narrativa cronológica que se complementa con paneles informativos. "Álbum de paso" es apoyada por la Biblioteca Pública Piloto, la Fundación Empresas Públicas de Medellín y organizada por Universo Centro.

Apoyo

 

Fundaciones, plazas, centros

En las plazas no solo zumban las moscas de que hablaba el tan mentado Zarathustra;
no solo se vende y se compra, y se trasiegan procesiones y rogativas,
sino que en ellas pasa también gran parte de la historia de cada tierra o nación

Tomás Carrasquilla

Las ciudades van encontrando las plazas apropiadas para airear sus desgracias y sus galas. El encumbrado en el busto principal casi nunca logra imponer el orden que señalan las placas y los decretos. Las plazas obedecen sobre todo a los pasos y las necesidades de los citadinos. Desde sus orillas ilustres el pueblo con ínfulas de ciudad va soltando sus mareas hacia los arrabales. Nuestras plazas fueron la primera página de los diarios que no había, el patíbulo y el cuartel, el prostíbulo y la catedral, el puerto y el bar de bienvenida, el despacho de los comerciantes y la cueva de los especuladores. Hubo un tiempo en que más allá de las plazas solo rondaban los serenos y las brujas.

La plazuela que enmarcó La Veracruz sirvió para el anuncio de las alcabalas y "los exorcismos a plagas y epidemias". Ahora es tierra de piratas. En la Plaza de la Candelaria, más tarde Parque Berrío, filó José María Córdova a sus trescientos soldados antes de la batalla del Santuario. Para el Parque Bolívar, que no era más que una mangada con guayabales, higuerillos y borracheros, imaginó un inglés una "Nueva Londres", y donó sus lotes sin imaginar que el diseño del rectángulo terminaría siendo francés. La retreta, el quiosco y el alumbrado eléctrico sirvieron para las primeras fiestas nocturnas. Las casas de los ilustres se fueron levantando alrededor de la verja de hierro traída de Europa. Donde vivía Pastor Restrepo, otro de los pioneros de la fotografía, hoy se puede almorzar por tres mil novecientos. Ha cambiado el menú.

 

 
 
 
El Parque Berrío fue plaza mayor y plaza de mercado. Allí se plantaron los toldos de los pulperos durante muchos años, primero los viernes y luego los domingos, según el genio de los comerciantes y la debilidad de los gobernadores, de modo que servía como salón de galas y galpón de ventas. Cuando el mercado se fue para los pantanos de Guayaquil, el Parque Berrío ya era un altillo para la ostentación y la recreación pública, además de "sitio propicio para realizar negocios de bolsa y especulación, pero sin que los objetos intercambiados se encontraran a la vista". Los bancos se convirtieron en un nuevo púlpito, y los graciosos de la época decían que "el oro no estaba en las minas sino en el Parque Berrío". Entonces apareció Fernando González para burlarse de los negociantes gordos de Medellín. Y León de Greiff para cantarle a la "gente necia, local y chata y roma", y a su panza y sus menjurjes bursátiles. Las luchas han cambiado, hoy Berrío se lo disputan los guitarreros de la guasca, la papayera sucreña, un trío contra las cuerdas y solistas con parlante.

Pero nada entregó tantas novedades, tantos personajes y tantos mitos como la Plaza de la Estación. La plaza se convirtió en el escenario de las batallas políticas de la primera mitad del siglo XX. Político que no llenaba la Plaza de Cisneros durante sus manifestaciones no podía llegar al Palacio de Nariño. Olaya Herrera lo sabía, por eso salió feliz luego de llenarla hasta los tejados en los primeros meses de 1930. Guayaquil fue siempre una plaza sin iglesia, eso marcó su música y sus algarabías, sus culpas y sus penas. Mientras tanto, dos fotógrafos se encargaban de registrar las novedades. Benjamín de la Calle y Melitón Rodríguez aparecen en el primer directorio de la ciudad en 1906; de ahí en adelante estarían en todos los libros sobre la historia de Medellín. Fueron reporteros gráficos e historiadores sin saberlo.
 

"Para este artista, Medellín es centro, ciudad, inspiración, cotidianidad, pasión, intensidad. En su universo están las rutas de los buses que la atraviesan. Los avisos de las tiendas que la habitan. La imaginería popular. Las zonas duras y los seres que la pueblan. Los jóvenes de aquí y de allá. Las noches en el parque del Periodista ―el espacio más libre de Colombia―, y sus calles y sitios aledaños. Ospina es testigo y parte; está inmiscuido pero alcanza a mirar como si lo hiciera desde afuera."

Guillermo Gonzáles Uribe. Un hombre de la calle. En: Medellín, de calles y gentes. Fotografías de Juan Fernando Ospina. Revista Número Ediciones, Bogotá, 2010.

 

 

  

blog comments powered by Disqus
Ingresar